bitual.
―¿Están listos? ¿Tienen todo?
―Ni siquiera traemos equipaje, genio. ―Contesta de mala gana mi hermano.
Eric continúa con el camino para llegar al final de la reja gigante, sin darle importancia a las palabras de Dann.
Unos guardias fornidos saludan con un gesto de cabeza al rubio y el chico pasa la tarjeta a través de un lector computarizado.
La puerta angosta da luz verde mientras se abre.
―Pueden salir.
Danniel es el primero en salir con Ally entre sus brazos, dejándome varios pasos atrás, aún dentro de los terrenos de la escuela.
La mirada de Eric se cruza con la mía. Esbozo una sonrisa forzada como respuesta y él responde con un gesto de cabeza.
―Gracias ―murmuro.
―No hay de qué. Cuídate.
Asiento. Comenzando a caminar hacia la salida, con las miradas atentas de tdodos los guardias a nuestro alrededor sobre mi nuca.
El viento golpea mi cabello en cuanto estoy junto a Dann, y el click de la puerta al cerrarse se escucha detrás de mí.
―Tengo miedo ―susurro para Dann.
―Tranquila. Vamos a casa.
Ally salta de los brazos de mi hermano a la acera, con una sonrisa vital y enérgica.
―¡Vamos! ―corre, sintiendo el aire rozarle las mejillas.
Danniel sale justo detrás de ella y yo aún me quedo mirándolos con la lejanía.
―No te preocupes tanto. Todo irá bien ―habla Eric al percatarse de mi preocupación.
―¿Y si no?
Se encoge de hombros. ―Morirán y ya está.
Sonrío sin ganas ―¡Esa es la actitud!
―Van varios metros adelante.
―No quiero irme.
―¿Entonces?
―Solo lo hago por Ally, para que esté segura.
―Estará más segura acá que en cualquier otro lugar.
―No lo sé ―frunzo los labios― en fin, gracias de nuevo.
Con un gesto de entendimiento se despide y me quedo como estúpida mirando la silueta de su figura desaparecer cuando entra a uno de los edificios.
Miedo. Otra vez tengo miedo como una idiota.
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―¡Mierda!
― "Mierda" es una mala palabra.
―¡No digas mierda!
―¿Por qué?
―Porque es una mala palabra.
―Mierda ―ataco.
―¡Gabriella!
―Te manchaste el otro zapato ―observo.
―¡Mierda! ―vuelve a gritar el castaño en cuanto sus ojos se posan en la carretera desierta.
―Hay que tener muy mala suerte para pisar dos veces la misma mierda, Dann ―continúo.
El chico corre con histeria en círculos, mientras arrastra los pies de una forma absurda. Ally suelta una carcajada graciosa, y yo me le uno al verla con las mejillas rojas, el cabello por la cara y las manos chocándose entre sí con emoción.
―Danniel, deja de hacer el ridículo.
―Gabriella, tengo mierda en los zapatos.
―Mientras caminas se te quita.
―¡Agh! ¡Qué asco!
Con dos patadas violentas desecha sus zapatos en el aire y los calcetines grises quedan expuestos a la gravilla negra de la carretera.
―Es imposible que llegues a casa descalzo.
―Nada es imposible.
Ruedo los ojos y continúo caminando con Ally de la mano.
Son las doce y algo del día y el sol ardiente alumbra todo nuestro camino. Por todos los lugares merodea el silencio, con algunas sombras sospechosas de objetos que de vez en cuando nos pusieron alerta tanto a Dann, como a mí.
El cruce de los dedos de mi hermano con los míos, me obliga a mirarlo, sin disimular la preocupación en aumento con cada minuto que pasa.
Entre más metros recorríamos, más tenebrosos se volvían mis pensamientos, las imágenes mentales y las hipótesis de por qué estaba ocurriendo esto, de por qué Alicia no había llamado a nadie, de si quizás encontraremos otro grupito come personas en el camino y esta vez sin stick para defendernos.
De todo, una sola cosa me tenía exhausta y era lo único que pretendía no olvidar para continuar hasta llegar a la puerta de nuestra casa: Ally.
Ally podía ser un fastidio a veces, una niña muy carismática, de esas que te sacaban de quicio con facilidad e incluso una buena negociante, pero también era mi hermana y justo ahora dependía de mí.
Por otro lado, papá también rondaba por mi cabeza. ¿Estaría bien? Su movimiento era muy limitado y quizás alguien había entrado y él no había podido escapar a tiempo.
No quería encontrarme con nada de eso, pero por más que intentaba tirar esos pensamientos, no podía, solo iban en aumento.
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―¿Quieren comer algo?
―¡Sí! ―salta Ally con emoción.
Danniel deja libre mi mano y corre hacia un supermercado demasiado chiquito para llamarse supermercado.
Corro en la misma dirección de mi hermano y me quedo justo a un lado de la entrada, con la respiración agitada por el esfuerzo repentino.
Ally se sienta en el borde de la acera, mirando fijamente al sol; retándolo a su típica guerra por quién aguantará más tiempo con los ojos abiertos.
―Se te van a quemar los ojos, All ―bromeo.
―¡¿Qué?! ―voltea en mi dirección.
Aprieto los labios en un gesto serio para contener la risa y asiento con lentitud para hacer más creíble mi actuación:
―¿Acaso no sabías? ―Avanzo para sentarme a su lado.
―¿Qué? ―inquiere con la curiosidad a flor de piel.
―Un día, en las noticias (sabes que veo muchas noticias) ―un "ajam" en medio de mis palabras― una niña dijo que amaba jugar a guerras de miradas con el sol, pero que lo dejó de hacer, porque a su hermana se le incendiaron los ojos la última vez que lo hizo.
―Eso no puede ser verdad... ―enarca una ceja con recelo.
―Si no me crees, puedes seguir jugando con el sol ―me encojo de hombros como si le restara importancia.
―Pero... ―frunce el ceño― ¿le salieron llamas de los ojos?
―Llamas y sangre.
La niña ahoga un grito aterrado.