Experimentos Proyecto Revelacion

Capitulo VII La sed mortal

Doce
 


—¡Vamos!, ¡Sujeto Doce! —era difícil concentrarme en algo que no fuera el dolor por culpa de Benneth— ¡no piensas decir algo!

Por cada golpe que Benneth me daba yo sentía una terrible devastación en mi ser, como sí mi rostro estuviese siendo víctima del mismo asteroide que acabó con los dinosaurios.

¡Quizás así se sentía el ser extinto!

Estar atrapado en medio del dolor y no poder defenderme.

—¡Por favor!, Sujeto Doce. Puedes decirme la verdad —su mano era cada vez más fuerte—. Siempre fuiste un buen niño, por qué no te animas a liberarte de este castigo que podría ser eterno.

Mi cuerpo seguía sanando y manteniéndome con bajas energías.

Necesitaba dormir, pero no podía...

—¡Vamos!, ¡Sujeto Doce! —...y Benneth actuaba como un orangután— ¡no querías demostrarle a La Zona tu lealtad!

Deseaba clavarle mi cuchillo sobre su corazón y devolverle cada golpe que me había dado pero la droga me lo impedía.

Era una estatua obligado a verlo atacarme...

—¡Vaya! —...y detenerse— Veo que estas molesto —como sí por fin se hubiese preocupado por mi.

Todo lo veía borroso.

No podía mantener la mirada fija...

...cualquier sonido ocasionaba un enorme eco dentro de mi mente...

...y batallaba en distinguir el rostro de Benneth.

Ya no sabía cuál de los dos era real.

—Tal vez sería bueno darnos un descanso —quería responderle, pero el dolor me mantenía mudo—. Es hora del break —. Una segunda luz se encendió.

Benneth volvió a alterar mi metabolismo.

Esta vez podía ver con claridad una mesa de metal; en ella había una jarra cristalina con agua y un vaso de vidrio.

—Justo en su punto —Benneth se sirvió un vaso con agua, pero no sabía sí lo hacía para torturarme o recordarme lo que podría recuperar—. Nada supera el sabor del agua cristalina.

—El agua no tiene sabor.

—Pero crea una perfecta sensación cuando se encuentra en su punto.

Benneth tenía razón.

El agua era deliciosa cuando estaba en su punto, pero la que conseguíamos en La Jungla no siempre tenía el mismo sabor por culpa del proceso. Debíamos calentarla, filtrarla y purificarla, una rutina de casi tres horas que en algunas ocasiones le dejaba un extraño sabor a químicos.

Un problema que no teníamos en La Zona porque solo debíamos girar una llave para obtener toda el agua limpia y fresca que queríamos.

—Deliciosa —Esto tenía que ser una tortura—Sabes en un momento así es cuando siento lastima por Clint.

—¿De qué estás hablando?

—Él es el encargado de la tribu.

—¿Encargado?

—¿Acaso crees que los aborígenes pueden gobernarse por sí solos? —entonces recordé el día que fui capturado—. Clint tiene la misión de vigilar o eliminar lo que no sirviere en la Jungla, pero hacerlo lo obliga a tener que comer lo que la tribu le dé, aunque no siempre este bien cocinado.

—El día que me capturaron Clint me dio comida.

—Que fue hecha para ti —Benneth se dirigió a mi con un vaso de agua en su mano derecha.

Mis ojos se enfocaron en el agua, como sí no lo hubiese visto ese delicioso liquido en mucho tiempo.

De pronto comencé a sentir demasiada sed.

—¿Quieres un poco? —mis labios y mi lengua estaban secos—¡Ups! —y Benneth dejó caer el vaso— ¿Qué tonto soy?.

¡No podía ser verdad!

Ahora estaba siendo víctima de una deshidratación masiva.

—Sabes esto es algo que amo de vivir en La Zona. No tienes de qué preocuparte por nada —y otra vez no podía hablar—. Aire acondicionado, alimentos en perfecto estado, electricidad; no me digas que quieres perder la oportunidad de recuperar todo esto por vivir una fría y asquerosa Jungla.

Comencé a sentirme más seco.

No podía mantener los ojos abiertos mucho tiempo.

—¿Sabías que el cuerpo humano solo puede vivir 96 horas sin agua?, es curioso que en tu caso pueden ser 96 segundos —Y seguía empeorando.

Sentí un profundo dolor de cabeza.

No distinguía lo que veía.

—Solo tienes que decirme lo que sabes, y te prometo que tu cuerpo volverá a la normalidad.

Benneth me había atrapado.

Tenía el control para matarme y revivirme todas las veces que quisiera.

Sería como un juego eterno del que no tendría escapatoria, a menos de que dijera la verdad.

Doce pero en un instante me sentí diferente Doce.

Una vez más comencé a escuchar voces...

Doce por favor ...solo que estas no eran femeninas.

—Se que quieres agua, Doce, y yo solo quiero mis respuestas —y arrojó el agua hacía el suelo— ¡Dime sí el sujeto Cinco sigue con vida!

¡Doce! y la voz seguía en mi Por favor, Doce, no te dejes engañar. Como un eco.

—¡Habla! —al igual que Benneth.

¡No lo hagas! Los dos me hablaban al mismo tiempo.

—¿Dónde está el Sujeto Cinco? —y no sabía a quién escuchar.

Benneth es un mentiroso. ¡No le creas nada!

Sentía la sed, dolor y desesperación por oír a ambos pidiéndome cosas que no sabía quién responder.

¡Solo quería un poco de paz!

—¡Ya basta!

Todo fue tan rápido para mi.

No supe como pasó.

Primero sentí la suficiente sed como para deshidratar a un elefante y al siguiente había gritado con una fuerza que nunca imaginé tener.

Ahora me sentía distinto.

Tenía energía, podía moverme, ya no sentía sed y veía con claridad...

—Wow —...a Benneth recostado sobre una pared, como sí alguien lo hubiese empujado—. Veo que por fin supiste usar tu poder telequinetico.

—¿Mi qué...? —otra vez podía hablar.

—Telequinesis. Uno de los experimentos que estuvieron realizando contigo.

—¿Qué? —Y siguió riéndose.

—Por favor, Sujeto Doce. ¿No recuerdas la pelota roja?

—¿Pelota roja? —entonces recordé el sueño—¿Cómo lo sabes?

—¿En serio no crees que no sé lo que sueñas? —Y todo se volvió más tétrico— he estado al pendiente de ti, desde que te arrojaron a La Jungla.



#2263 en Ciencia ficción
#6387 en Thriller
#2493 en Suspenso

En el texto hay: misterio, dinosaurios, nieba

Editado: 22.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.