Trent
Estar en medio de la niebla, por culpa del idiota de Doce, me hacía sentir como sí fuese una rata atrapada dentro de un laberinto, solo que sin tener ese desarrollado sentido del olfato que les permitía encontrar el pedazo de queso que las conducía al final del túnel.
Todos los caminos se veían opacados por culpa de la niebla.
No sabía sí me iba al norte o sur porque todo parecía igual.
Trajiste tu brújula.
—Sí —lamentablemente la Zona también alteró los campos magnéticos—. Tiene que ser una maldita broma—. Eso hacía que la flecha se comportará como las manecillas de un reloj— no podemos contar con esto.
¿Qué tal el Sol?
—¿Cuál sol? ¡Las nubes opacaron el cielo!.
No podía contar con la estrella polar, la dirección del sol o siquiera un pedazo de musgo que me pudiera indicar el norte.
¡Trent! y Cero sabía lo delicado que podía ser esta situación. Tienes que calmarte.
—¿Estás hablando en serio?
Demasiado. Recuerda en que La Jungla cualquier cosa puede pasar.
En eso no podía debatir.
La Jungla era él lugar más peligroso a donde un Sujeto podía ser enviado porque se trataba de un escenario donde La Zona tenían control sobre cualquier cosa; cambios climáticos, alteraciones de campos, noches repentinas entre muchas otras opciones que nos podían confundir o hacernos dudar de sí lo que veíamos era real o no.
Y ellos lo disfrutaban porque la Jungla era su mejor herramienta para eliminar sujetos.
Debes mantenerte alerta. Le era tan fácil decírmelo.
Todos los lugares fueron opacados y Cero no tenía que enfrentarse a nada porque solo estaba dentro de mi cabeza, como una espectadora que podía percibir cualquier presencia que estuviese cerca de mí o emoción que mi ser emitiera, más no sentir el daño que yo sufriría al momento de ser devorado por algo que no podía ver.
Su habilidad era introducirse en las personas, como un pasajero con el que solo podías hablar y contar con su apoyo, siempre que no estuvieras conectado al chip de rastreo.
Esa era la razón por la que solo nosotros podíamos escucharla.
Hace varios años Cero sufrió de un castigo que La Zona aplicó en solo tres sujetos; este sometía a los miembros en un estado criogénico obligándolos a permanecer atrapados en una prisión de la que solo Cero tenía conocimiento. No podía escapar pero sí viajar a las mentes humanas, así fue como conoció a Xavier y nosotros nos convertimos en su única opción para ayudarla a recuperar su cuerpo.
¡Como desearía ser ella en este momento!
Poder hablar dentro de una mente y no tener que caminar entre árboles que a simple vista parecían iguales.
Ni siquiera podía ver las marcas que Scott gravó sobre los troncos en caso de una emergencia…
Debes calmarte. …y Cero lo sabía.
—Es muy fácil para ti decirlo. Tú no tienes que caminar entre la niebla.
Pero sí puedo percibir el miedo que emites.
—¡¿En serio?!
Así es, señor Sarcástico. Y me preocupas.
—Pues es una lástima que eso no nos sea de utilidad —intenté analizar el camino con los visores, pero ellos tampoco me pudieron ayudar— Mierda —Todo estaba en blanco.
¡No los tires!
—¿Por qué no?
Te pueden servir para otras cosas.
—¡Sí!, ¡claro!, como usarlos en la frente para verme cool —un problema más a mi lista.
No tenía nada que me pudiera guiar, solo la ayuda de Cero quien tampoco podía detectar los caminos, eso me dejaba en la duda de saber hacía donde debería ir.
¡Trent! Pero la situación no me permitía el uso de la duda.
—¡Rayos! —esta era la parte que más detestaba de La Jungla.
¡No existía la privacidad!
Al no poder ver mi sentido del oído se convirtió en mi única herramienta.
Debía escuchar las presencias de cualquier cosa que se aproximara, como los zumbidos.
Frecuencias que me eran imposibles de detectar.
¡Trent! pero Cero sí podía hacerlo ¡algo se está aproximando…!
Por fin hizo algo útil.
—¿Cuántos son?
No tengo idea.
—¿Qué son?
Es difícil saber.
—¿Difícil?
Siento varias presencias.
—¿De qué…?
De todo. Raptores, aborígenes, tigres, lagartos, un T-Rex…
—¿Hablas del mismo que persiguió a Doce?