Cecilia Campbell
El autobús había quedado atrás, y con el, cualquier rastro de civilización aparente. Apenas lograba visualizar el camino mientras el cavernícola me transportaba. Aún así, deseaba mantener la cordura a medida que el hombre de cosplay aligeraba su paso y tras un tiempo infinito, me bajó. La gente experta que salía comentando sus viajes en las revistas de altruismo no recomendaba utilizar tacos durante las excursiones, sin embargo ¿eso aplicaba para mí? ¡Obvio que yo! Yo era una maestra con habilidad para manejar cualquier zapato, pero no para predecir el clima o estar preparada para adecuarme a cualquier ambiente.
El cavernícola me agarró como poste de luz y me plantó en un charco, manchando no solo mis preciosos tacos, sino que también salpicó y atentó contra mi buena etiqueta. La piel entera se me erizó en cuanto comencé a visualizar dónde me trajeron. Lo único que alumbraba eran antorchas grandes clavadas a los alrededores. Era evidente que, aquí no llegaba el servicio de alumbramiento público. De repente, reparé en la presencia de más personas. No muy lejos, vi varias figuras que me observaban en silencio. Es decir, estaba acostumbrada al escrutinio público, a ser observada por mi belleza y a brillar. Aún así, ellos me generaban una especie de nerviosismo, como si mi instinto selvático me advirtiera que…
—¡Oh! Es un gusto, soy Cecilia Campbell. —me presenté con humildad, olvidando la pregunta absurda de hace un momento. Asimismo, hice una reverencia; una que no duró porque pensé ¿por qué lo hacía? ¿Acaso se me pegó lo del kdrama? Entonces, me enderecé.
Nadie dijo nada, ni siquiera me devolvieron el saludo por cortesía, solo se limitaron a ser cautelosos conmigo, murmurando entre ellos en un idioma que me aterrorizó al ser ignorante. De un segundo a otro, los miembros vestidos igual que el cavernícola se abrieron, como cuando el océano se partió en Moisés y los 10 mandamientos. Noté que todos se inclinaron y por temor a ser criticada luego de que esto pasara, también me incliné, haciendo una reverencia respetuosa. La razón de su comportamiento coordinado se debió a una menuda mujer anciana que se acercó cojeando, de largas trenzas plateadas y usando de apoyo un bastón mientras era escoltada por dos mujeres verdaderamente hermosas y jóvenes, cuya vestimenta consistía en una falda y top de palmas verdes.
—Oh, es un gusto. —reiteré el saludo, esperando que la señora se pudiera comunicar conmigo. Sin embargo, la anciana no cambió su expresión seria y apagada hasta que ordenó a una de sus escoltas que le trajeran un tazón que albergaba un líquido dorado, mismo que utilizó para dibujar un símbolo en mi frente. Acto seguido, retrocedió poniendo una sonrisa pequeña antes de reverenciarme y decirle al cavernícola:
—<<Es la dama de la divinidad>> —expresó con lentitud. Debido a que estaba bastante atenta, sentí esperanza cuando vi que usaba lenguaje de señas. Aplaudí por reflejo, experimentando cómo un par de lágrimas corría por mi rostro. ¡Me salvé!
—<<Procederemos con el ritual de la boda entonces>> —confirmó el cavernícola moviendo los labios en lugar de responder con el lenguaje de señas. Aún así, lo ignoré y me apresuré a concluir:
—¡Yo! ¡Yo conozco el lenguaje de señas! —me emocioné como la primera vez que me pidieron la mano en un majestuoso atardecer. —¡Señora, por favor, ayúdeme, yo no sé dónde estoy y… ! —empecé a contarle todo de manera apresurada, atreviéndome inclusive a tocar sus manos llenas de cayos. Necesitaba esperanza; una que se esfumó tan pronto como se soltó, empleando el lenguaje de señas:
—<<Es una mujer ruidosa>> —no movió las manos a un ritmo rápido ni lento. Entonces, ¿por qué no lograba comprenderla? —<<Felicidades, joven jefe>> —reverenció al cavernícola. Por mi parte, mi CPU no procesó nada. ¿Acaso existían distintos estilos de lenguaje de señas hasta en las tribus y comunidades? Odié mi ingenuidad.
Tras ese terrible choque cultural, unas chicas aparecieron y me condujeron a una choza donde a fuerzas esperé. Por suerte, en mi bolso que aún cargaba, encontré una pequeña cámara instantánea y otra grabadora, con la cual me dediqué a grabar mientras todos estaban ocupados, preparando…
—¡Hola, mis queridos seguidores! ¡Soy Cecilia Campbell, su influencer favorita! —expuse mi mejor sonrisa por ellos. —Hoy, tuve un tour turístico, pero me perdí por distraída. —me reí de mi propia desgracia. —Aún así, me encontré con esta pequeña tribu, miren… —cambié la configuración, enseñando lo que estaban haciendo. —Tenemos problemas de comunicación y entendimiento. De todos modos, parecen estar haciendo un ritual de ¿bienvenida? —me descoloqué, invadiéndome el miedo cuando vi que cavaban un agujero en la tierra y prendían lo que en mis términos sería una parrilla.
¿Iban a hacer caja china, pero con qué?
Seguí grabando mi blog selvático, contando cada minuto hasta que las mismas muchachas que me escoltaron, trataron de llevarme. Quizás por las diferencias culturales, tuvieron curiosidad por mis accesorios y dispositivos. En mi idioma, les prometí que luego les enseñaría. Asimismo, me metieron al hueco que los hombres cavaban y también me llenaron de lodo.
—Oh, ¿es un repelente natural? —comenté con curiosidad, pues tras ser embarrada por ese lodo exótico, ningún mosquito me picó. Las muchachas que me cubrieron del mismo, se limitaron a estar mudas. Además, me colocaron una corona de flores y palmas en conjunto con un abrigo de piel de ¿oso? —Señor cosplay, un gusto verlo de nuevo. —hablé llena de nerviosismo cuando lo vi meterse al hueco que se achicó con su tremenda presencia.