Kai
Entre las calles surgieron diversos vehículos blindados que se detuvieron en el centro de la avenida, prácticamente delante de mí. De ellos salieron varios guardias, portando uniformes de La Zona, al igual que algunas personas vistiendo trajes o batas de laboratorio; pero de entre todos había un hombre que al verlo me sentí como sí hubiese visto a un fantasma…
—¡Bienvenidos habitantes! — …mientras que los demás le dirigían una mirada de respeto—. ¡A la inspección!
Ese hombre era Clint.
No podía creerlo.
Clint, el mismo bastardo que me torturó durante muchos años, estaba ahí vistiendo ropa elegante y sonriendo…
—¡Viva el gobernador! — …al poblado que lo aclamaba.
Esto no podía ser verdad.
Clint era del tipo de persona que no sabía pensar por sí mismo, obedecía órdenes sin importar su riesgo y siempre actuaba mediante la violencia.
Entonces…
¿Qué hacía aquí?
Vistiendo esa ropa y sonriendo, en vez de mirar a todos los habitantes con esos clásicos ojos de psicópata que solía dirigirme.
Clint habló con demasiada delicadeza, entregó premios y respondió todas las preguntas que escuchó, incluso de la una niña que lo miraba con inocencia. Ese no podía ser él Clint que yo conozco porque recuerdo que en una ocasión golpeó a la Sujeto Once solo por pedir permiso para ir al baño.
—Te dije que es una buena persona —incluso mi Padre lo quería.
Era como estar en un universo paralelo.
Tenía tantas dudas sobre lo que estaba ocurriendo…
Kai
…pero en cuanto escuché esa voz el escenario volvió a iluminarse.
Otra vez estaba en el sitio donde podía hablar coreano, vistiendo uniforme escolar y continuaba debajo de las gradas en compañía del chico que me llamó Dae-hyun.
Temía tanto por ser encontrado, como sí hubiese olvidado todos los entrenamientos que viví en La Zona
—¡Hay más debajo de las gradas! —y el miedo se incrementó en cuanto uno de los guardias nos descubrió.
¿Qué íbamos a hacer?
Me sentía aturdido pero por alguna razón recordé que había una puerta, al otro lado de las escaleras, que conducía a la oficina del entrenador, la cual no estaba vigilada…
¡Aguerden!
¿Cómo rayos sabía?
Sentí demasiados recuerdos acerca de esa escuela, como las aulas, exteriores, o que en la oficina había una ventana que conducía al exterior.
¿Qué rayos?
Nunca había estado en este sitio y ahora me sentía como sí lo conociera a la perfección.
Pero no tenía tiempo para eso.
En cuanto el chico comenzó a asustarse yo lo miré con seriedad…
—Naleul ttalawa—y le dije “sigueme” en coreano.
Kai
Antes de poder ayudarlo el escenario volvió a cambiar.
Ya no estaba debajo de las gradas ni viendo a Clint como un alcalde sino en La Zona, durante una de las muchas pruebas de resistencia que hice en compañía de La Sujeto Once.
Tenía muchos recuerdos de esas pruebas, la mayoría eran dolorosas, pero una cosa que casi todas tenían en común era que yo lograba pasarlas mientras que La Sujeto Once solía fallarlas debido a que no tenía el mismo nivel de resistencia que yo para correr, esquivar o inyectarse alguna sustancia.
Y eso era porque La Sujeto Once era una niña.
El no tener permitido saber nuestra edad nunca fue un problema para los sujetos de alta estatura, como era mi caso, pero ella era todo lo contrario.
Al juzgar su apariencia yo deduje que no tenía más de ocho años. Era pequeña, no saltaba con la misma velocidad que yo y era muy común verla en las pruebas llorar o gritar de dolor.
Tenía muchos recuerdos de ella viéndola asustada o preocupada y yo solía estar a su lado porque por alguna razón le daba paz; quizás era porque estando en La Zona no tenía la compañía de su madre y podía verme como a un hermano mayor.
Nadie recordaba quién era antes de entrar a La Zona, excepto la contaminación y que nuestras familias nos inscribieron al programa sabiendo que haríamos todo por el futuro de la humanidad, pero lo que nunca entendí es el porqué le hicieron eso a una niña tan pequeña.
¿Quién aceptaría enviarla a un sitio como este?
Quizás alguien que tuviese demasiados hijos o alguna persona que solo deseaba deshacerse de ella.
No lo sé.
El caso es que La Sujeto Once no merecía estar aquí porque era demasiado frágil.
Yo me encontraba en la salida del escenario, tomando agua y limpiando el sudor de mi frente, mientras veía una abertura por donde saldría La Sujeto Once. Permanecí en silencio mirando el lugar, mientras algunos recuerdos comenzaron a invadir mi mente, del mismo modo que pasó en los otros lugares.