<<—Iré a buscarla y no permitiré que me detengáis —dije con determinación.
—¿Quiénes se la llevaron? —preguntó Lily—. Han pasado dos semanas desde lo ocurrido. Dos. Y no hemos hecho nada —añadió, con la voz rota.
—¿Qué quieres que hagamos, cielo? —preguntó Eliot a su mujer.
—¿Insinuáis que la dejemos ahí y no la busquemos? —Liam, furioso, se dejó caer en el sofá y volvió a levantarse de inmediato—. Yo iré contigo.
Me miró y, por primera vez, se atrevió a plantarle cara a su padre.
—No vayáis —intervino Tammy, serena—. ¿De verdad creéis que Hope se ha dejado raptar?
Harta de la discusión, salí al jardín. Las lágrimas, cargadas de miedo, resbalaron por mis mejillas. Entonces el cielo se iluminó.
Una imagen apareció sobre nosotros, proyectada desde Glandorf: el sistema de comunicación de la nave de Spancer, como un holograma suspendido en el aire.
Era ella.
Vestía unos vaqueros de un tono oscuro y profundo, combinados con un corsé verde ceñido que marcaba su figura, atravesado por un cordón en el escote. El pelo, recogido en dos moños a ambos lados de la cabeza, le daba un aspecto calculadamente provocador.
—Dios mío… Nozomi. ¿Qué te han hecho?
Mi familia —y todo el mundo a nuestro alrededor— se quedó mirando al cielo. Los coches se detuvieron. El mundo entero contuvo la respiración.
Ella habló.
—Hola a todos. Me alegra que me veáis. Estoy aquí para comunicaros que, a partir de ahora, estáis solos.
Sonreía.
—Un pajarito me ha contado las fechorías de mi exnovia, a la que todos conocéis. Fue capaz de abandonar a su amiga.
Nozomi reía. Yo, en cambio, sentí cómo algo se me rompía por dentro.
—Después de todo lo que hice por ella, Mika solo me ha tratado mal —continuó.
Mientras hablaba, sostenía un folio entre las manos. Lo doblaba y lo desdoblaba una y otra vez.
—Decía que me amaba —dijo—. Mentiras. Si fue capaz de abandonar a Yumi, su amiga, también será capaz de abandonarme a mí.
Levantó la vista.
—Por eso voy a haceros el mayor favor posible: bombardearos con el virus Glandorf, para que sepáis lo que es sufrir.
Rió a carcajadas y nos mostró su origami: una rana.
—Yumi le ha lavado el cerebro… —susurré.
El caos estalló.
—¿Quién nos salvará ahora? —decía una voz. —¿Quién nos protegerá? —gritaba otra.
Algunos murmuraban que, siendo críos de trece o catorce años, estas estupideces eran inevitables.
Me di la vuelta y corrí hacia la cámara secreta.
Una mano me sujetó del brazo.
—No vayas —me dijo Eliot.
—Tengo que ir. Se lo debo. Todo.>>
---
—Bueno, Nozomi —dijo la voz burlona de la joven asiática—. ¿Qué se siente al preocuparse solo por una misma?
No supe qué responder. Me sentía rara. Ausente. Yo no quería aquello, pero mi cuerpo me traicionaba.
Cogí otro folio.
Hice veinte origamis. Veinte ranas. Veinte oponentes. Veinte victorias.
Me sentía más viva que nunca, más fuerte… pero una voz enorme dentro de mi cabeza me suplicaba que parara. Que lo dejara todo.
Nozomi, por favor… para. Tú no eres así. Te han lavado el cerebro.
Escuché su voz. La reconocí. Sacudí la cabeza para apartarla.
Entonces las imágenes llegaron solas: Mika y yo.
Te amo.
Yo también te amo.
—Muchas gracias, Nozomi —dijo una voz metálica—. Si antes me miraban mal, ahora será peor.
—M7, daos prisa.
Las imágenes de nosotras besándonos se mezclaron con un dolor brutal.
—¡Agh, mierda!
Mi cabeza iba a estallar. El mareo me hizo tambalear.
Entonces lo entendí.
—El cuaderno…
Corrí. Sin pensar. Crucé salas, pasillos, puertas. Corrí hasta que el aire me quemó los pulmones y, de repente, choqué con alguien.
—¿¡Hope!?
—¡Jacob!
Lo abracé sin saber por qué. Algo dentro de mí gritaba que debía hacerlo.
—Mátale —susurró Yumi.
Estaba detrás de mí. Me acarició el hombro y dijo, casi con ternura:
—Luego estarás deseando recordarlo todo. Todo lo que te han hecho.
No le hice caso. Me relajé.
Vi que Jacob sostenía una jeringuilla. Iba a pincharla.
No sabía por qué confiaba en él. No sabía siquiera cómo lo conocía. Pero debía hacerlo.
—La mataré —dije en voz alta.
Yumi rió y se apartó para observar.
Entonces la agarré del brazo, aún de espaldas, y la lancé hacia delante.
Jacob no dudó.
La pinchó en el cuello.
En segundos, Yumi cayó inconsciente.
Más Glandorfs aparecieron. Atacaron.
Pero una de ellos luchó contra todos.
Mika.
Los derribó uno a uno hasta que no quedó nadie.
Entonces Tammy, Liam y Jacob empezaron a rodearme.
—¿Por qué has hecho eso? —exigió Tammy—. ¿Qué demonios se te pasaba por la cabeza?
—El origami —respondí—. Era un juego psicológico. Me rompieron por dentro.
Mika se destransformó.
Se acercó para abrazarme.
La aparté.
—Sé lo que elegiste. A Yumi.
Mika bajó la mirada.
—Te lo ha contado… Yo solo quería volver a verte.
—¿De qué estáis hablando? —preguntó Jacob.
—No diré nada por la privacidad de Yumi —dije—, pero me siento identificada.
Me giré hacia Mika.
—¿Cómo que te sientes identificada? Yo jamás te he abandonado —gritó.
Entonces le solté todo.
Todo lo que le había dicho a Yumi.
Yumi seguía inmóvil en el suelo.
—Aun así te amo —concluí—. Porque sé que lo pasas mal. Pero me duele que me trates así.
El silencio pesó como plomo.
—Será mejor que nos demos prisa —dijo Liam—. Yumi se despertará pronto.
Miró alrededor.
—Acabemos con esto de una vez por todas.
Editado: 17.12.2025