Experimentos Proyecto Escape

XXXIII

 

Benneth me tenía en la mira y no podía hacer nada para defenderme.

    Cualquier intento que hiciera por moverme haría que las cosas empeoraran; tanto por los dolores, como por las tensiones que me tenían atrapado en medio de un mar de desesperanza.

    —¡Argh! —grité. Lo más difícil era tener que soportarlo todo.

    Me sentía inútil, tan incapaz de hacer las cosas, como si llevara puesta una armadura de oro encima de mi cuerpo adolorido.

    —Vamos, Doce —dijo Benneth, observando mi rostro demacrado, palidecido—, solo quiero hacerte unas cuantas preguntas.

    No le respondí, solo le miré a los ojos, unos que eran perversos.

    —Vamos, amigo —estaba insistiéndome con demasiada calma—, sé que sabes muy bien lo que estoy buscando realmente.

    Entonces noté un defecto en Benneth, o en quien creí se trataba de Benneth. Por un momento pensé que haberlo distorsionarse, como si fuera estática, igual a los aparatos electrónicos, era una falla de mi sentido de la vista, pero parecía lo contrario.* Entonces supe que aquel a quien yo miraba no era Benneth, sino algo que aquella cosa que me administró creaba en mi cabeza de la misma forma que lo hacía con todas las partes de mi cuerpo. Era una trampa malévola.

    «¿Dónde está el verdadero?»

    —Vamos, Doce —dijo, esta vez hablando de una forma diferente, como si su voz realmente no proviniera de ese Benneth a quien veía en esos momentos, pues su voz se escuchaba repetitivamente, como si estuviera yéndose en resonancias.

    Entonces descubrí que el verdadero Benneth podía encontrarse en cualquier lugar, quizá era demasiado inteligente como para esconderse en otra parte del emplazamiento en donde nos ubicábamos, como en la oscuridad.

    Recordaba cuando Kai me enseñó a cazar, a entrenar y comencé a enfocarme en cosas importantes, como en la realidad. Ese Benneth debía ser un holograma o quizá un semblante de alguien a quien imaginaba por la droga administrada, pues esa voz era en sí de Benneth en todos aspectos.

    Y sentí demasiado dolor y me creí incapaz de poder moverme.

    —Y sé que me lo dirás, porque no tengo todo el día —desafortunadamente Benneth tenía más sorpresas para mí escondidas.

    —¡Ah!

    Todo ocurrió rápido, que muy apenas lo sentí. Luego, Benneth me golpeó en la cadera desprevenidamente, así creando un profundo impacto en mi subconsciente con extrañez.

    —¡Ah!

    ¡No lo podía creer! El Benneth que se hallaba delante no movió ni un solo dedo, pero por la forma en que Benneth gruñó al golpearme, estaba claro que él lo había hecho. Él debía hallarse en alguna parte, o quizá en otro sitio que se alejara de donde estábamos. La droga no podía alterar solamente mis neuronas para hacer creer que mi cuerpo pesaba casi una tonelada, sino que también era capaz de alterar mi sistema de defensas a un grado muy sensible.     Aquello era capaz de hacerme sentir presente en un sitio despellejado, olvidado por todos. Pero aun así era muy auténtico.

    —No, no llores —dijo el Benneth que debía hallarse escondido—, que solo te di una patada —y confesó aquella acción.

    —¿Patada? —eso no podía ser cierto. Yo estaba viendo a aquel Benneth holográfico, y en ningún momento vi al verdadero a mi costado que me provocó tremendo y duro golpe.

    —Supongo que ahora te estás dando cuenta de que “La Zona” se encuentra preparada para cualquier situación, muchacho —dijo, haciéndome entender que debía estar drogado, como en un profundo estado de coma, o algo parecido—. Ellos han sido capaces de crear sustancias con poderes fascinantes, capaces de alterar las defensas y las sensibilidades del ser humano a un grado que la vida ni naturaleza hubieran sido capaces de hacer. Pero no te preocupes, que ellos han podido crear antídotos para controlar sus efectos —explicó—. Sería una pena que no te lo diera solamente porque no me agrades —y rió en voz baja, con burla.

    —Eres un maldito.

    —Claro que no, yo solo soy un soldado al que le pagan suficiente, alguien que está dispuesto a terminar su trabajo —comentó—. Y mi trabajo es sacarte las respuestas de toda pregunta.

    —¿Qué quieres saber? —dije, sin más. Era obvio que era rehén.

    —No lo sé. Tal vez cosas simples, como por ejemplo; ¿podrías decirme si es verdad que los sujetos Tres y Cinco siguen con vida? —de un segundo al siguiente las cosas comenzaron a tener más sentido. Benneth sospechaba de nosotros, principalmente de mí, pues no podía haber una manera en que yo pudiera explicar el hecho de que había sobrevivido a la caída de un acantilado que me provocó suficientes heridas.

    La única forma que explicaría eso era que debía haber estado otra persona cerca de ahí para ayudarme y curarme diariamente; una persona que conociera varios métodos de curación, alguien que no pudiera ser detectado por “La Zona”… Alguien que haya podido encontrar la forma de burlar los sistemas de operación y no solo eso, de ser mi informante.

    —No sé de qué estás hablando.

    —Por favor, Doce. ¿En serio crees que soy idiota? —comentó, pero no me atrevía a responder—. Si cuando ingresaste a la jungla eras incapaz de usar un cuchillo de cacería.



#2492 en Ciencia ficción
#7095 en Thriller
#4083 en Misterio

En el texto hay: mentiras, dinosaurios, jungla

Editado: 18.10.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.