El carruaje me llevó a una casa relativamente bonita, ubicada en una buena zona.
Apenas llegué a la propiedad, comencé a dar vueltas por el patio delantero buscando a las personas que viven en la casa.
“Oye, ¿tú qué crees que estás haciendo en mi casa?”
Un hombre ya muy adulto, sin cabello y con una barba con algunas canas, salió con un palo de madera.
“Si no te largas de mi casa, no me haré responsable.”
“Señor, espere un momento, solo quiero hablar”, intenté calmar al señor, pero él solo se alteró más.
“Esa placa… ¿te enviaron los mercenarios de mierda? Primero me matarán antes de quitarme la casa de mis padres.”
El hombre se abalanzó sobre mí para golpearme con el palo. Quería calmarlo sin dañar su cuerpo, así que usé ligeramente algo de mi magia degenerativa que afecta el sistema nervioso de la forma más suave posible, ya que no quería dañarlo.
Sin embargo, creo que sí le afectó, porque quedó retorciéndose un rato en el césped…
En ese momento, un niño y una niña, dos infantes de alrededor de 10 años de edad, salieron del interior de la casa.
“Por favor, no le hagas daño a papá.” Ambos niños se veían algo golpeados. Pensé lo peor y pregunté con una voz seria al padre…
“¿Tú golpeaste a tus propios hijos?”
Los niños inmediatamente gritaron: “Papá nunca nos golpearía, es solo que…”
Los niños empezaron a llorar, y el padre habló: “Estas son las consecuencias de mis pecados. En verdad lo siento, mis niños.”
El hombre estaba llorando mientras era defendido por sus pequeños hijos, haciéndome sentir como el villano de esta historia.
Toqué al padre de los niños, desactivé los efectos de mi magia degenerativa y dije: “Solo quiero hablar, y si tienes algo que decir, creo que ahora es un buen momento.”
Entré a la casa de la familia que conocí hace rato. Estábamos sentados en su sala, los niños abrazaban a su papá mientras lloraban, y el hombre tenía una actitud de derrota.
Saqué los papeles y dije: “Me enviaron del gremio a buscar una deuda.”
“Yo no le debo dinero a nadie”, respondió el papá de los niños.
“Entonces habla y dime cómo terminaste así.”
…
…
…
Todo comenzó cuando me casé con mi esposa cuando tenía 16 años y ella 15.
De niño, perdí a mis padres. Ellos me dejaron su casa y algunos ahorros en herencia. Pude arreglármelas por mí mismo. No tenía más familia, pero mi esposa fue toda la familia que pude pedir.
Tuvimos a nuestro primer hijo dos años después de casarnos. Se llamaba William, como mi suegro, que en paz descanse.
Todo fue bien hasta que, cuando William tenía 10 años, tuvimos a nuestro segundo hijo y, poco menos de un año después, mi esposa quedó embarazada de mi hija menor.
El problema es que el último embarazo de mi esposa fue de alto riesgo. Los doctores incluso le quitaron el útero en un intento de salvarla, pero fue inútil.
Mi esposa murió dejándome solo con un hijo de 11 años y dos bebés.
Me sentí muy miserable, pero tenía que ser fuerte por mis hijos. Aunque cometí un error: me enfoqué demasiado en mis hijos más pequeños, que aún eran bebés, y no le presté suficiente atención a William.
Prácticamente no sabía nada de él, pero nunca lo vi como un problema, ya que, como yo a su edad, ya era independiente. Pensé que él podría ser igual a mí. Vaya que me equivoqué…
Empezó a juntarse con malas compañías y cada vez fue más agresivo conmigo y con sus hermanos.
Hasta que, hace un mes, se fue de casa después de una discusión. Entre todo esto, un sujeto quería comprar mi casa, pero no planeo venderla. Es mi único recuerdo de mis padres, el lugar donde viví con mi difunta esposa, y es todo lo que puedo darles a mis hijos cuando muera.
Pero ese sujeto no aceptaba un “no” como respuesta y pasó a acosarme para que cediera la casa. Suelo hacer trabajos de limpieza para ganar dinero, y desde que conocí a ese hombre, nadie me contrata.
Supongo que los habrá amenazado o algo…
Y la razón que te trajo aquí a mi casa, mi hijo, que no veo hace un mes, tomó una gran deuda con ese hombre y ahora me quieren cobrar ese dinero a mí.
Con esa excusa, quieren quitarme mi casa y ya no sé qué hacer para poder cuidar de mí y de mis hijos.…
…
…
…
Escuché la historia del padre de los niños. El hombre estaba llorando al final de la misma. Supongo que ya sé por qué esos niños lucen golpeados; debió ser obra de su hijo mayor. No lo mencionó porque creo que le duele y avergüenza tanto no haber protegido a los niños como haber criado a su abusador.
“Listo, ya sé qué hacer. Dame algún objeto personal de tu hijo, de preferencia algo con su olor.”
El hombre se levantó y me guió al cuarto de su hijo William.
“Ahora, el cuarto está ordenado, pero cuando William se fue, dejó este lugar destrozado durante nuestra discusión. Lo limpié esperando que volviera cuando se calmara, pero no volvió. Escoge lo que sea de este cuarto, todo era suyo.”
Busqué entre sus cosas y tomé una camisa sucia. Me aseguré de que fuera de William y la guardé en una bolsa.
“Listo, señor, ¿estará bien aquí solo con los niños? Tengo una casa grande con piscina donde vivo. Si quieren, pueden ir conmigo.”
“Muchas gracias, joven, pero me niego a abandonar mi casa.”
Saqué algunas monedas de plata y se las di al hombre. “Noté que los niños no han comido bien. Crecí en un orfanato; tengo un buen ojo para estos casos.”
El hombre puso una mirada seria. “Puede que no esté en mi mejor momento, pero no me gusta pedir limosnas.”
“¿De qué estás hablando? No son limosnas. Ya te lo dije, tengo una gran casa con piscina. Necesita que la limpien de vez en cuando.”
El hombre, casi llorando, aceptó las monedas y me dio las gracias. Me acerqué a los niños pequeños.
“Niños, lamento la pelea que tuve con su papá. Ya me disculpé con él, pero también quiero pedirles perdón por meterlos en nuestra discusión.”