Experimento Vr-16

Cap 2: Crucero Bridgeston

La noche cayó y todos los pasajeros estaban en sus respectivas habitaciones.
Samantha escuchaba el sonido del agua golpeando contra el casco era como un tambor en sus oídos, un recordatorio constante de que estaba rodeada de agua por todas partes.

Comenzó a sentir que la cabeza le daba vueltas, su respiración se aceleró y su corazón latía a mil por hora.

"¿Qué pasa si el barco se hunde?", pensó. '¿Qué tal si me caigo por la borda?'

De repente, un golpe de viento hizo que el barco se balanceara.

'¡Esto es una locura!', pensó. '¿Por qué me subí a este barco?.

No quería ser pesimista, pero en su mente, cada rato llegaban pensamientos negativos. “¿Qué pasa si el barco se hunde?”, “No sé nadar”. Sabía que nada de eso pasaría, pero no podía evitar pensarlo. Sus pensamientos la estaban agobiando y decidió que algo de comer la ayudaría. Además, algo dulce la hacía relajarse.

“Iré por algo de comer, ¿quién va conmigo?”. Escribió en el chat grupal que tenía con todos sus amigos.

“Yo”, respondió su novio rápidamente. Sonrió.

“Yo también”, fue Leticia la siguiente en responder. Así, sucesivamente, lo hicieron todos. Acordaron encontrarse en la cubierta. Samantha tomó su chaqueta y salió de la habitación. En el camino, se encontró con Leticia y Mariana.

—Se me antoja unas fresas con crema—. Dijo Mariana con una sonrisa. Era muy común en ella el querer fresas con crema, era su postre favorito.

—Me imaginé que ibas por eso—. rio Samantha al ver a su amiga. Las tres se tomaron de la mano y caminaron juntas hasta llegar a la cubierta. Los tres chicos ya estaban ahí, esperando por ellas.

—¿A quién se le ocurre tener hambre a esta hora de la noche?—. Se quejó Liam mientras se frotaba los ojos.

—A mí. ¿Algún problema?—. Le dijo Samantha, mirándolo con los ojos entrecerrados y apuntándolo con su dedo.

—No, ninguno, solo decía, jajaja—. Rio, sabía que Sam, cuando tenía hambre, se ponía de malas y era mejor no hacerla enojar. Todos rieron, nadie en su sano juicio haría enojar a Samantha cuando tenía hambre.

—Vamos, pues, amor, te quedan 10 minutos para ponerte en modo ‘quiero matar a todos—. dijo Cristian, ya estaba más que acostumbrado a los cambios de humor de su novia, cuando decía “tengo hambre”, era porque le quedaban 15 minutos para cambiar de estado de ánimo.

—Eres malo—. Samantha lo miró con un puchero y Cristian le dio un beso en la frente para después abrazarla.

Todos empezaron a caminar rumbo al restaurante que había en el barco.

—Oye, mira—. señaló Liam a un grupo de hombres vestidos de negro que empujaban una caja de madera, como de 2 metros de alto por 1 de ancho.

—Oye… ¿Ese no es el logo de EcoTech?—. preguntó Adrien al ver el logo en la caja de madera.

—¿De verdad?—. preguntó Samantha, tenía un poco de mal la vista, por lo que no lograba ver bien el logo en la caja.

—¿Verdad, Cristian?— le preguntó Liam.

Todos sabían que el padre de Cristian trabajaba en EcoTech Innovations.

—¿Qué llevan ahí? ¿Tu padre no te dijo que transportarían algo?—. Esta vez Samantha se encargó de cuestionarlo.

—No, mi padre no habla de su trabajo en casa—. respondió con la verdad. Su padre era muy discreto con toda la información de las investigaciones que se hacían en EcoTech, así que nunca hablaba sobre lo que se hacía en aquel laboratorio.

—Hay que seguirlos—. propuso Liam, —¿Qué? Es sospechoso, ¿qué hace un cargamento de EcoTech en un crucero como este?.

Respondio ante los ojos curiosos de sus amigos. Todos ellos pensaban lo mismo, así que aceptaron el plan de Liam. Sigilosamente, siguieron al grupo de hombres que llevaban aquella caja. En un momento de aquella caminata, la caja se empezó a mover y todos se asustaron.

—¿Lo sedaron? —. preguntó uno de los hombres, al parecer el líder.

— Por supuesto —. Respondió uno de los que iban con él —. No esperen que esté quieto por mucho tiempo, cualquier sedante se pasa rápido en él, así que hay que apresurarse.

Todos asintieron de acuerdo y siguieron su camino.

— Esa caja se movió —. dijo Liam asustado —. ¿Qué llevarán ahí? Todos se preguntaban lo mismo, pero no podían saberlo con certeza. Del laboratorio EcoTech se podía esperar cualquier cosa.

Los hombres de negro llevaron la caja al interior del barco, seguidos de cerca por todo el grupo de amigos.

— Creo que hasta aquí llegamos, es peligroso seguir, hay cámaras —. señaló Samantha —. Nos podemos meter en problemas.

Cristian vio las cámaras de seguridad que había en aquel pasillo. Aun en contra de su voluntad, pues la curiosidad les estaba insistiendo, decidieron dejar de seguir a aquellos hombres. Cada uno con sus propias teorías sobre lo que había en la caja. Ninguno de ellos podía imaginar el horror que estaba por venir.

Mientras los amigos se iban, aquellos hombres llegaron a un cuarto en el que había varias personas con batas blancas esperando.

— Entreguen la caja —. dijo uno de ellos con una voz autoritaria.

Los hombres de negro colocaron la caja en una especie de cámara de contención y se retiraron.

— Confirmen que todo esté bien para que nos vayamos — dijo el líder mientras tomaba nota en su tableta.

— Está sedado, ya nos podemos ir —. afirmó otro.

Cada uno de ellos abandonó la habitación, dejando únicamente a dos guardias que cuidarían la entrada.

Pasada la medianoche, la caja empezó a emitir una especie de energía extraña y los instrumentos comenzaron a fallar. Las cosas que había adentro cayeron al piso, causando un fuerte estruendo. Los guardias se preguntaron si debían entrar, aunque la orden era que no debían hacerlo a menos que algunos de los científicos a cargo les diera permiso. Uno de los guardias decidió entrar, pues no quería molestar a los científicos. Una vez adentro, pudieron ver cómo la caja se movía muy fuerte, no sabían qué había en el interior, pero aquello los estaba poniendo alerta.




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