Extinción, la resistencia avanza.

CAPÍTULO XV: Los pilares caen.

SALA DEL GRAN CONSEJO — NACIÓN DE ITACA

Anlo Hanton, el líder de los concejales de Itaca, en compañía de Distraico Wolfgang, su mano derecha, abrieron las pesadas puertas de caoba de la fortaleza de los concejales.

El lugar era enorme y poseía una decoración suntuosa. El suelo poseía un tapete de color rojo impecable, las columnas estaban elaboradas de mármol blanco al igual que toda la edificación, y justo al centro de todo, exactamente a la altura de las largas escaleras, se podían ver los cuadros de los concejales, que poseían ornamentaciones de oro, colgados de forma imponente.

Al llegar a la parte baja de estas ambos dieron un par de pasos al frente. Resoplaron con furia mientras murmuraban cosas inentendibles. Uno de ellos traía en la mano un sobre visiblemente arrugado, que, aparentemente, había provocado que no tuvieran un muy feliz despertar.

Estaban cansados, apenas eran las siete de la mañana. Siendo un día común y corriente sus obligaciones empezarían a las nueve, pero debido a una noticia desagradable que acababan de recibir, prácticamente se habían visto forzados a correr desde sus respectivos aposentos a la sala de reuniones.

—Menuda mierda en la que nos viene metiendo desde hace varios meses tanto Rier como Giorgio—gruñó Anlo mientras pisaba con fuerza los escalones.
—Y pensar que les advertimos que no causara más problemas —refunfuñó su compañero—. Parece un niño pequeño. Ahora todo cuadra, Argon es el reflejo de la inmadurez de su estúpido padre, no podíamos esperar otra cosa.

Mientras seguían subiendo los peldaños de las escaleras, uno de los sirvientes, cuya tarea era repartir las noticias que llegaban del criadero de las vylas a los concejales, se acercó rápidamente y comenzó a caminar a la par de los dos sujetos.

—¿Diste aviso a los demás? —preguntó Anlo de forma escueta mientras dirigía la vista al frente.
—Sí, eminencia, los demás ya se encuentran en la sala de reuniones.

Y tras decir esto, luego de recibir un gesto adusto de conformidad por parte de Anlo, dio media vuelta y se perdió por los pasadizos de la planta baja.

Al llegar a su destino, los dos abrieron la puerta con prisa, los demás concejales, que apenas se encontraban frotándose los ojos porque también acababan de ser despertados, se irguieron en la silla al ver como sus dos líderes ingresaban por la puerta.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Retro mientras su hermano, Pietro, bostezaba—. Ni siquiera hemos podido tomar el desayuno.

Tanto Anlo como Distraico tomaron asiento en la cabecera. Observaron a los demás de forma atenta y finalmente Anlo terminó soltanto el papel que apretaba con tanta rabia al centro de la mesa.

El primero en tomarlo fue Rugt, quien ni bien leyó el primer párrafo miro a los dos líderes con el rostro visiblemente desencajado, los siguientes en observar el papel fueron los gemelos, Retro y Prieto, y el último de estos fue Amorti quien entrelazó sus manos frente a su rostro, un gesto que era bastante característico en él.

—Los Hanton están dementes —soltó Retro mientras su hermano le proporcionaba un golpe por debajo de la mesa.
—¡Esto es un insulto! —exclamó Rugt mientras volvía a sujetar el papel entre sus dedos—. ¿Cómo es posible que Rier haya permitido que su hijo despose una humana? ¡Es inconcebible siquiera pensarlo!
—Les dije que teníamos que asesinarla desde el momento en que vimos la noticia de su compromiso con Zefer —acotó Prieto con desinterés—. Miren ahora, la muy zorra no solo fue nombrada regente, si no que tiene la protección de la familia Hanton.
—Debemos pensar en algo para sacarla del camino.
—En este punto no hay mucho que hacer, ¿no? —preguntó Amorti mientras bajaba las manos—. Aunque quisiéramos enviar un asesino a sueldo, en estos momentos tienen la protección de Rier, por ende, de todos los líderes de su rama. Si se llega a enterar de que hemos mandado a asesinarla esto podría costarnos el cuello, somos concejales, pero no estamos exentos a las leyes, y el castigo por tratar de asesinar a un regente es la pena de muerte.
—Maldita sea —gruñó Rugt mientras golpeaba la mesa—. Ella no tendría esa protección si no hubiera sido por Giorgio, su estúpido capricho la volvió regente. Lo único que hace ese bueno para nada es tocarnos las narices constantemente, ni siquiera Madai nos trajo tantos problemas en su momento.
—Correción, Madai hizo cosas peores —lo cortó Distraico—. Por su culpa nos vimos forzados a frenar las mejorar que queríamos implementar en Itaca.
—Señores, creo que nos estamos desviando del tema.
—Es que todo está calzando ¿No se dan cuenta? —dijo Retro mientras se ponía de pie—. Puede que Giorgio se haga el tonto con nosotros, pero me juego el cuello a que él estaba esperando que todo esto pase.
—¿Con que fin? —preguntó Amorti mientras se cruzaba de brazos—. Todos en esta sala sabemos perfectamente que Giorgio no da un paso sin que lo sepamos.
—Aún no termina de cuadrarme este escenario —respondió Prieto—. ¿Por qué Giorgio cedió a la humana con tanta facilidad a Argon? ¿Cuál fue el motivo real de que la volviera regente? Estoy segura de que ni si quiera saber leer ni escribir, y la interrogante más grande ¿En verdad Zefer escapó?
—Odio admitirlo, pero Prieto tiene algo de razón.
—¿Y si el verdadero culpable de la desaparición de Zefer es su hijo bastardo? —soltó de repente Amorti.
—No lo habíamos pensado —dijeron los gemelos al unísono.
—Claramente no.
—¿Han obtenido algo más de información? —preguntó Anlo.
—No hay rastro de Zefer —respondió Rugt—. He desplegado a los mejores buscadores que tenemos, pero es como si Zefer se hubiera hecho humo.
—Entonces de ser ese el caso, Jaft estaría acusado de asesinato.
—Sin cuerpo no hay delito —exclamó Amorti y todos lo observaron—. Para poder emitir una resolución debemos de encontrar el cuerpo de Zefer.




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