Me quede de piedra .
Desde que Mika me lo dijo hace tres días, no había querido responderle.
No podía. Tenía que concentrarme en mis estudios. En encontrar la fuente de energía.
Me aferraba a la misma excusa.
Como una cobarde.
𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐦𝐞 𝐝𝐞𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐫 𝐦𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫.
Pasábamos por los pasillos en silencio.
El suelo de metal vibraba bajo nuestros pasos. Las luces azules del pasillo parpadeaban a ratos, como si también tuvieran miedo de hablar. Las paredes, llenas de cables expuestos y paneles abiertos, parecían vigilarlo todo, hasta que rompí la tensión:
—¿Cuál era la sala donde se encontraba la fuente nuclear?
Mika estaba en la cámara secreta, frente al ordenador.
—M7. Daos prisa —respondió, seca.
Desde que me confesó sus sentimientos, hablaba así.
Fría. Corta. Herida.
Y la verdad… no la culpaba.
***
Hace solo tres horas, había ido a verla.
—Mika, estoy aquí. ¿Puedo pasar?
Ella me dejó entrar en su cuarto. Se veía cansada. O decepcionada. O ambas.
El aire olía a ámbar y frutos silvestres.
Quería que ese olor se me impregnara para siempre.
—¿Pasa algo? —me preguntó.
—Venía a hablarte de lo que pasó hace tres días...
—¿Me vas a dar una respuesta? ¿Es eso, verdad?
La vi sonreír.
Una de esas sonrisas que no deberían doler... pero duelen.
—No es lo que crees —le dije—. No voy a responderte. Ni ahora… ni nunca.
Creo que ahora debo concentrarme en mis estudios. En descubrir la fuente nuclear.
No es que no te ame... pero no puedo hacerlo.
No puedo tener distracciones.
—¿Entonces soy una distracción?
Sus ojos se clavaron en mí, brillando con una mezcla de tristeza y miedo. Frunció el ceño, mordió su labio inferior, y por un instante pareció a punto de retroceder, insegura de si debía seguir buscando una respuesta o simplemente huir.
Sus pupilas se dilataron y un hilo de voz casi susurrado salió de sus labios, revelando más que cualquier palabra lo que temía escuchar.
—No, Mika. Escúchame...
—Da igual —me interrumpió—. No debí haberte dicho nada.
Se dio la vuelta y me cerró la puerta de un portazo.
Yo me quedé callada.
Otra vez.
Otra vez lo había hecho. La estaba dejando ir.
Me crucé de brazos, tratando de contener un temblor que no podía ocultar.
Pero entonces lo solté, sin poder contenerlo:
—Yo también te amo.
Lo dije con la voz rota, sabiendo que ya era tarde.
O eso creía.
Porque lo que yo no sabía…
Era que Mika me había escuchado.
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supervivencia en un mundo distópico, ciencia ficción oscura y distópica, drama secretos y traiciones
Editado: 01.08.2025