Capítulo 6:Te amo y no dejaré de hacerlo/Yo también te amo

Íbamos a avisar a las autoridades, pero como era de esperar, estarían comprados por Spencer. Retomamos las clases. Fingíamos que seguíamos con nuestra vida, pero cada intento pesaba más que el anterior. Era como sostener una tela fina entre los dedos: podía romperse en cualquier momento.

Intentábamos continuar, retomar nuestra rutina, pero todo parecía teñido de lo que habíamos vivido. Cada sonrisa era una máscara, cada gesto una prueba de que aún podíamos respirar. Y, aun así, había momentos en los que solo quería desaparecer y abrazar a Mika hasta que todo doliera menos.

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Hace dos horas.
Lunes 24 de enero de 2022, 2:41 de la mañana.

Alguien golpeó la puerta de mi habitación. Suave, constante. Persistente.

—¿Pero qué demonios…?

Me levanté, todavía entre sueños, y abrí. La luz tenue del pasillo apenas dibujaba su silueta.

—A ver… son casi las tres de la mañana…

No me dejó terminar. Me besó.

Sus labios estaban fríos y húmedos. Mi corazón se aceleró. Noté sus lágrimas en mi mejilla antes de darme cuenta de que estaba llorando. Me aferró a su cintura y, entre besos entrecortados, susurró:

—Te amo y no dejaré de hacerlo.

No la detuve. Dejé que se hundiera en mí. Echaba de menos el calor de su cuerpo, el aroma de su perfume: ámbar. Cada inhalación era suya, y me hacía falta más. Con la voz hecha un nudo, le respondí:

—Yo también te amo.

Nos abrazamos, y rompimos a llorar juntas. Silencio absoluto salvo por nuestras respiraciones temblorosas y manos aferradas.

—Nozomi… no quiero ser tóxica contigo, no quiero comportarme como una idiota. Lo siento. —Me miró a los ojos y sentí mi alma recomponerse.

—No lo eres, ¿vale?

Le sostuve la cara entre las manos y le di un beso en la frente poniéndome de puntillas. Mika se sentó en mi cama. Encendí una vela de vainilla con girasoles; la luz era suave, cálida, suficiente para que nos encontráramos sin molestar a los demás.

Volvió a abrazarme, sin decir palabra. Me senté a su lado y nos tumbamos. Su cabeza descansó sobre mi pecho, rodeándome con los brazos. Yo apoyé el mentón sobre su pelo. Podía escuchar cómo se sorbía los mocos, intentando no sonar. «Es muy tierna», pensé. La vi sonreír un poco.

—Calla
–No he dicho nada —reí.
Ella no dijo nada, hundiendo aún más la cara contra mí.

Me hizo gracia cómo, sin querer, sus labios rozaron mi pecho. Mika nunca hacía ruido al llorar desde que Zafiro murió. La abracé fuerte. Nos acurrucamos bajo el edredón. Cada respiración nuestra se mezclaba, íntima, dolorosa, cálida.

—A ver, mi glandorfilla… ¿qué es lo que el malvado orco llamado Liam ha osado hacerle? —pregunté, en voz baja, con un tono ñoño que intentaba romper la tensión.

—Intento olvidar todo lo que Spencer me hizo. Lo intento… pero…

—¿Pero qué?

—¿Te acuerdas de lo que mi madre me contó que le hizo ese monstruo? —dijo, seria, cada palabra le costaba, como si hablara a través de un dolor físico.

Me quedé quieta. Supe al instante a qué se refería.

—Cielo… —murmuré, la garganta apretada.

—¿Cómo sabe eso? —gritó, en un llanto que ya no pudo contener.
Mika fue producto de algo que detestaba, además de otros… Matrimonio concertado, chantaje.

Respiraba entrecortada, cada palabra le raspaba la garganta. Cada inhalación era un recuerdo que dolía.

Spencer trajo a Zafiro a la Tierra supuestamente para hacerla feliz. Pero nada de eso fue bonito. Zafiro no era residente, y la gente sospechaba. Se hizo una nacionalidad japonesa, consiguió su DNI y se casó con Spencer porque él estuvo ahí para ella. A duras penas, Zafiro se enamoró de él —a saber cómo— .Cuando quedó embarazada, su marido empezó a experimentar con ella, y más tarde con Mika.

Mi novia lloraba sin control, vacía. Sus hombros temblaban, la voz se quebraba, los dedos se aferraban a mí. Estaba alterada, fuera de sí. No podía frenarse. Dolía. Dolía mucho verla así. Y aún más me dolía no poder arrancarle de dentro todo lo que él le había dejado.

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