Lily estaría bien. Eso fue lo que nos dijeron, y lo que decidimos creer. Con reposo, sin moverse demasiado, sin estrés. Y entonces, el alivio. Uno que no llegó de golpe, sino en pequeñas oleadas.
Habían pasado ya dos semanas.
Y en todo ese tiempo, no habíamos hablado con Liam. Ni una palabra. Ni siquiera miradas cruzadas.
Nos concentramos en Mika. En estar con ella. Bueno… yo estaba con ella.
Cada vez que alguien me pedía algo, respondía lo mismo. No pensaba. No dudaba.
—Hope, ¿te vienes con Liam, Tammy y conmigo a…?
—Lo siento, Elliot. Me quedaré con Mika.
—¿Te vienes a estudiar?
—Lo siento, Tammy. Estudiaré con Mika.
Lo cierto es que no era solo yo. Todos, a nuestra manera, intentábamos sostenerla. Aunque fuera con las manos temblorosas. Aunque también nos estuviéramos desmoronando por dentro.
A la hora de cenar, Lily lo dijo con voz suave, casi como si se le escapara:
—Me alegro de que estemos todos bien.
Una lágrima le resbaló por la mejilla. Nadie la mencionó. Nadie rompió el momento. Solo nos acercamos a abrazarla. Elliot. Liam. Tammy. Yo.
Todos.
Todos, menos Mika.
Se quedó ahí, quieta, como si esa escena no fuera suya. Como si no supiera si podía formar parte de eso.
Entonces Liam alzó la voz, no para llamarla, sino para hacerle entender algo:
—Eres un miembro más de la familia… ¿Por qué te quedas ahí?
Mika sonrió. Esa clase de sonrisa que nace cuando algo dentro se rompe, pero en silencio.
Y entonces corrió hacia nosotros. Nos abrazó. Nos dejó abrazarla.
Y, en medio de todo eso, nos pedimos perdón. Sin palabras, con la mirada. Por los silencios, por la distancia, por las veces que no supimos estar.
Sobre todo yo.
Por haberles dejado de lado.
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supervivencia en un mundo distópico, ciencia ficción oscura y distópica, drama secretos y traiciones
Editado: 27.07.2025