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Capítulo 5:Arrepentimiento

–¡Por Dios, Mika! ¿A ti qué te pasa?
Discutíamos en el jardín, las flores agitadas por la brisa parecían observarnos, y el olor húmedo de la tierra mezclado con el perfume de Mika me hacía sentir la garganta seca. El sol caía de lado, pintando sombras largas sobre los caminos de piedra, mientras mis pensamientos giraban sin control.

—¿Cómo que qué me pasa? —me escupió, enfadada y borde—. ¿Ese te besa y te crees que no voy a hacer nada?

—Eres egoísta —le grité.

—¿Cómo te atreves?

—¿Alguna vez te gustó? —dijo

—. No eres capaz de confiar en tu propia novia. Piensas que amo a Liam y no a ti. ¿Es eso lo que crees? Después de todo lo que he hecho por ti… ¿así me lo agradeces? Si es así, ni siquiera sé qué hacemos juntas.

—¿Acaso quieres romper? —me dijo con la voz quebrada.

Me quedé en blanco. No quería perderla. No así.

—Yo no quiero romper —dije esta vez más tranquila.

—¿Pero…? —sus ojos estaban a punto de derramarse.

—No hay ningún “pero”. Solo quiero que confíes en mí. Joder, solo quiero estar contigo. Quiero ser feliz...

Me acerqué llorando. Estaba rota por dentro.

—Contigo —susurré.

Mika me miró fijamente.

—¿Qué tienes contra Liam? —le pregunté—

–Deberías saberlo.

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Esa noche no dormí. Me presenté en tutoría llorando porque no me había dado tiempo a terminar el examen de geografía. Por suerte, el profesor me dejó terminarlo en el recreo. Faltaban dos horas para eso.

Mika y yo seguíamos sin hablarnos. Yo no iba a ir detrás de ella como un perrito faldero. Pasaba de mí como si no existiera. Después de la discusión me encerré en mi cuarto. Pensé durante horas en lo que había dicho. ¿A qué se refería? ¿Qué le había hecho Liam?

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<<A la mañana siguiente salí temprano de casa solo para no encontrarme con ella. No quería cargar nuestra relación aún más. Debería confiar más en ella, lo sé, pero verla con Liam me hervía la sangre.

Estaba en clase de Tecnología. La sala estaba iluminada por luz fría de los fluorescentes, reflejando en las superficies metálicas de los prototipos de teclados y dispositivos sobre las mesas. Cada detalle parecía más intenso cuando mis compañeros empezaron a pixelarse, y el zumbido de los ordenadores se volvió casi ensordecedor.

—Chicos, vamos a impedir que nos roben nuestros datos cuando entremos a una web… —dijo la profesora Stephanie Yelnats, altísima y flaca, con el pelo blanco platino y unos ojos grises que parecían diamantes.

La miré… y se había quedado pixelada. Mis compañeros también. Me levanté y los toqué: seguían igual.

El miedo me heló la sangre. Salí corriendo del aula para buscar a mis amigos, pero entonces escuché una vocecilla:

<<Mika… esto no es real. No es real>>

¿Jacob? Estaba flipando.

Salí al pasillo y me choqué con…>>

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¡Mika!

—¡Por Dios! —dije, aliviada—. Menos mal que te he encontrado.

Me abrazó fuerte.

—¿Has oído…?

—Yo también he escuchado a Jacob —me dijo.

Salimos del instituto sin pensar. Teníamos que ir a casa. A la cámara secreta.

Mientras caminábamos, nuestras manos se rozaron. La sentí dudar. Yo también. Al final, entre las dos, nos agarramos. Iba a decir algo… pero me rajé. No iba a soltar un “te quiero” si ella ya no sentía lo mismo.

<<¿Por qué no dices nada, Nozomi?>>
<<¿Ya no sientes lo mismo?>>

Me giré hacia ella y no pude evitar tragar saliva. Cada latido me recordaba que estaba al límite, y un miedo mezcla de orgullo y nervios me atravesaba.
—Debería disculparme contigo… —susurré, casi sin voz.
El orgullo me podía… me perseguía como una sombra constante a lo largo de los años. Había aprendido a levantarme sola, a no mostrar debilidad, a luchar por lo que creía justo. Pero frente a ella, todo eso se sentía inútil. No sabía cómo afrontarlo, y me dolía darme cuenta de que había cometido errores que habían lastimado a quien más quería.
Me había equivocado, y aunque me costara admitirlo, era capaz de reconocerlo. Cada segundo que pasaba recordaba los momentos en que podría haber actuado distinto, cada discusión, cada malentendido, cada silencio que nos había separado. El tiempo había pasado, dejando cicatrices y aprendizajes, y aun así, ahí estaba, frente a ella, con el corazón acelerado y la certeza de que quería arreglarlo. Quería recuperar la confianza que había puesto en juego, y estaba dispuesta a intentarlo, aunque el miedo al rechazo me quemara por dentro.

–Mika...—dijo ella. Me lo ibas a decir, ¿verdad?

–Dime.

-Ya hemos llegado.>>

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Entramos en la casa. El aire estaba cargado, olía a madera vieja y polvo. La cámara secreta tenía paredes grises con cables colgando, algunos chisporroteando suavemente. La luz parpadeante reflejaba los rostros tensos, y un frío metálico se filtraba por el suelo de piedra.

Pero cuando entramos… nos quedamos heladas. Tammy y Liam estaban frente a lo mismo que nosotras: una especie de imagen flotante mostrando nuestros cuerpos tumbados en camillas, con cables conectados a la cabeza. Un líquido extraño circulaba por nuestras venas. Parecía… comida.

La imagen empezó a pixelarse. Miré a Mika. Estaba temblando. Su cuerpo empezaba a transformarse en Glandorf.

—Si la enfadamos y se transforma, podría romperlo todo y escapar —dijo Tammy.

—Esperad… ¿ese es Jacob? —dije señalando la imagen.

—Mika, ¿estás bien? —preguntó Liam.

—¿Cuánto tiempo llevaremos aquí? —gruñó ella, totalmente fuera de sí—. ¡Está jugando con nosotros!

Se transformó por completo. No esperamos más. Activamos el teletransporte.

---

Bip. Bip. Bip.
El corazón de Mika latía tan fuerte que parecía que se le iba a salir del pecho. Nos arrancó los cables.

Estábamos en los pasillos de la nave, oscuros, oxidados, goteando humedad desde el techo. Cables colgaban como enredaderas metálicas, y el olor a aceite quemado y metal húmedo nos envolvía. Mika, aún transformada, lideraba el camino. Furia pura.




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