Aún no tenía idea de lo que sucedería si me atrevía a revelarme en contra de “La Zona”, estaba forzándome a permanecer fiel con ellos de una u otra manera. Pero eso perecía.
Creía que eran buenos con nosotros porque hacían cosas buenas para mejorar el mundo, cosas que la humanidad perdimos: como alimentos, medicamentos, refugios y más cosas.
“La Zona” era la que beneficiaba al planeta y nosotros estábamos seguros en ella, excepto por el dolor de esos experimentos, lo cual era una muestra a cambio de paz incondicional. Había sobrevivido a ello muchos años en realidad.
—¡Vamos —me gritó la chica—, que la salida está muy cerca!
Hacía unos minutos estaba en el Sector E comiendo gelatinas con otros miembros de “La Zona” y ahora estaba corriendo al costado de aquella chica quien se llamaba Catorce.
—¿Cómo sabes que ahí está la salida? —pregunté, aun corriendo.
—Por la información que le robé a los guardias de la entrada, Doce —me dijo, con una mirada segura—. ¡Date prisa!
—¿Les robaste la información a los guardias? —dije asombrado.
—Así es.
—¿De dónde? —yo estaba más curioso por cómo sacó la información.
—De sus mentes, recuerda que es uno de mis poderes. Además no lo notarán, porque no conocen al cien mis capacidades.
—Sí, pero, ¿cómo pasó?
—“La Zona” nos está ocultando muchas cosas, más importante que nada, lo que en realidad somos. Debemos seguir.
Nada de lo que decía Catorce parecía tener sentido en realidad.
Era más fácil jurar que ella sólo estaba tratando de sabotearme para que no pudiera llegar al nivel conocido: EXCELSOR, que la Zona tenía preparado para mí, pero también había algo en mis pensamientos que me impedía contradecirla.
—Está bien, voy a confiar en ti —dije, corriendo, pues comprendía el grado de la situación; ya era un cómplice entonces.
—Muy bien, Doce, y recuerda: Puedes llamarme por mi verdadero nombre, ¿correcto? Esos números son sólo una secuencia.
—Como tú digas, Serenity —afirmé sin saber de dónde había salido esa palabra.
El nombre real de Catorce, Serenity, llegó a mi mente rápidamente. Era un recuerdo perdido que “La Zona” me retiró de la mente poco antes de que ingresáramos a este emplazamiento.
Serenity poseía esa extraña habilidad y me hacía sentir seguro y al mismo tiempo dudar de lo que “La Zona” nos había hecho exactamente, pero como tal, no la podría traicionar.
“La Zona” activó una sirena ensordecedora, señal de cuarentena, provocando un cierre inmediato en todas las compuertas. Los otros sujetos fueron evacuados y todo nuestro camino yacía iluminado por una luz roja que se encendía y apagaba constantemente. Serenity y yo nos alarmamos, así que corrimos mucho más rápido que hace momentos.
Era lógico que “La Zona” descubriera lo que pasó, e intentaría detenernos hasta hacernos quién sabe qué mal castigo.
Varios de los guardias comenzaron a seguirnos, mientras otros dispararon dardos con tranquilizantes que pudimos evitar al esquivar hasta llegar al punto que Serenity tenía programado.
—Aquí es —dijo ella, luego de un respiro, indicando la oficina de Tano.
El lugar parecía simple: Una puerta blanca, sin chapas magnéticas ni detectores de huellas digitales que pudieran protegerla, excepto una cámara que podía enfocarnos súbitamente.
—¿Estás segura que este es el lugar? ¡Esta es la oficina de Tano!
—Confía en mí, solo tenemos que...
—Ni siquiera lo pienses —le interrumpí, aunque algo mucho peor nos irrumpió. Nuestra sorpresa fue otra al momento en que vimos que los guardias nos habían encontrado.
Varios miembros de “La Zona” aparecieron delante de nosotros, apuntándonos con armas de alto calibre que liberaban una pequeña luz roja sobre nuestros cuerpos expuestos.
—Muy bien Doce y Catorce —nos dijo el líder de ese grupo—. Les sugiero que no intenten hacer una tontería, porque “La Zona” puede darles una oportunidad si se entregan.
Sin embargo, yo no quería esa oportunidad porque ya no creía en “La Zona” después de lo que Serenity comentó anteriormente.
Todo lo que vi en ese instante tenía que ser verdadero. Estaba rodeándome de adrenalina y esperaba que fuera liberada. Estábamos atrapados, no podíamos ni siquiera resistirnos.
—¡Despierta, Doce! —escuché una voz que reconocí al instante, en cuanto abrí los ojos y vi el rostro de Kai mirándome desenfrenadamente descubrí que estaba en la jungla y no en aquellos pasillos repletos de guardias—. Tranquilo, Doce, ¿te encuentras bien? —me dijo, pero me sentía mareado y desubicado como para recordar lo que ocurrió.
Todo lo que había “soñado” parecía real como para que fuera un simple sueño, pero la realidad era que no me encontraba dentro de “La Zona”, sino en el lago junto con Holly y Kai quienes me estaban mirando preocupados y curiosos.