Experimentos x (danger #1)

09

—¿Por qué no me dijiste?

Pregunta Hamza mirándome en tono de reproche.

De mi parte permanecí muda ante la situación, no sabía que decir o hacer.

La piel de Axen seguía tornada oscura como la primera vez que lo ví y las venas parecían qué iban a explotarle, estaba tan asustada.

Sus ojos con heterocromia se mantuvieron fijos en el techo, aunque a duras penas y con temor Hamza lo levanto del piso del jardín bajo la lluvia para traerlo ahora dentro de la casa, seguía mojado.

Y una pregunta circulaba en el aire; ¿Quién le hizo esto?

Cuando nos fuimos estaba bien, y ahora nos debatiamos si llevarlo al hospital y asumir las consecuencias de algo que ni siquiera nosotros entendíamos.

—¿Y si sigue aquí?

Pregunté de la nada asustada, ante el pensamiento de que quien hubiese sido quizás no abandonó la casa.

Hamza me miró sorprendido, su ceño fruncido se profundizó aún más. No había considerado esa posibilidad, y la inquietud que ya sentíamos se intensificó.

—Cierra todas las puertas y ventanas —ordenó, su voz firme pero temblorosa—. No podemos correr riesgos.

Asentí y corrí a asegurar todas las entradas, mi mente giraba con mil pensamientos. ¿Quién podría haber hecho esto? Y, más importante aún, ¿por qué? Al regresar a la sala, Hamza estaba arrodillado junto a Axen, intentando reanimarlo.

—Axen, hermano, por favor, despierta —suplicaba Hamza, sus manos temblorosas sostenían el rostro de Axen, que seguía inconsciente y pálido, excepto por esas venas oscuras que destacaban en su piel.

De repente, un ruido sordo proveniente del piso superior nos hizo saltar a ambos. Nuestro miedo se convirtió en una mezcla de adrenalina y desesperación. Hamza se puso de pie rápidamente, sus ojos se encontraron con los míos, llenos de determinación y miedo.

—Quédate aquí con él. Voy a ver qué fue eso.

—No, no irás solo —repliqué, agarrando su brazo—. No podemos separarnos ahora.

Hamza dudó un momento, pero asintió. Tomó un atizador de la chimenea como si fuera un arma improvisada y comenzamos a subir las escaleras, cada paso resonando en el silencio inquietante de la casa.

Llegamos al pasillo del piso superior y todo estaba en penumbra, la única luz provenía de una lámpara tenue al final del corredor. Avanzamos despacio, nuestros corazones latiendo al unísono.

Revisamos todo exhaustivamente.

—No hay nada.

Concluí y Hamza dio la vuelta bajando rápido.

—Axen.

Por supuesto lo seguí, pero no había nada. Nuestro miedo poco a poco se calmo.

—Hay que llevarlo al hospital.

Dije yo ahora y Hamza negó.

—No, terminara mal. Solo...solo tenemos que buscar la forma.

—¿Qué forma, Hamza? ¿Qué no ves? Si existiera esa forma, ya la habría encontrado.

Digo y este alza la mirada hacia mi.

—No entiendes, no podemos llevarlo al hospital —insistió Hamza, su tono firme—. Si lo hacemos, podrían pensar que nosotros le hicimos esto. Además, no sabemos cómo reaccionarán a su condición. Necesitamos alguien que entienda de verdad lo que le pasa.

—¿Y quién podría entender algo así? —pregunté, frustrada y asustada—. Esto no es normal, Hamza. No es algo que pueda curarse con un par de pastillas o una visita al médico.

Hamza se quedó en silencio un momento, su mente claramente trabajando rápido.

—Incluso si lo intentamos, en cuanto pongamos un pie fuera, se va alterar.

Me recuerda y yo bajo la mirada recordando lo de hace unas horas.

—Quizás...

Dice para si y luego hace silencio.

Los minutos pasaban y yo tenía la bilis en la garganta de la angustia mientras miraba a Axen.

Hasta que su piel lentamente volvía a su color.

—¡Mira! —exclamé, señalando la piel de Axen—. Está cambiando.

Hamza se acercó rápidamente, sus ojos grandes de sorpresa mientras observaba cómo la piel de Axen recuperaba lentamente su tono normal. Las venas oscuras empezaban a desvanecerse, aunque su respiración seguía siendo irregular.

—¿Qué está pasando? —preguntó Hamza, sin apartar la vista de Axen.

—No lo sé —respondí, mi voz temblando—. Pero parece que está mejorando. Quizás... quizás no necesitemos llevarlo al hospital después de todo.

Hamza asintió, aunque la incertidumbre seguía en sus ojos. Nos quedamos en silencio, observando a Axen con la esperanza de que su recuperación continuara. Pero había algo en su expresión, incluso en su inconsciencia, que me hacía sentir que esto no había terminado.

—Necesitamos respuestas —murmuró Hamza, como si leyera mis pensamientos—. No podemos simplemente esperar y ver qué pasa. Necesitamos saber qué le hicieron y por qué.

Asentí, mi mente trabajando rápidamente para encontrar una solución. Intentaba que algo de lo que leí de los libros fuera a servirme, pero nada era como esto.

En medio del caos de la situación recordé la herida que Axen tenía en la zona lumbar. Me acerqué con cuidado a verificar ya que anteriormente siempre se la limpiaba, pero luego dejo de permitirme eso.

Ahora en solo una semana, había una cicatriz gruesa en ese lugar. ¿Era posible que una herida de esa magnitud pudiera hacer eso en tan poco tiempo?

—Hamza, ven a ver esto —le llamé, mi voz un susurro cargado de preocupación.

Hamza se acercó, su mirada fija en la cicatriz que ahora atravesaba la espalda baja de Axen. Sus ojos se entrecerraron, y pude ver que estaba tan desconcertado como yo.

—Esa cicatriz... No estaba ahí antes —murmuró, casi para sí mismo.

—No, no estaba. Y tampoco tenía esas venas oscuras —añadí, mi voz temblando un poco—. Algo le hicieron, Hamza. Algo muy extraño.

Hamza asintió lentamente, su rostro sombrío. Mi mente seguía trabajando a toda velocidad, buscando una pista, una respuesta.

—La noche que lo encontré, paso esto, pero no fue tan desarrollado como ahora, y no habían venas protuberantes en su piel.

Explique y Hamza solo suspiro desordenando su pelo—. No me dijiste nada, habríamos investigado juntos. Con razón leíste esos libros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.