Expuestos en vivo

09: Gran cacería

Cecilia Campbell

Por la boca muere el desgraciado pez. El amanecer llegó con un coro de pájaros, monos chillones y mi insomnio nivel experto. Apenas abrí los ojos, recordé la condena que había aceptado: cazar. Todas las mañanas, rogaba despertar de esta condenada pesadilla, sin embargo, siempre me encontraba en la misma choza. Todavía procesando mi destino, balbuceé:

—¿Cazar? —la lengua se me durmió, estando tan quietecita que fue fácil para las damas doncellas alistarme. —¿Yo? La única vez que cacé algo fue la oferta del 2x1 en Zara. —reflexioné, siendo consciente de mis innumerables privilegios como Campbell. —Pero, ¿qué cazaré? —me obligué a ser fuerte cuando Aris me hizo agarrar una lanza prehistórica.

La noche anterior, percibí la majestuosa choza como aquella celda donde encerraron a Jesucristo con su corona de espinas antes de ser crucificado. Nada me generó tanta ansiedad como ahora, por lo que intenté buscar mis barritas de chocolate que escondí solo para toparme con que ese cavernícola hurgó en mis cosas y se las comió. Ugh, miré de reojo al ladrón que pensaba qué prueba ponerme.

Aún así, pensé en otra solución mientras buscaba una mouse herramienta o pedía ayuda como Dora la exploradora. Entonces, detesté mi vanidad, porque no encontré nada útil salvo mi spray de pimienta rosa con glitter. Esto de la igualdad ya no me estaba gustando.

<<Cazar para ser igual a mí, probar valía>> —concluyó entre pensamientos absortos.

—¿Y qué cazaré? ¿un conejo? ¿una ardilla? ¿un pajarito? —traté de adivinar, considerando que no sería complicado si eran esos animalitos. Me daba pena, pero estaba en juego mi supervivencia.

Un rato después, Yaván aplaudió como si la divinidad le hubiera susurrado.

<<Jaguar>> —sonrió. Mi rostro palideció. ¿Desde cuándo nos saltamos hasta el nivel avanzado? Listo, Cecilia, hasta aquí llegamos. —<<Igual que yo en ceremonia de edad>> —justificó su decisión, haciendo una expresión igual a la de ese animal.

—¡Soy del curso de principiantes! —grité tan mortificada, a punto de desmayarme. —Lo único jaguar que conozco es el carro de lujo, ¡y apenas lo vi en una revista! —me defendí. Era de esperarse que no me entendiera a diferencia de mí que a medida que mi permanencia se alargaba, iba aprendiendo más. —¡Reconsidéralo! —exigí reiteradas veces. No obstante, su terquedad solo significó que no cambiaría de opinión.

En ese momento, supe que mi carrera de influencer me había preparado para muchas cosas: fotos perfectas, poses imposibles, enfrentar haters… pero jamás para enfrentar un felino asesino en medio de la selva. Pese a dicha injusticia, Yaván no tardó en reunir a un grupo y liderar la cacería de esa mañana. Si muero aquí, al menos que me hagan viral si encontraban mi celular o cámara instantánea. Durante la excursión premium de senderismo y cacería, tomé fotografías hasta que la cámara murió; ¿mi destino sería el mismo?

<<¿Miedo?>> —habló de repente, observándome como si el cielo y la tierra se partiera por nuestra diferencia de estatura. Gruñí.

—He sobrevivido a cosas peores… —no me doblegué, siendo una orgullosa total hasta mi último aliento. —Como una fila de tres horas en el Black Friday. —alardeé de mi experiencia. Yaván tuvo la misma expresión de un simio.

Tras ello, nuestra conversación se cortó hasta que llegamos a un claro demasiado silencioso para ser tan temprano. El jefe levantó la mano para que nos detuviéramos y cociéramos nuestras bocas. ¿Cuál era la probabilidad de encontrar un jaguar? ¡Bah! Me preocupé por las puras, asumí después de estar media hora ocultándome tras la figura imponente de Yaván, como si fuera la sombra de un frondoso árbol. Iba a agradecer a la divinidad hasta que sentí cómo me erizaba, como si hubiera recibido una fuerte descarga eléctrica.

Se escuchó un rugido que estremeció el aire. Mi corazón se detuvo. Me enderecé. Ahí estaba: un jaguar real, precioso, enorme, mirándonos como si fuéramos un bufé libre.

—Jejeje… —me reí nerviosa. ¿Dónde salió? —¿Acaso tienen un zoológico de donde se escapó esa cosa? —me aferré a la cintura de Yaván como garrapata mismo que hizo un ademán para que sus hombres se retiraran, entonces me obligó a despegarme y me puso delante suyo. ¡Maldición! ¡Dónde quedó la caballerosidad!

<<Ser momento tuyo de gloria>> —me felicitó Yaván, dándome un empujón, esto ocasionó que mis pies se enredaran y me cayera. Creí que al girar la cabeza, estaría él, protegiéndome. Es decir, sí estaba, pero escondiéndose con sus hombres tras arbustos que no los cubrían. Mordí mi lengua.

—¡Gloria mis zapatos! —chillé caprichosa. —¡No firmé contrato con Discovery Channel para esto! —pataleé, provocando que la atención del jaguar se centrara en mí. Mis lágrimas se desbordaron cuando se acercó más, teniendo esa mirada de: “Hoy quedaré con hambre, pero desayunaré carne nueva”. ¿Así moriría Cecilia Campbell, ícono del estilo y la paz mundial, sin haberme vengado correctamente de mi ex, ni dicho a mis familiares cuántos los amaba? La mano me sudó tanto que se me resbaló la lanza que Aris me dio, entonces escuché:

<<Recoger arma, ¡cazar a jaguar!>> —escupió como si quisiera ayudarme cuando él mismo me entregó como comida. Es más, el jaguar me estaba babeando la cabeza. Reprimí mi llanto.



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En el texto hay: matrimonio, boda viral, tribu

Editado: 10.10.2025

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