Extinción, la resistencia avanza.

CAPÍTULO XXII: Piedad.

Desde donde se encontraba, Zefer tomó asiendo en cuanto escuchó que la entrada de la cueva era abierta, los tenues rayos de luz que procedían del amanecer se filtraron en el interior y lo iluminaron ligeramente, él entrecerró los ojos ya que al estar tanto tiempo a oscuras, la luz lograba molestar un poco su visión. Una vez dentro Lyra le proporcionó un saludo con la cabeza, inmediatamente se dirigió a el cuenco de agua que estaba un poco más lejos y terminó de limpiar la carne del animal que sujetaba con firmeza entre sus manos.

Una vez que se aseguró que todo estuviera limpio caminó nuevamente cerca de la fogata que había cerca de Zefer y tras cortar una pata del animal con destreza, dejó que el resto se cocinara allí.

—¿No vas a cocinarlo aunque sea un poco? —le preguntó el pelinegro mientras giraba con dificultad su cuerpo.
—Demorará mucho —respondió ella mientras daba otro bocado a la carne cruda—, debo estar alerta en todo momento y preocuparme por la comida en este punto es un lujo que no me puedo dar.

Todos los días era la misma rutina, Lyra salía muy temprano por la mañana para buscar el desayuno, si había suerte traía consigo carne de algún animal silvestre, si no buscaba cualquier cosa que hubiera, como frutas o plantas que fueran comestibles. Y así pasaron diez días más en los cuales poco a poco la cantidad de comida se fue reduciendo.

—Los peces ya no están en el rio, las trampas que puse están vacias.
—Es por el invierno —contestó—, en esta época el agua que viene de las montañas está tan fría que los hace moverse a zonas más cálidas en la parte baja.
—Tendré que moverme más lejos a buscar frutos, los lugares a los que iba están vacíos.
—Debemos movernos nosotros, porque al igual que en este bosque, toda esta zona estará con escases durante unos meses.
—Aún no estás en condiciones de moverte —señaló Lyra mientras lo observaba—, todavía te cuesta caminar por las costillas rotas y las heridas de tus piernas.
—Ya hemos perdido bastante tiempo —contestó mientras se ponía de pie pausadamente—, los guardias posiblemente ya deben de haberle dicho a Giorgio que yo caí por el rio, y lo conozco lo suficiente para saber que no descansará hasta que encuentre mi cadáver y se cerciore que estoy muerto.
—¿Estás seguro de que nos estará buscando?
—Completamente —murmuró mientras caminaba en dirección a Lyra, él sonrió cabizbajo—, es hora de movernos, te llevaré a la aldea de Ian y Rik, es el lugar más seguro que conozco para ti en estos momentos.

Lyra lo observó atenta, y aunque en un inicio se le cruzó tratar de persuadirlo de que reposara durante un poco más de tiempo, la realidad era que tal y como él había dicho, la comida ya era escasa incluso para una persona y él necesitaba mayor ingesta de alimentos para poder recuperarse en su totalidad. Comenzaron a guardas las pocas cosas que tenían antes de marcharse de la cueva, Lyra derramó un poco de la loción de Mirella y Lupre para terminar de eliminar cualquier rastro de su presencia allí.

Ambos comenzaron a caminar en medio del frondoso bosque, Lyra le tendió el mapa para que pudiera ubicarse, tras un rápido vistazo se percató de que había varias zonas de tránsito mercantil que habían sido cerradas producto de las inundaciones que hubo hace varios años, así que si deseaban evitar a las personas esa era la mejor ruta que podían seguir.

Ambos continuaron con su camino. Tal y como había dicho Zefer poco a poco en zonas no transitadas comenzó a aparecer un poco más de alimento, que si bien no era mucho, eran las raciones necesarias para que conservaran la energía y continuaran.

Si bien durante el día la mente de ambos se mantenía ocupada, y en cierta forma el conversar de otros temas ayudaba a sobrellevar el viaje, por la noche cuando ambos cerraban con los ojos le hacían frente al peor enemigo, su mente.

El ser la causante del encarcelamiento de Shikwa ahogaba a Lyra en un pequeño charco. No había ni un solo momento en el que no pensara si estaba bien, y aunque trataba de ser optimista y pensar que no le harían nada, teniendo como precedente lo retorcido que era Giorgio era poco probable que Shikwa estuviera en una sola pieza.

Zefer por su parte, tal y como ocurrió la primera vez que sus manos estuvieron manchadas de sangre, escuchaba la voz de Jaft. Aquel ruido de la respiración de Jaft cuando se dio cuenta del corte a la altura de su garganta era lo que provocaba que en más de una ocasión se despertara bañado en sudor.

Jaft siempre había sido alguien correcto. Se preocupaba por los demás, siempre estaba dispuesto a dar una mano a quien lo necesitara y era justo con todos, cualidades que su madre tuvo y que a él siempre le fueron esquivas.

Desde que Jaft tuvo uso de razón fue educado y guiado para ser el próximo regente de My-Trent. No conocía otro destino más que ese. Giorgio se encargó personalmente de sembrar esa semilla dentro de él y alimentarla durante todos esos años, para que al final, aquel resentimiento previo y la codicia terminaran desequilibrando la balanza y los llevaran a ambos a ese desenlace fatal.

Ahora todo tenía mucho más sentido. Giorgio se quedó con Jaft no porque lo quisiera verdaderamente o porque sintiera culpa por haber alejado a dos personas que se amaban. No. Él único propósito de retenerlo fue aguardar pacientemente el momento adecuado en el que ambos hermanos se asesinarían mutuamente dejando de esta forma el camino libre para que él pudiera hacer lo que quiera no solo con la nación, si no también con la nueva Lyra.

—Estamos cerca de una aldea alejada Strecto —escuchó que dijo Lyra quien estaba unos pasos más adelante—. Necesito ir al mercado a conseguir algunos ungüentos base para los medicamentos, las hierbas que he encontrado no sirven de mucho en tu condición.
—Aunque fueras no traes dinero, y las cosas de valor que yo traía posiblemente fueron arrastradas por la corriente del rio cuando caímos.
—Yo no dije que usaría dinero —respondió ella con una sonrisa, Zefer inmediatamente captó lo que trataba de decirle.
—¿Vas a robar? —le preguntó, ella se encogió de hombros restándole importancia.
—No es robo, es un préstamo. Algún día se lo regresaré.




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