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Capítulo 4:No es culpa de nadie

Habían pasado tres días desde mi discusión con Mika. No nos hablábamos, y además había discutido con Tammy y Liam. Ellos vinieron en busca de alguna respuesta.
—¿Por qué demonios se comporta así? —preguntó Liam, con tristeza. Le había dicho que era un cobarde por no confesarle a la chica que le gustaba lo que sentía.
—No lo sé, no sé qué le pasa —dije, acercándome al sofá donde Tammy lloraba.—¿Tú estás bien? —pregunté.
—Me dijo que fui la culpable de la muerte de Jacob —sollozó Tammy.
Me dirigí a la puerta de la habitación de Mika.
—Mika, podemos solucionar esto. Queremos saber si estás bien. Por favor, abre la puerta. No estoy enfadada por la discusión que tuvimos, solo queremos hablar.
Silencio.
—Mika… —susurré.
—Amor… —respondió, sollozando.
—No, no quería decir eso, Nozomi, créeme.
—Lo sé, tranquila —dije, apoyando la cabeza contra la puerta con la esperanza de que me contestara—. Espera en el salón.
Mika tardó mucho, así que para distraernos pusimos música: “I'm in love, I'm in love with the monster”. Estábamos bailando, riéndonos de la letra.
Vi cómo la joven Glandorf se acercaba desde el pasillo. Se veía seria, pálida y cansada.
Mika bajó el cuello de su camisa. Un chip adherido a un nervio le atravesaba la piel, que se tornaba morada. Cada gemido suyo me atravesaba como un cuchillo. No podía creer que alguien le hubiera hecho algo así, que Spencer y Rita pudieran controlar partes de su cuerpo… y de su mente.
—Lo tengo pegado a un nervio. Spencer y Rita me lo pusieron para controlarlo todo —dijo Mika con la voz temblorosa—. Por eso decía esas cosas, me duele mucho y está activando mi mitad Glandorf.
Sentí un nudo en la garganta y unas lágrimas calientes amenazaron con caer. Quería abrazarla, decirle que todo estaría bien, pero el miedo a empeorar su dolor me paralizaba. Cada gemido suyo resonaba en mi pecho y me hacía sentir impotente.
No puedo permitir que nadie más la lastime... jamás —pensé mientras me acercaba lentamente.
—¿Me dejas ver? —preguntó Liam.
Mika asintió. Su piel se tornó morada al tocar el chip. Cuando Liam intentó ayudarla, sentí una mezcla de alivio y ansiedad; estaba agradecida, pero temía que algo saliera mal. Mi corazón latía con fuerza mientras veía a Mika sufrir, y la certeza de que la amaba con cada fibra de mi ser me golpeaba aún más.
—Te pondrás bien —la calmó—. Solo tengo que quitarlo antes de que controle todo tu cuerpo.
—¡Liam! —gritó su hermana.
—Cálmate, Tammy, se lo quitaré para que no la dañe —dijo Liam riendo.
Mi amigo se llevó a Mika a la cámara.
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El reloj del salón parecía marcar cada segundo con crueldad. Tammy y yo permanecíamos allí, atrapadas por los gritos que llegaban desde la cámara. Mika chillaba, y cada sonido atravesaba la puerta como un cuchillo.
Yo estaba sentada, con las manos apretadas contra las rodillas, temblando, mientras que Tammy se levantaba a cada rato, caminaba unos pasos, volvía a sentarse y se mordía las uñas. No lloraba, pero la rigidez de su rostro lo decía todo: estaba tan asustada como yo.
Los minutos se alargaban como horas. El dolor de Mika era tan intenso que, por momentos, parecía que la casa entera vibraba con sus gemidos. Y cuando los gritos cesaban durante unos segundos, el silencio era aún peor. Ese vacío me hacía imaginar lo peor.
Yo quería correr hacia la puerta, abrirla y sacarla de allí, pero mis piernas estaban clavadas al suelo. “Aguanta, Mika, por favor, aguanta”, susurré, sabiendo que no podía oírme.
