Experimento Vr-16

Cap 7: El principio del fin

El Dr. Morgan cerró los ojos, y su mente se transportó a un momento que había intentado olvidar. Era un día que había cambiado el curso de su vida y la de muchos otros.

Estaba sentado en su laboratorio personal, rodeado de equipos y muestras de tejido. Había pasado años estudiando y investigando sobre el virus VR-16, un virus que había sido diseñado para reparar el ADN dañado por la radiación solar mediante la activación de la vía de reparación del ADN por recombinación homóloga.

Lo había nombrado Virus Radical, también conocido como VR-16, recibe su nombre debido a su capacidad para reparar y regenerar tejidos dañados de manera radical y revolucionaria. Su diseño innovador y su capacidad para interactuar con el ADN dañado lo convierten en un agente terapéutico potente y efectivo. El término 'Radical' refleja la naturaleza transformadora y revolucionaria de este virus, que puede cambiar radicalmente el curso de la enfermedad y la salud.

Cuando se dio cuenta que después de 16 intentos por fin había logrado algo increíble lo dio saber al laboratorio para el cual trabajaba.

—He logrado aislar y caracterizar el genoma del virus VR-16 —explicó el Dr. Morgan a sus colegas—. Y he descubierto que puede ser utilizado para reparar el ADN dañado por la radiación solar.

—¿Cómo funciona? —preguntó el Director Harrison.

—El virus VR-16 utiliza una enzima llamada helicasa para desenrollar el ADN dañado y luego utiliza una enzima llamada polimerasa para reparar el ADN —explicó el Dr. Morgan—. Luego, el virus utiliza una enzima llamada ligasa para unir los fragmentos de ADN reparados.

Pero la reacción de sus colegas no fue la que esperaba. En lugar de entusiasmo y apoyo, los científicos y directivos del laboratorio se mostraron escépticos y exigentes.

—¿Cuánto tiempo más necesitará para desarrollar una cura? —preguntó el Director Harrison.

—Es difícil decirlo —respondió el Dr. Morgan—. La investigación es un proceso lento y delicado. Pero estoy seguro de que con el tiempo y los recursos adecuados, podemos lograr algo importante.

Pero el Director Harrison no estaba satisfecho con la respuesta.

—No tenemos tiempo para esperar —dijo—. Necesitamos resultados ahora. Y la única forma de obtenerlos es hacer el experimento en humanos.

El Dr. Morgan se sintió horrorizado.

—Eso es imposible —dijo—. No podemos hacer un experimento en humanos sin saber si es seguro. Podríamos causar daño irreparable.

Pero el Director Harrison y los otros científicos no estaban dispuestos a escuchar.

—Usted es el experto en este campo —dijo el Director—. Si no puede hacerlo, entonces no es el hombre adecuado para este trabajo.

El Dr. Morgan se sintió atrapado. Sabía que no podía hacer el experimento en humanos, pero también sabía que si no lo hacía, su investigación sería cancelada y su carrera estaría en peligro.

—Pero es que no puedo comprometer el bienestar de las personas por experimentar este virus —dijo, intentando mantener su voz firme—. No podemos simplemente ignorar los riesgos y las posibles consecuencias.

—No necesitamos utilizar personas sanas —. dijo el Director Harrison con una sonrisa—Podemos utilizar prisioneros que han cometido delitos graves. Ellos no tienen nada que perder.

El Dr. Morgan se sintió horrorizado.

—Eso es inmoral —dijo—. No podemos utilizar seres humanos como cobayas sin su consentimiento.

El Director Harrison se encogió de hombros.

—Ellos firmarán un contrato, Les ofreceremos reducir su sentencia de prisión a cambio de participar en el experimento. Es una oportunidad para ellos de reducir su tiempo en prisión.

—Eso es coacción —Susurro—. No es un consentimiento informado.

—No hay otra forma de hacerlo —dijo el Director Harrison—. Y si no lo hacemos, alguien más lo hará. No podemos permitir que nuestros competidores nos adelanten.

El Dr. Morgan se sintió cada vez más presionado por sus colegas y superiores. La ambición de ser uno de los mejores científicos del mundo comenzó a consumirlo, y su orgullo y ego empezaron a ganar terreno.

—Piense en la fama y el reconocimiento que obtendrá si logra desarrollar una cura para el cáncer —le dijo el Director Harrison—. Será uno de los científicos más destacados de la historia.

El Dr. Morgan se sintió tentado por la promesa de fama y reconocimiento. Su ambición y orgullo comenzaron a nublar su juicio, y se empezó a convencer de que el fin justificaba los medios.

—Y piense en el bien que podrá hacer —agregó el Director Harrison—. Podrá salvar miles de vidas y mejorar la calidad de vida de millones de personas.

Morgan se sintió cada vez más convencido de que estaba haciendo lo correcto. Su ego y orgullo le decían que era el único que podía lograr algo tan grande, y que debía hacer lo que fuera necesario para alcanzar su objetivo.

Finalmente, después de horas de presión y manipulación, el Dr. Morgan cedió. Aceptó participar en el experimento y utilizar a los prisioneros como sujetos de prueba.

—Está bien —dijo finalmente—. Lo haré.

El Director Harrison sonrió y le extendió la mano.

—Excelente decisión, Dr. Morgan —dijo—. Juntos, podemos lograr grandes cosas.

El Dr. Morgan se sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras se daba cuenta de lo que había hecho. Pero su orgullo y ego lo mantuvieron firme en su decisión, y se convenció de que había tomado la decisión correcta.

El Dr. Morgan se sacudió de su estado de trance y volvió a la realidad. Se encontró de nuevo en la sala de reuniones, rodeado de los directivos y científicos del laboratorio. Pero esta vez, su mirada era diferente. Era una mirada de horror y remordimiento.

—¿Qué he hecho? —se preguntó a sí mismo—. ¿Qué he hecho?

La decisión que había tomado años atrás había cambiado el curso de la historia. El virus VR-16 había mutado y se había convertido en una plaga que había llevado el caos y la muerte a bordo del Crucero Bridgeston.




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