—Vamos, Doce —desde que comenzó la mañana, Holly era diferente conmigo. Me hablaba fríamente, sin dirigirme la mirada, al ritmo que ambos caminábamos en medio de la jungla. No respondía a ninguna pregunta que le hacía, como si estuviera demostrándome dicho punto de vista curioso: Frialdad.
Y no la culpaba. Después de que Lex descubrió el error conforme a mi mentira, Holly y Kai comenzaron a tratar de defender mi historia, porque conocían lo que era estar atrapado.
Incluso Kai nos comentó que en una ocasión tuvo un enfrentamiento similar con un raptor, durante su primera semana, lo cual orilló a que Lex hiciera más preguntas relacionadas con ese tema. Me vi obligado a responder mentiras que al principio sonaban coherentes, pero las preguntas aumentaban y comenzaban a demostrarme una concordancia que desconocía, lo cual me obligó a usar historias que ya no eran tan convincentes. Mis mentiras no funcionaban.
Kai y Holly sabían que yo era incapaz de subirme a los árboles y encender fuego con las ramas, lo que ocasionó despaciosamente que me hundiera yo mismo con tantas mentiras.
—Camina más rápido —dijo Lex, furiosa, solo tuve que ceder ante el chantaje de ella—, que los demás nos están esperando —era la única alternativa que tenía para poder recuperar la confianza que me había ganado al paso de los días.
—Anda.
—Sí, Holly —dije a ella esta vez. No parecía sentirme a gusto.
Lex me advirtió que solo podía demostrar la verdad si cazaba alguna criatura con las mismas cualidades que yo empleé contra los aborígenes, de lo contrario ellos iban a desmentirme.
Esa noche Holly se quedó a cargo de la vigilancia. Se mantuvo cuidando de que no me moviera, hasta que amaneció. En cuanto desperté me di cuenta de que sólo estábamos ella y yo. Kai y Lex habían ido a un punto de encuentro que solo ellos tres conocían, y nosotros dos debíamos estar en este sitio mientras tanto. Eso les daría suficiente tiempo a ellos para que prepararan semejante "sorpresa".
No sabía a lo que se referían los tres cuando lo dijeron, aunque tampoco me sentía seguro. Nunca había podido enfrentarme a una cosa mucho más grande. No sabía cómo matar. Ni siquiera tenía idea de cómo debía usar algún cuchillo.
—Muy bien, Doce. Aquí es —dijo Holly, notando que permanecía aterrado, deseoso de saber lo que ellos habían planeado.
Holly me había llevado al corazón del bosque, una zona amplia.
En el camino no nos habíamos topado con ningunas amenazas salvajes, pero descubrí diferentes tipos de aves curiosas que se apartaban al momento de verme, como si desconfiaran.
Kai y Lex nos estaban esperando al lado de un roble, mirando detenidamente al otro lado y sin hacer el menor ruido.
—Ya llegamos, chicos —les dijo Holly—. Lo hicimos en buen momento —afirmó.
Yo estaba más ansioso de saber sobre su plan, que del terreno.
—Yo diría que sí —comentó Kai, quien parecía estar emocionado, como si estuviera viendo la cosa más increíble del mundo—. Lex y yo lo hemos estado cuidando toda la mañana.
—¿Cuidando? —dije, y eso me dejó a mí con muchas intrigas—. ¿Acaso...?
—¡No! —gritó Lex, quien me interrumpió antes de que dijera alguna tontería—. ¡No nos referimos a un aborigen, chico!
—¿Entonces?
—A otra cosa.
—¿Qué cosa?
—Mejor mírala con tus propios ojos —fue cuando todo comenzó a nublarse.
—¡Oh, Dios mío! —exclamé. No podía creerlo. Holly me había llevado al sitio en donde vivía una criatura que se asemejaba a la misma altura que un aborigen, pero con anchura de un T-Rex—. Esto no puede estar sucediendo, ¿verdad?
«Eso no es un aborigen», pensé. «Es un monstruo», no encontré otra palabra para describir a aquello que estaba delante.
La creatura medía aproximadamente cuatro metros de largo; su cuerpo estaba compuesto por un extraño pelaje mezclado por colores azul, amarillo, rosa y verde en cada ángulo, y también avistaba una fila de espinas sobre aquel lomo; estaban conectadas a su columna vertebral y orejas, como si fuera un especie de monstruo parecido al del libro "Alicia en el País de las Maravillas". Eso era peor que el dinosaurio.
—¿Qué rayos es esa cosa?
—Es un tigre —respondió Lex, tan cortante como para aterrarme.
—Eso no puede ser un tigre. Los tigres son naranjas, muy diferentes.
—Es porque no se trata de un tigre común —respondió Holly—. Recuerda que “La Zona” recurrió a la regeneración animal.
—Pero eso no es una regeneración —dije, sudando de los nervios.
—Claro que no —dijo Kai—. Más bien es una especie de híbrido.
—¿Híbrido?
—Criaturas formadas, creadas mejor dicho, a base de varios rasgos genéticos —me respondió Holly esta vez—. Son combinaciones, por así decir. “La Zona” las creó con la finalidad de poder aprovechar mejor sus nutrientes. Desafortunadamente la mayoría de los proyectos fueron un fracaso, por lo que los enviaron aquí, igual que con los dinosaurios.