Extinción, la resistencia avanza.

CAPÍTULO X: Bienvenido a tu tumba.

La celebración de la boda terminó a altas horas de la mañana. Giorgio, luego de dar unas últimas palabras de agradecimiento, puso a disposición a su personal para que pudiera guiar a aquellos regentes que vivían en zonas más alejadas a sus respectivas habitaciones, mientras que, aquellos que vivían más cerca de My—Trent fueron partiendo uno a uno en sus ostentosos carruajes a su respectivo hogar.

Como era de esperarse, la servidumbre no tuvo tiempo ni de descansar, en cuanto los huéspedes ya se encontraban en la planta superior, y con el sol ya asomándose en el horizonte, comenzaron a retirar toda la decoración que tantos días les había tomado colocar para dejar el palacio completamente impecable.

Y aunque todos en la planta superior aparentemente se encontraban descansando para recobrar energía, Jaft, en su habitación, iba de un lado al otro seleccionando únicamente lo esencial para poder llevarlo a su viaje.

Eleonor, quien llevaba ya varios minutos viéndolo ir de aquí para allá se sentó sobre la cama y cruzó los brazos bajo su pecho mientras enmarcaba una ceja, su ahora esposo ni siquiera le prestaba genuina atención.

—¿A dónde irás? —escuchó que ella le decía desde sus espaldas—. No me gusta como estás manejando esto, Jaft, siento que estás dando pasos a lo loco solo por concretar rápidamente los planes que tenemos.

Él la había tomado por sorpresa horas antes durante la fiesta cuando le había informado que llevaría a Zefer a un viaje sin sentido, claramente, siendo ella alguien precavida y calculadora, no se fiaba del todo del temple de su esposo para ser llevar a cabo el plan de la ejecución.

—¿Tienes alguna pócima que genere sueño o que logre adormecer a alguien lo suficiente para quitarle la capacidad de pelear? —preguntó mientras metía dentro de una bolsa de tela una muda de ropa simple.
—Sí —le dijo ella de forma escueta mientras se ponía de pie.

Eleonor caminó en dirección al ropero, corrió los vestidos colgados y removió la falsa pared de madera, al hacerlo dejó a la vista muchas pociones embotelladas, cada una tenía una etiqueta con un nombre: desde adormecedoras, hasta envenenamientos. Jaft observó los frascos apilados y luego se percató de un libro en particular que reposaba solo en una hilera en la parte inferior, aunque por la premura del viaje no le tomó la debida atención.

—Vuelvo a repetírtelo, no me gusta esto —con desconfianza, ella extendió el frasco en su dirección y él sonrió luego de tomarlo.
—Solo estoy asegurando nuestro futuro —le dijo con una sonrisa mientras colocaba sus manos encima de sus hombres—. Ya lo verás, en cuanto regrese todo esto finalmente será nuestro, podremos comenzar a formar nuestra propia familia y finalmente seremos los regentes de My—Trent.
—Espera… ¿Planeas enfrentarte cuerpo a cuerpo con Zefer? —tras decir esto él asintió y ella entreabrió aún más los labios— ¿No te resulta extraño que Giorgio te haya ofrecido este trato así de la nada? ¿Qué pasará si no logras vencer a Zefer en combate?
—¿Estás dudando de mis capacidades? —le preguntó claramente molesto.
—Estoy siendo objetiva, Jaft —suspiró pesadamente—. Zefer siempre te superó en fuerza. Nada garantiza que la pócima que te di logre sedarlo con rapidez. Ha funcionado en Hanouns hembras e híbridas, pero nunca he probado esta receta en un macho, la reacción podría ser completamente diferente.

Sin dar crédito a lo que acababa de escuchar una risa burlona se escapó de sus labios, Elenor enmarcó aún más la ceja porque no entendía que era lo que pasaba por su cabeza.

—¿Sabes cuál es la diferencia entre nosotros? —preguntó—. Yo si confío en tus capacidades. Pero parece que a pesar de todo lo que hemos compartido juntos, hasta ahora tú aún no confías en mí.
—No es eso… —respondió mientras frotaba sus brazos con incomodidad—. Llámame paranoica, pero presiento que nada bueno saldrá de todo esto.
—Tú solo espera y verás. En cuanto regrese te darás cuenta que tu esposo es alguien confiable.
—Solo espero que no te equivoques, no quiero volverme una viuda a tan corta edad.

Ella sonrió de lado, jaft se acercó y aunque estuviera enojado, plantó un suave beso sobre sus labios. Se dio la vuelta, caminó en dirección a la salida y vio como Eleonor entreabría la boca nuevamente como si quisiera decirle algo, pero finalmente no lo hizo, tan solo se quedo de pie en medio del cuarto mientras le parecía que colocaba las manos a la altura del vientre.

Era consciente de que Zefer siempre había sobre salido en todas las pruebas físicas cuando ambos eran niños, pero ahora tenía una carta a su favor, y ese era el talento de Eleonor con las pócimas. No había forma en que fallara, la misión debería ser relativamente fácil de ejecutar.

Mientras iba sumido en sus pensamientos, al alzar la vista, se percató de que Giorgio se encontraba observándolo desde el otro extremo del pasadizo oscuro. Sus orbes de color ámbar relucían en medio de aquella tiniebla, y si no fuera por que su aroma terminó delatándolo, Jaft podría haber jurado que se trataba de una aparición.

—Jaft, sígueme —escuchó que le dijo y él obedeció.

Por el gesto que traía Giorgio en el rostro intuía que no estaba muy contento con que se adelantaran sus planes una semana, pero él estaba tan impaciente por deshacerse de Zefer que había ignorado por completo las indicaciones que su falso padre le había proporcionado.

Al llegar a su despacho Giorgio se sentó en uno de los sillones y Jaft tomó asiento en uno que estaba justo al frente. Ambos se observaron mientras el ambiente seguía en un silencio muy incómodo. Giorgio se tiró hacia atrás y reposó la cabeza sobre una de sus manos, Jaft por incercia se irguió más en la silla aguardando que él dijera algo.

—Te dije que esperaras una semana —dijo finalmente con voz severa.
—Sé que me dijo que espere una semana, pero ahora es el momento oportuno para llevar a cabo el plan —luego de escucharlo Giorgio frunció aún más el ceño—. Zefer estaba planeando partir en búsqueda de la gemela —mintió—, si lo dejamos ir posiblemente descubra la verdad en poco tiempo.
—¿Él mismo te dijo que haría eso? —le preguntó, intuyendo que le estaba mintiendo.
—Lo juro por mi vida.




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