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Capítulo 7:Se acerca el final

Era sábado por la mañana. Me había despertado a gusto, con Mika entre mis brazos. Estaba un poco estresada: tenía un millón de exámenes… y sigo teniéndolos. Me levanté envuelta en el edredón. Mika se movió un poco.
—Buenos días.
—Hola —Suspire adormilada.

El día transcurrió espléndido, tranquilo, casi divertido. No pasó nada fuera de lo normal. Eran las dos menos cuarto. Nos pusimos a hablar mientras Jacob ayudaba a Lily y a Elliot en la cocina, poniéndolos al día. La verdad es que a nuestros tutores les venía grande todo, pero poco a poco fueron comprendiendo.
Aun así, insistían en que no debíamos esperar más y que deberíamos avisar a la policía.

En las noticias ya se sabía que Spencer Talbot se había escapado. Mika trataba de tranquilizarse porque sabía que, de momento, no nos haría nada. Eran las siete.

Elliot y Lily descansaban. Tras las indicaciones del médico, Tammy cuidaba de ellos encantada y sonriente. Sus padres, asustados, le preguntaban si no era demasiado para ella, pero Tammy, sonriente, respondía:
—Os quiero, no me cuesta nada.

Me encantaba verla así, tan dispuesta, tan luminosa. Incluso a veces era Liam quien se quedaba con ellos, sobre todo con Elliot. Un día los vi llorando y abrazándose. Esa escena me conmovió mucho. Después de todo, lo intentaban.

Cenamos pronto, pues mañana sería un nuevo día y debíamos descansar.

* * *

23:38. Toc, toc.
Alguien tocaba la puerta de mi habitación.
¿Sería Nozomi?

—Hola, Mika —me dijo Yumi.
La vida no podía sonreírme menos.

—Hola, hija… ¿cómo te encuentras?

¡Mierda! Estaba con Spencer.

Entonces vi a alguien más entre sus brazos: asustada, con sangre en la cabeza.
—¡Nozomi! —Intenté correr hacia ella, pero era demasiado tarde.

—Jajajaja —rió Yumi—. Ahora sabes lo que se siente.
—Yumi, por favor, suéltala. No hagas ninguna estupidez —le dije seriamente.
—Me abandonaste. Te fuiste y no volviste —dijo Yumi con rabia.
—¿Pero qué demonios te inventas?

Vi que Nozomi se estaba desmayando. Tenía la cabeza llena de sangre. El pantalón rasgado hasta la rodilla, magulladuras, la ropa rota y manchada de sangre. Rasguños por todas partes. Los mechones de su cabello carbón estaban alborotados y pegados a la piel.

—¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? —balbuceó Nozomi.

Yumi le dio una patada en el estómago. Nozomi tosió sangre y se debilitó.
—¡No! —grité.

Me transformé. Era una Glandorf. Luché contra ellos. Spencer se llevó a mi novia y yo combatí contra Yumi.
Ella era solo medio Glandorf; básicamente podía transformarse completamente, pero llevaba tanto tiempo en su forma humana que ya apenas podía hacerlo.

—Nunca te lo perdonaré, eres horrible, Mika.
—Por Dios, cállate. Eres un verdadero monstruo. ¿Te crees que me importa tu perdón?
—¡ME ABANDONASTE!

—¡NO ES VERDAD!

* * *

Me desperté en una habitación decorada con un estilo entre futurista y aséptico. Era acogedora y apacible. Me hacía sentir segura, aunque no sabía por qué. Todo estaba teñido en tonos verdes y blancos. ¿Qué le sucede a la gente con ese color?

Había macetas con girasoles y cuadros con ilustraciones de guerra, colisiones temporales y más Glandorfs. Entonces, una chica entró en el cuarto. La puerta de cristal se deslizó como una mampara.
—Hola —me dijo, acercándose. Era asiática.
—Me llamo Yumi —dijo con voz calmada y serena.

Era alta, delgadísima, pálida. Su pelo, negro azabache, liso y delicado. Llevaba vaqueros negros de pitillo que realzaban su figura y un cuello alto blanco a juego con sus botas blancas hasta la rodilla, con tacón verde pino.

—Soy Hope… aunque creo que eso ya lo sabías cuando me golpeaste —dije bajito.
—Sí, jajajaja —rió irónicamente—. Creo que quien verdaderamente te golpeó no fui yo.
—¿De qué hablas? —pregunté, confusa.
—Mika Talbot.

Reaccioné al instante. Estampé una de las macetas contra el espejo de mi derecha. Con un trozo de cristal la amenacé, pero ella solo rió.
—Después de todo lo que ha hecho, ¿la defiendes? —preguntó con voz suave.
—Mika es buena persona. ¿Qué se supone que insinúas?
—Ay, querida… —su voz sonó dulce, casi compasiva—. No deberías fiarte de ella. Te ha abandonado, Hope.

El cristal temblaba en mi mano.
—Mika no me quiere porque me ama. Y me lo ha demostrado —aseguré.
—Qué ilusa eres —murmuró Yumi, con una sonrisa apenas visible—. Spencer solo quería salvar a su mujer. Mika… a su madre.
Hizo una pausa y me observó con lentitud.
—Y tú… tú solo fuiste parte del trato.

Me quedé muda.

—Ella te utiliza, Hope. Te está camelando para hacer contigo lo que quiera. Y cuando confíes… te abandonará —dijo en un tono tan dulce que me dio miedo.

Tambaleándome, sin rumbo, me senté en la cama. Ella continuó hablando, cada palabra como una gota de veneno.
—Mika está compinchada con su padre. Todo esto —hizo un gesto con la mano, abarcando la habitación— es parte del plan.

Cogí uno de los folios del segundo cajón de la mesita. Mientras lo doblaba con total seguridad, ella seguía hablando.
—Nozomi, las personas somos como el origami: nos asignan, nos moldean según la figura que las manos quieren crear. —Su voz era suave, hipnótica—. De pequeña, la figura que mejor se te daba era la rana, ¿verdad? Símbolo de abundancia, suerte… prosperidad.
—¿Por qué no lo aprovechas? —añadió con una sonrisa—. Puedes afrontar los obstáculos y los cambios de tu vida.

Luego me mostró su figura.
—Mira mi origami —susurró—. Un shuriken. Pequeño, afilado… lo bastante como para ocultarse.
—¿Ocultarlo?
—Me oculto —dijo ella—. En las sombras. Porque mi creadora no me quiso… por mi piel, por mis ojos. Repugna todo lo que soy.

La miré con detenimiento. Su piel parecía de porcelana. Sus ojos brillaban, oscuros, intensos, como si guardaran fuego y vacío a la vez.
—Eres hermosa —le dije.
—Oh… —se sonrojó levemente.




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