Expuestos en vivo

25: Derecho consuetudinario

Unas semanas después.

A la habitación del hospital, un abogado de la firma Clayton irrumpió el empalagoso momento en que Evaristo era atendido por sus cuatro mujeres, casi cinco, puesto que se sumaba a su harén una enfermera que estaba enamorando aún si estaba en proceso de rehabilitación después de la golpiza que le dieron. Se fracturó la nariz, brazo y dislocado un hombro, por lo que la recuperación sería lenta. El abogado carraspeó la garganta y entonó:

—En mérito de su derecho a la notificación y defensa, leeré el documento. —enunció con profesionalismo. Evaristo enarcó una ceja, creyendo que se trataría de la compensación, debido a sus lesiones. No obstante: —La señora Cecilia Ragnar ha interpuesto demanda por indemnización por daños y perjuicios, en concentro por daño moral, emergente y lucro cesante, solicitando que le pague la suma de 50 millones de dólares americanos. Además que… —remarcó la exorbitante suma que hizo que Evaristo hiciera a un lado a todas sus amantes. —se abstenga de lucrar con su imagen o nombre, de lo contrario emprenderá acciones legales por la vía legal. —simplificó todo antes de extenderle el documento de la demanda. Evaristo lo leyó, saboreando la derrota inmediata. —Asimismo, les extiendo estos otros documentos en lo que la señora Ragnar también las está demandando a ustedes, señoritas. —entregó a las amantes desconcertadas quienes poco a poco fueron desmayándose.

Evaristo y las mujeres sudaron.

—¡Esto tiene que tratarse de un error! —rugió Evaristo. —¡Si ella no desiste de las demandas, entonces yo también los demandaré! ¿Acaso no ve cómo me dejó ese animal? ¡Casi me desfigura! —alegó.

El abogado sacó su código penal, civil y otras leyes especiales, fingiendo revisar exhaustivamente. Evaristo se ilusionó, pero el profesional dijo sonriente:

—Derecho consuetudinario.

—¿Qué? —se volvió pálido.

—Es un extranjero en sí, no se rige por las disposiciones legales de aquí.

—¿Qué quiere decir? —Evaristo por poco llora.

—Nunca le darán la razón a usted.

—¡¿Pero por qué?! ¡Mire cómo estoy! —hizo un berrinche.

El abogado se soltó, tomó sus cosas y se despidió de esa habitación que se convirtió en un caos.

—Él no cometió ningún delito según sus costumbres, así que…

—¡SÍ COMETIÓ UN DELITO!

El abogado bufó, yéndose.

—Y aunque lo haya cometido, nadie puede juzgarlo por nuestras leyes.

—¿Uh?

Repitió:

—Derecho consuetudinario.

***

Yaván Ragnar

La noche anterior recién puse en práctica lo que aprendí de las clases de educación sexual, entonces entendí por qué no llegaba ningún bebé durante nuestro tiempo de casados en la tribu. Mi esposa amaneció con el cabello revuelto, evitando mi mirada en todo momento y durante todo el así, así que mientras cenábamos, me animé a preguntar:

—¿No lo hice bien? —me referí a compartir calor, como se decía en mi tribu. Ella casi escupe la comida delante de los siervos. —¿Por eso será que sangraste? ¿No crees que deberíamos ir al…? —antes de continuar describiendo nuestro momento íntimo, me calló la boca con sus diminutas manos, las mismas que ayer se sostenían de mi espalda. Pronto, decidió cambiar de tema.

—Aún con el escándalo de ayer, nuestros clips están en tendencia. —se acercó con su dispositivo extraño. —No te preocupes por nada, ya lo arreglé como debí hacerlo hace tanto tiempo. —suspiró cansada, apoyándose sobre mí. Por reflejo, acaricié su cabello, observando cómo las siervas se retiraban. —¿Puedes creer que nos han pedido suplicado hacer un documental sobre nuestro matrimonio intercultural? —se rió maravillada, enumerando todos los aspectos positivos y aunque no me gustaba nada, respeté su felicidad, formando parte suyo. Así pasaron minutos interminables, oyéndola destacar un evento: —Debemos hacer espacio para planear nuestra boda según mis costumbres. —mencionó.

Y casarme otra vez, con nuestros sentimientos claros, me emocionó más. La abracé con fuerza.

—¿Cómo será? —pregunté.

—Indudablemente grandiosa. —esclareció con orgullo, sumergiéndose en un profundo silencio hasta que vi los estragos de la luna.

A continuación, le quité esas cosas extrañas y la llevé de picnic al jardín como así decían. En esa noche de luna, la historia ya estaba completa. Entrelacé nuestras manos, prometiéndole con solemnidad:

—Siempre te enorgulleceré. —juramenté, volteando a mirarla.

Ella sonrió, mostrando su dentadura brillante y aseveró:

—Me esforzaré por no decepcionarte.

Y con nuestra historia completa, sellamos nuevas metas.



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En el texto hay: matrimonio, boda viral, tribu

Editado: 01.11.2025

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