Tras lo que parecieron siglos, de pronto todo cesó. No hubo más chillidos, ni golpes contra el metal. Solo silencio. Un silencio espeso que hizo que Tammy se quedara inmóvil, con los ojos clavados en mí. Yo entendí sin palabras lo que pensaba: ¿y si ese silencio significaba que ya no estaba?
—Tammy, tengo que...
—Que ir, lo sé, pero no puedes, está en buenas manos.
De repente, Liam vino hacia nosotras, se estaba quitando los guantes.
—Bueno, he analizado el chip, estaba conectado a un nervio que controlaba sus cuerdas vocales y…
—¿Dónde está Mika?
—¿Cómo que dónde está Mika? Se supone que con vosotras, hace dos horas que terminé con ella.
Fuimos corriendo en dirección al cuarto de la joven. Abrí la puerta temiéndome lo peor.
–¡MIKA!
-...
-...
-....
-...
Estaba envuelta en una toalla pasándose aceite por las piernas.
—L-Lo siento —dije, sonrojada.
Liam cerró los ojos y Tammy se fue en dirección al salón. Entonces Mika se enfadó más todavía.
—¡CIERRA LA PUERTA! —exclamó, pero me quedé en shock.
Esta cogió y me plantó una bofetada.
—¡Pervertida! —Y me cerró la puerta en las narices.
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Más tarde, en el salón, se escurrió el pelo mientras tenía el ceño fruncido, y su enojo se mezclaba con su rubor.
—A ver si llamáis la próxima vez —dijo, mientras Tammy se reía de mí. Yo tenía una pequeña lágrima seca en la mejilla y me pasaba la palma de la mano por la misma.
La joven rubia se movió detrás de mí en el sofá.
—Sentimos haber entrado en tu cuarto sin llamar —dijo Liam después de unos minutos.
—Al menos tú cerraste los ojos… no como otras —respondió Mika.
Me rasqué la nuca sonriendo tímidamente.
—No es mi culpa tener una novia tan guapa —respondí, sonrojada.
—¡Nozomi! —exclamó, roja.
—Calla y ven aquí —dije, tirándola suavemente al sillón.
Le hice cosquillas hasta que empezó a reír. Su hermosa sonrisa inundaba la estancia.
—Vale, ya paro —dijo entre risas, sentándose sobre mí.
—Perdona —murmuró tímidamente.
—No pasa nada —respondí.
—Será mejor que me vaya —dijo Liam.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté perpleja.
—Yo también quiero saberlo. —Miré a Mika—. ¿Qué está pasando?
—Mika... ¿Mika lo sabe? —Tammy miraba a Liam.
—Claro que lo sabe —Liam se estaba levantando.
—Oye… ¿ya basta, no? ¿Se puede saber qué os pasa? Me estáis ocultando lo mismo que me ocultabais hace unos días, ¿verdad? —Miré a Liam en busca de una señal o de algo que me respondiera.
—Yo prefiero ni hablar del tema —dijo Tammy, dirigiéndose hacia la ventana; se quedó cerca de su hermano.
—Perfecto —dijo Mika.
Durante la cena, Liam, Tammy, Mika y yo nos quedamos de piedra al ver cómo comían los primos, Leo y Mateo, unos niños rechonchos con pecas y cabello pelirrojo. Los primos comían con las manos como si fueran borregos. Mika puso cara de náusea.
—Se me quitó el hambre —susurré.
Tammy estaba a punto de vomitar y Liam solo bebía agua.
—A cualquiera se le quita el hambre solo con ver esa forma de comer, es una asquerosidad —terminó diciendo Mika, con la cara verde.
—Se te nota —le dije, riéndome—, tienes la cara verde.
—Sí… —rió, y yo también reí.
—No sé, yo me aburro. Y se ve que esta comida ni la tocaremos —añadí.
—Sí, es verdad —respondió Mika—, vamos afuera mejor.
