El teléfono sonó con un tono grave, sacando a Cristian de su letargo mientras el grupo de amigos se encontraba disperso, cada uno sumido en su propio caos mental. Desde que la infección se había desatado, la desesperación se había apoderado de ellos, y ahora, la llamada que Cristian había estado esperando con ansiedad llegaba con un peso inmenso.
Miró el teléfono satelital y, sin pensarlo, contestó rápidamente, su voz temblorosa, como si, a pesar de todo, aún creyera que podría haber una salida.
—Cristian —la voz del Dr. Caret resonó al otro lado, cargada de una tristeza palpable—. Cristian, escúchame… las noticias que tengo no son buenas.
El sonido del mar golpeando el casco del barco se oía débilmente al fondo, y aunque la comunicación era clara, la tensión que cargaba cada palabra era insoportable.
—¿Qué pasa, doctor? —preguntó Cristian, sintiendo el peso de la incertidumbre colgando sobre sus hombros. Los demás amigos se acercaron, contagiados por la tensión.
—La junta… la junta Directiva ha decidido que no se enviará ayuda —la voz de Caret vaciló, como si le costara hablar—. Dicen que no podemos permitir que nadie regrese al puerto. El riesgo es demasiado grande, y las consecuencias podrían ser peores de lo que imaginamos.
Un silencio pesado se apoderó de la llamada. Cristian apretó los dientes, y su garganta se tensó, pero antes de que pudiera replicar, la preocupación del doctor Caret volvió a hacerse presente.
—Estamos buscando la forma de conseguir una cura, pero las cosas no son fáciles, Cristian. Esto es mucho más grande de lo que parece… y hay fuerzas que no podemos controlar, la familia del Rey está involucrada.
El corazón de Cristian latió con fuerza. Sintió una mezcla de rabia y desesperación. Miró a sus amigos, cuyos ojos estaban llenos de miedo.
—No enviaran ayuda—les informo—La familia real esta involucrada en esta situación.
El aire abandono los pulmones de cada uno de ellos al escuchar las palabras de Cristian.
No había nada que pudieran hacer.
—¿Y mi papá? —La pregunta salió de Cristian como un susurro, pero cargada de un dolor profundo. Esperaba que él lo ayudara, no podía permitir que su único hijo muriera ahí, a manos del experimento que él mismo había creado.
—Él... él está buscando la forma de desarrollar una cura para ir a ti, necesitamos tener una cura para poder llegar al crucero —respondió Caret, con una firmeza pero no podía ocultar la angustia que sentía.
Cristian dejó escapar un suspiro de frustración, y en ese momento, la realidad comenzó a golpear con más fuerza. La esperanza de regresar a casa, de encontrar una salida, se desvanecía ante la cruel verdad. Ninguna ayuda llegaría. Estaban solos en ese vasto océano, atrapados por una infección que no entendían y una junta que los había condenado a su suerte.
Entonces, el Dr. Patel le quitó el teléfono a Cristian para hablar él mismo.
—¿Qué hicieron? Las reacciones que tienen los infectados en el barco no son exactamente causadas por el VR-16, ni siquiera por el S16. Hay algo más, algo que no he logrado identificar del todo. Lo que están experimentando en sus cuerpos es… diferente —dijo con una seriedad que hizo que un escalofrío recorriera la espalda del Dr. Caret.
Sabía a qué se refería su colega.
La tensión en el ambiente aumentó, todos los presentes mirando a Patel con atención, definitivamenteno comprendian a lo que se refería.
Cada palabra del doctor parecía llevar peso. No era solo la infección lo que los acechaba, sino algo más profundo, más oscuro.
El Dr. Caret hizo una pausa antes de responderle, como si le costara encontrar las palabras adecuadas.
—El equipo 2 del laboratorio, por órdenes del Director Harrison y los inversionistas, alteraron el ADN del S16 en un intento de mejorar sus capacidades. El objetivo era hacer que el S16 fuera más fuerte, más resistente. Mejoraron su agilidad, su fuerza, su velocidad y… incluso su memoria. Lo que tenemos ahora no es lo que nosotros creamos. Ya no es el VR-16 que conocíamos. Es un experimento más peligroso de lo que imaginábamos.
—¿Cómo que alteraron el VR-16? ¡¿Por qué hicieron eso?! ¿Cómo se les ocurrió hacer semejante estupidez? —dijo furioso al escuchar las palabras de su colega y amigo.
Un sudor frío perlaba la frente del Dr. Patel mientras escuchaba, pero no era solo él quien sentía la presión. Los otros, aunque en silencio, compartían la misma mirada de desconcierto y miedo. Si la situación no fuera ya lo suficientemente grave, los nuevos detalles que el doctor revelaba solo la volvían más aterradora.
—Entonces, ¿qué tenemos que hacer? —La voz de Cristian salió rota, llena de angustia.
Si no enviarían ayuda, ¿cómo iban a sobrevivir?
Patel vaciló antes de responder, como si estuviera calibrando sus palabras. Finalmente, se decidió y habló con una gravedad que hizo que los amigos de Cristian se tensaran aún más.
—Tendremos que sobrevivir por nuestra cuenta porque nadie nos ayudará —dijo firme, pero luego algo se le ocurrió.
—Pero Caret... —la voz del Dr. Patel se volvió más urgente mientras hablaba con su colega, el cansancio y la frustración marcando cada palabra—. Para encontrar una cura, necesitamos obtener un infectado directamente del crucero, alguien que esté en pleno proceso de la infección. El virus que está circulando en los cuerpos del barco no es el mismo que tenemos en el laboratorio. La mutación que ha sufrido la cepa del VR-16 en el ambiente del barco ha alterado su composición genética, y esa alteración es crucial. Necesitamos estudiar cómo se comporta el virus en un organismo completamente afectado. Solo así podremos entender la fisiología de la infección y sus etapas finales. Solo con esa información podremos desarrollar un tratamiento efectivo, tal vez hasta una cura.
El Dr. Patel hizo una pausa, sabiendo que lo que acababa de decir sonaba más desesperado que científico, pero era la realidad. El virus había mutado más allá de lo que habían anticipado, y cada hora que pasaba sin más información los acercaba a una condena segura.