Las nubes grises ocultaron todo el cielo.
Las llantas del convoy volvieron a tocar tierra. Las marcas de rueda quedaron sobre el camino.
El brazo de Erick descansó sobre la puerta. Levantó la cabeza y vio a una ciudad bañada de un tinte gris. Una gota cayó. Bajó la mirada.
—Lloverá pronto. Nos colocaremos los trajes.
Lyra, Marcel y Rohan asintieron y vistieron trajes negros, casi transparentes.
Mientras él hacía lo mismo, la doctora condujo. Los ojos al frente, pero un temblor en sus manos y rigidez en su cuello causaron que Erick se detuviera.
—¿Pasa algo?
Giró los ojos apenas. Sujetó con fuerza el volante, la voz se rompió:
—Tengo a un familiar en este distrito. O... al menos creo que lo tengo. No sé qué habrán hecho los biomecánicos al pasar por aquí.
Sus ojos temblaron.
—Supongo que esa es la razón por la que no quisiste comer.
No respondió. Erick terminó de vestirse y colocó la mano sobre el hombro de Nora.
—Mucha de esa gente decidió no comer por un día solo para darnos provisiones para tres días. —Ella bajó la velocidad del vehículo. Su hombro decayó bajo su tacto. —Quizás no conozco a tu primo, pero, ¿él estaría bien si supiera que no quieres comer?
Nora bajó la mirada. La volvió a subir hacia el retrovisor. Los demás guardaron algunas tazas, sin dejar un solo gramo de arroz o frijoles.
Y entre esas, había una que todavía estaba intacta.
Cuando las barreras de la ciudad se hicieron más grandes, detuvo con lentitud el convoy. Sacó un suspiro y se colocó el traje. Los demás se bajaron, y cuando Erick también, ella le dijo:
—Creo que comeré luego. Solo lo haré para evitar un regaño. ¿Así está bien?
Se detuvo. Una sonrisa apareció en su rostro.
—Sí, más que perfecto.
Ella evitó colocar de nuevo una sonrisa hasta bajarse.
Las demás gotas empezaron a caer. El frío se coló entre sus huesos. Nora y Erick se cubrieron en la izquierda; Rohan, Marcel y Lyra en la derecha.
El tacto rígido de la pared chocó contra sus trajes. Erick ascendió su mano. Rohan avanzó de primero.
Una neblina espesa invadió la vista. Formaron un rombo al entrar.
Las colas de Lyra, a un paso detrás de Rohan, tambalearon. Como antenas. Sus cuchillas se curvaron, inquietas.
Rohan volteó hacia ella. El ojo emergió desde su cuello.
—Percibo una señal. —Su voz fue suave. Fue como un estruendo. Todo se detuvo. Los ojos de todos quedaron en el parásito. —Está enfrente. Parece que es...
Una ráfaga de viento, fría y suave, les golpeó en el rostro. El aliento espeso la apartó.
La silueta apareció en medio. El pecho bajó y subió, como un corazón que no sabía si detenerse o no. Detrás de su cabello café, una amalgama de cables lo rodearon.
—...un ghoul.
Levantaron sus armas cuando sus ojos rojizos se clavaron en ellos.
Los cables lo impulsaron hacia el cielo. Las balas lo rozaron. Perdieron la vista en el aire, cubierto por humo. La doctora no alcanzó a verle el rostro.
Lyra empujó hacia un edifico a Marcel y a Rohan. Erick tomó la mano de Nora. Ambos saltaron hacia la estructura opuesta.
En un parpadeo, su posición anterior se llenó de cables que se movieron como gusanos. El polvo se levantó por los aires. Todos se mantuvieron en la oscuridad como presas escondiéndose de un depredador.
El oxígeno se fue por unos momentos. Erick alcanzó a ver por encima de su hombro a la silueta del ghoul, el cual estaba en la punta de una casa.
En el otro lugar, Lyra tenía las cuchillas retráctiles suspendidas, las cuales siguieron cualquier mínimo movimiento.
Un silencio eterno pasó hasta que la figura desapareció entre las sombras.
Rohan pudo soltar su respiración, y el único sonido audible fue el golpe de las gotas de agua contra el suelo.
—Se ha ido por ahora—murmuró por el intercomunicador—, pero no podremos cruzar.
Marcel puso su cabeza cerca de una ventana. Se quedó quieto por unos momentos y no escuchó ningún movimiento. Le hizo una seña a Rohan antes de que Erick hablara.
—Nos separaremos por ahora. Por nuestra seguridad, intenten no tocar esos cables. Trataremos de encontrarnos al fondo de la ciudad.
—Entendido—respondieron todos.
Rohan se giró hacia Lyra previos a caminaran hacia Marcel.
Las pequeñas gotas de agua cayeron en sus trajes; las pisadas no fueron escuchadas.
Marcel caminó enfrente; Rohan apuntó hacia la salida de una puerta, izquierda y derecha, pero sus manos estaban temblando. Lyra se trepó en su hombro.
Pequeñas nubes espesas salieron de su boca cada que respiraba. Sus pasos eran lentos, parecido a caminar en lodo.
El ojo en el cuello de Lyra lo notó, pero solo apartó la mirada hacia el centro de la calle. Las botas de Marcel contra el pavimento lo mantuvieron despierto.
Al cruzar la puerta, una luz blanca lo recibió. La lluvia había cesado; el sol, ya en lo alto.
—¿Hacia dónde vamos, teniente? —le había dicho uno de sus soldados.
Todo parecía tan distinto en ese entonces...
Rohan se había quedado congelado. Parpadeó por unos segundos y luego se aclaró la garganta.
... como si fuese mi único momento en calma.
—Avanzaremos hacia el sur. —Recargó su rifle. Cuatro soldados más hicieron lo mismo y se colocaron detrás de él. —Los Praex ya pasaron por aquí. No debería de quedar ninguno.
Empezó a mover sus pies, lentos pero firmes, sobre las calles que se reflejaron contra el sol.
El crujido de hojas y ramas contra sus botas rezonaron. Cada respiración de ellos era estable y continua, pero ninguno dejó de sudar.
Llegaron hasta una casa. Vieron en la ventana una mancha de sangre. Las miradas se desviaron. Giraron en la esquina y vieron la piel de una persona.
No tenía ojos. Parecido a un globo desinflado.
Uno de ellos apartó la mirada hacia un lado.
Un segundo avanzó y se agachó al lado del cuerpo.
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un mundo oscuro, apocalíptico (12 caracteres), guerra contra una especie alienígena
Editado: 14.11.2025