Dos días después.
Yaván Ragnar
Había mucho por preparar en muy poco tiempo, por lo que los preparativos se hicieron apresuradamente. Entrené a los escuadrones con rudeza, aseguré buenas presas durante mis cacerías y asigné el control momentáneo al hermano mayor de Aris; mi segundo al mando para que vigilara todo, incluyendo las acciones del hermano de mi esposa. Mientras Cecil terminaba con el ritual de lluvia adicional y se despedía de sus mascotas, me alisté para la peregrinación.
—<<Mi señor, ¿por qué toma esta decisión repentina?>> —preguntó la anciana Malak, la misma que atendía la mayoría de partos en la tribu, oficiliazó mi matrimonio y asistiría en el nacimiento de mis descendientes. Puse mis armas en el centro de las hojas y luego usé pitas para cerrar todo. —<<Mi señor Yaván, ¿por qué se esfuerza por traer cosas desconocidas a la tribu? Si fuera Nahual, él no…>> —insistió ansiosa. Sin embargo, la interrumpí.
—<<No olvidar que yo ser jefe ahora, Nahual no, es Yaván>> —remarcó con autoridad, tratándola con un mínimo de respeto. Malak suspiró. —<<Yo querer traer reconocimiento como Yaván Ragnar>> —esclarecí determinado a lograr más cosas que Nahual.
Malak asintió, comprendiendo. Asimismo, me pidió que me agachara para dibujarme el símbolo tradicional en mi frente que significaba bendición y suerte. Medité como decía Cecil. La mayoría de descendientes del linaje Ragnar se convertían en jefes tras su ceremonia de adultez a los diecinueve años, en esta se enfrentaban a una prueba peligrosa.
Sin embargo, yo nunca tuve una y asumí el puesto hace apenas seis meses a mis veintitrés. ¿La razón? Sucedí a Nahuel Ragnar, mi hermano mayor quien se ascendió al cielo por enfermedad. Considerando el corto periodo de luto, y los desastres que se avecinaron, parecía que haber sido jefe fue una maldición hasta que la divinidad me dio a Cecil.
—<<Traerás honor a tu tribu>> —afirmó Malak, haciendo una venia con ese diminuto esqueleto. Me enderecé. —<<Nosotros siempre te seremos leales y apoyaremos tus decisiones>> —añadió con sinceridad. No obstante, eso no era verdad. Antes de Cecil, muchos me cuestionaban, por lo que evitaba tomar decisiones raras o que lastimaran a mi gente, incluyendo acceder a irme.
—<<Volveré tras conquistar ciudad>> —proclamé airosa, golpeando mi pecho. Malak tampoco conocía el término ciudad, Cecil dijo que era como nuestra tribu, pero más grande. Tras ello, abandoné la choza y di un último recorrido, avisando a mi gente: —<<Mantener salud y a salvos. Regresar con consorte tras conquistar tierras>> —justifiqué mi ausencia temporal.
Los hombres respondieron y las siervas me desearon suerte. Cuando fui por mi esposa, la encontré bailando y luciendo bastante roja mientras hacía el ritual de la lluvia frente a sus padres que parecían imitarla. ¿También deseaban nuestra prosperidad? Pronto, se subieron todos al bote, como queriendo escapar igual que las presas. Yo tomé el remo, anunciando:
—<<Antes de ir a tu tierra, ir primero a tribu vecina para presentar respetos>> —comuniqué a mi esposa. Todos estaban observando desde la lejanía al joven rubio, cuyos gritos aún se escuchaban:
—¡Malditos sean, ¿cómo pudieron venderme?! ¡Moriré aquí! —sollozó como presa agonizando, estando tirado en la orilla. Le pedí al hermano de Aris que lo cuidara, así que estaría bien. Al escucharme, Cecil giró a verme:
—<<¿Para qué irías a presentar tus respetos ahora?!>> —no entendió mi tradición. El líder de la tribu vecina era de la línea de sangre del primo de madre. Es decir, mi único pariente. —<<¡¿Por qué ahora?! ¿Acaso te metiste a alguna app de citas e hiciste match?! >> —se acercó a jugar conmigo. Me reí, parecía un juego de fuerza como cuando era niño. Sin embargo, no la zarandeé sino que la abracé. Cada día, aprendía de sus costumbres raras.
Se tensó.
—<<Presentar a pariente como esposa>> —informé con ella escabulléndose como el conejito que cazé por primera vez. —<<Es tradición>> —me encogí de hombros, tomando el remo para avanzar. Cecil enarcó una ceja, observándome.
—<<¿Por qué no fuimos antes?>> —me quitó el remo, ignorando a su familia que le lloraba a su hermano.
—<<Matrimonio debe durar dos meses mínimo>> —respondí, pero su curiosidad se notó en su rostro. —<<Muchas esposas no sobrevivir>> —puso mala cara y decidió no hacerme caso.
—<<¿Por qué remabas?>> —quiso saber.
¿Era tonta?
—<<Mover bote>>
—<<¡Pero tiene motor, Yaván!>> —dijo, señalando el costado del bote.
—<<¿Qué ser motor?>>
Suspiró.
—<<Quítate, yo lo hago>> —y dicho eso, hizo magia, porque el bote se sacudió tan fuerte que casi me caigo al agua. Su familia se tuvo que amarrar al bote para resistir la potencia mientras que el representante y abogado, palabras que me enseñó Cecil, se abrazaron. —<<Dime hacia dónde ir, dijeron que sí teníamos tiempo>> —habló tras cuchichear con los extranjeros. Tuve mucha curiosidad sobre esa cosa que movía el motor, ¿acaso había algún animal ahí o un espíritu? —<<¡Yaván, dime dónde es y no metas la mano ahí>> —chilló, dándome un manotazo cuando quise meter mis dedos dentro de esa cosa.