Volviendo a casa, no habíamos dicho ni una sola palabra. Ni siquiera encendimos la radio.
El silencio nos envolvía como una manta pesada, y ninguno se atrevía a sacudirlo.
Ya en casa, Liam por fin pudo descansar sin preocuparse por nada.
Lily y Elliot temían que su hija se quedara con el susto… pero lo que no sabían era que ya había pasado por todo aquello antes.
Dos semanas después, Tammy, Liam y yo regresamos al planeta Glandorf para seguir explorando.
Fue entonces, al entrar en una cámara secreta, cuando alguien nos sorprendió.
Nada más verla, corrí hacia ella. Me echó los brazos y lloré como nunca antes.
—¡Mika! —exclamé entre lágrimas.
—Nozomi, te he echado de menos —dijo ella con una sonrisa.
La joven rubia, de apenas trece años, me abrazó con fuerza y depositó un beso suave en mi mejilla.
Nozomi era Esperanza. Hope, en japonés.
—Mika, ¿cómo es que estás aquí? ¿Estás bien?
Se separó de mí a duras penas.
—Quise seguir en contacto contigo, pero Spencer me descubrió y no pude escribirte más... —bajó la mirada—. Pero leí todas las cartas que me mandaste, incluso después de que te dieras cuenta de que no podía responderte.
—Me alegra tanto que estés bien —le dije, volviendo a abrazarla.
Ella me devolvió el gesto con calidez.
—Yo también, Nozomi. Tengo tantas cosas que contarte...
—Hope, ¿quién es este chico? —preguntó Tammy, curiosa.
—Eso mismo digo. ¿Es Mika? —añadió Liam, con el ceño fruncido.
—Sí, es mi amiga de la infancia. Desde que nací, prácticamente.
Nuestros padres eran amigos, y nosotras nos volvimos inseparables.
Pero cuando su madre y mis padres murieron… nos separamos.
—Oh... lo siento mucho —dijo Tammy con dulzura. Siempre fue muy comprensiva.
—¿Fue por ella que te distrajiste el otro día? —preguntó Liam, claramente molesto.
—Ehm... yo... sí. Fue por ella —confesé.
Liam se dirigió a la puerta de la cámara secreta.
—¿A dónde vas? —preguntó Tammy, desconcertada.
—Todos estos años y nunca nos contaste…
¿Que eras amiga de ese monstruo? ¡Su padre es el causante de todo este caos! ¡Spencer Talbott!
—¡Maldita sea, Hope! ¿Estás loca?
—Liam, no tengo por qué contarte toda mi vida.
Yo también tengo mis cosas, igual que tú y Tammy.
Y no hace falta que me grites… joder...
Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, una tras otra, como si no tuvieran fin.
—No tienes por qué tratarla así. Ella no tiene la culpa —intervino Mika, firme—.
Y que sea la última vez que me llamas “monstruo”.
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Nos dirigimos al salón, con miedo a lo que Lily y Elliot pudieran decir.
Nada más entrar, Elliot nos miró y dijo, con la voz tensa:
—Buenos… días.
Estaba sentado. Al ver a Mika, sacó un arma de debajo de la mesa.
Mika, sin pensarlo, se puso delante de mí.
—¡Elliot, para! —grité.
—¿Qué hace ese monstruo en mi casa, Hope?
—No soy un monstruo, joder —replicó Mika, furiosa.
Lily emergió de la cocina con la cara rebosante de preocupación.
—Solo tiene trece años... Tesoro, siéntate a comer.
—Ni hablar —dijo Elliot, sin moverse—. No pienso dejar que el hijo de Spencer Talbott, el hombre que arruinó la vida de millones de personas, se siente en mi mesa.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Mika.
Lo había pasado mal. A simple vista era una chica normal, incluso atractiva.
Pero si se alteraba, si se enfadaba o se ponía triste... podía convertirse en un infierno.
Al ver su rostro, no pude evitar entristecerme y recurrí a mi arma más poderosa: mis propias lágrimas.
Lágrimas y más lágrimas comenzaron a brotar, y al final, Elliot cedió.
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Pasaron los días, pero seguían comportándose mal con ella.
Llegó un momento en que Mika pareció no soportarlo más, pero yo estaba ahí para ella.
Aunque siempre estaba triste, cuando me veía, una sonrisa radiante iluminaba su rostro.
Era viernes. Habían pasado ya dos semanas desde que Mika llegó.
Era la hora de comer, y Lily, ahora que Mika vivía con nosotros, nos dijo:
—Mika, al parecer, estaba en vuestra clase. Solo que estudiaba desde casa. Así que no habrá complicaciones.
—Lleva dos semanas aquí... ¿cuándo se va a ir? —dijo Liam, sin disimular su disgusto.
—Nunca, hijo —respondió Elliot con seriedad—. Ahora Mika forma parte de la familia. Como Hope.
—Yo y tu madre vamos a salir. Te dejamos al mando —añadió.
—Sí —respondió Liam, forzando una sonrisa.
—Me refería a Mika, hijo. Esta es una prueba. No la desaproveches.
—Sí, tesoro —intervino Lily, con voz suave.
Los ojos de Mika se llenaron de lágrimas, esta vez de felicidad.
Sonriendo, abrazó a Elliot y a Lily, que la recibieron con una gran sonrisa.
Liam, por su parte, se cruzó de brazos y murmuró con amargura:
—¿Así? ¿Tal cual? Yo es que lo flipo...
—Liam, cariño... —dijo Lily con una mirada preocupada—. No te pongas así. Mika acaba de llegar, y solo intentamos que se sienta bien.
—Exacto —añadió Elliot—. Hijo, te quedas al mando —dijo, mirando a Mika.
Liam no respondió. Se fue directo a su habitación.
Tammy intentó seguirle, pero él cerró la puerta de un portazo.
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Me llevé a Tammy al jardín. Estaba lleno de flores, y el aire era fresco y tranquilo.
Nada venía mejor que escuchar a los pájaros y desconectar un poco.
La naturaleza era nuestra amiga fiel.
Cuando todo iba mal, detenerse un momento para mirar las nubes, escribir o tomar un té… podía calmar a cualquiera.
Tammy y yo nos sentamos en la hierba fresca, respirando el aire puro que inundaba la tierra.
Entonces, me percaté de las lágrimas en sus ojos.
—¿De verdad? —dijo entrecortada—. No puedo… no lo soporto más.
—Tranquila, Tammy —la calmé—. Se le pasará.
Ni yo misma lo creía, pero con cómo iban las cosas, no podía decirle que su hermano era un egoísta.
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Editado: 29.07.2025