—¿Chicas, a dónde vais? —preguntó el tío de Liam, Brad.
—La comida está muy buena pero nos apetecía dar una vuelta —dijimos marchándonos.
—¡LA COMIDA ESTABA BUENÍSIMA! —grité desde la entrada.
Nos levantamos de la mesa y nos dirigimos al jardín, riéndonos y dejando atrás la locura de los primos.
—¿Has probado el algodón de azúcar? —pregunté.
—¿Algodón? Ay madre, ¿pero estás bien?
—Tonta —dije sonriendo—. Es azúcar en forma de algodón, en un palito.
—Ah… —murmuró, curiosa.
—Mika Talbott, ¿quieres salir conmigo? —pregunté, ruborizándome.
—Sí, genial —respondió, sonrojada, y entrelazamos nuestras manos.
Vimos fuegos artificiales y pasamos por una librería antigua con ropa vintage y libros polvorientos. Mika estaba encantada con todo lo que compramos.
Por el camino nos encontramos con un cuaderno en el que ponía Mika.
—¿Me lo puedo quedar, no?
—No sé... cógelo, pero volvamos ya a casa.
Al volver a casa, me puse a estudiar Geografía con Tammy, puesto que teníamos examen. A Tammy se le daba bien la asignatura y me estaba ayudando. Después de ello, ella se fue a jugar con sus primos y yo a buscar a Mika. Pero cuando llamé a la puerta de su cuarto y me permitió entrar, me la encontré con Liam. Ella le estaba consolando y él… llorando.
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—Os dejo a solas —dije—. Será mejor que habléis.
—Creo que hay que zanjar este asunto ya, amor —Nozomi se sonrojó y me llamó “glandorfilla” con una sonrisa. Cada segundo que me pasaba cerca de ella era como una daga. Cuanto más amor me daba más cortaba, y yo solo quería impregnarla en mi corazón. Confiaba en ella para no dañarme, para no herirme, para amarme.
—Hablemos en el salón mejor, Liam.
Le lancé una mirada a Liam y, cuando se marcharon, fui a ducharme.
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Liam y yo nos sentamos en el salón:
—Bueno… cuéntame qué sucede conmigo. Eres mi mejor amigo, confía en mí.
—Ah… me gustas. Te amo desde que llegaste aquí y siempre quise decírtelo.
—Liam… —susurré.
—En el fondo tú ya lo sabías, pero hacías caso omiso.
Me duele un poco verlo así… pero mi corazón no es suyo. Está con Mika, y eso es lo correcto. Es lo que mi corazón siente.
Escuché pasos acercándose y supe que era el momento de ser clara:
—Liam, lo siento, pero solo eres un amigo para mí. Te quiero mucho, pero no como tú me quieres. Estoy enamorada de Mika y siempre lo estaré.
Entonces, sus labios se posaron en los míos. En milésimas lo aparté de mí:
—¡¿Estás loco?! —grité.
Mika, transformada en una Glandor, atacó. Tammy apareció perpleja, y Liam se defendió. Brad y Duncan entraron al salón:
—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Duncan, el marido de Brad.
—Todavía no me acostumbro a tu transformación —dijo Brad.
Mika gruñó a Liam y se dio media vuelta, dejando claro su enojo.
—¿SE PUEDE SABER QUÉ LES PASA? —exclamó Brad.
—Liam tuvo su tiempo para mostrarle sus sentimientos a Nozomi y decidió fastidiar nuestra relación —respondió Mika, con comillas en los dedos—.
—¿Por qué demonios pones comillas en "nuestra relación"? —pregunté, con un hilo de voz, temiendo su reacción.
Mika me miró con sus verdes penetrantes y, en vez de responder, simplemente dijo:
—Paso de esto.
Su silencio era más fuerte que cualquier grito, y me dejó con un vacío en el pecho, consciente de cuánto le había dolido todo, y de lo mucho que tendría que demostrarle que podía confiar en mí de nuevo.




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