A R G O N
La observé atento.
Ella batió sus pestañas rojizas. Observó hacia los lados. Sus labios se entreabrieron ligeramente como si quisiera decir algo. Pero no dijo nada, únicamente se limitó a observar la manta que reposaba sobre sus piernas.
La había jodido por completo.
Terminé cediendo a mis impulsos e hice algo completamente tonto. Ella jamás me había dado motivos para pensar que me aceptaría, y aún así, no fui capaz de ocultar mis emociones por más tiempo.
Lo del te amo podía disimularlo. Pude haber dicho alguna excusa estúpida y pudo haberme creído.
¿Pero el beso? Ese beso acababa de joder por completo todo.
—Argon… —escuché que murmuró. Apenado, me separé de ella mientras todavía sostenía sus manos.
—Clematis, yo… —tartamudeé, ella mordió su labio inferior. Estaba nerviosa. Siempre hacía eso cuando no sabía que decir—. Lo lamento —mascullé de inmediato, ella me observó confundida—. Perdón, me dejé llevar. Por Kyros, en verdad soy patético.
Ni siquiera podía observarla directamente por más de dos segundos. Terminé escondiendo el rostro producto de la vergüenza entre mis manos. Ella seguía sin decir nada y eso me hacía sentir todavía peor.
Detestaba todo esto.
No debí hacer eso.
—Gracias por decirme lo que sientes.
Podía jurar que había pasado una hora, pero estoy seguro de que apenas fueron unos minutos en los que ella me brindó su respuesta. Tras escucharla alcé el rostro y la observé, pero aunque trataba de adivinar que era lo que pasaba por su mente en esos momentos, simplemente no pude hacerlo.
—Escucha… —dije finalmente—. ¿Podemos pretender que nada de esto pasó? —le pregunté, ella me observó visiblemente confundida—. Acabo de meter la pata, soy completamente consciente de eso y no sabes cuan arrepentido estoy, yo solo…
—Argon, no puedo simplemente fingir que no ha pasado todo esto —contestó con calma mientras me proporcionaba una sonrisa lineal—. Es solo que… necesito terminar de procesar todo esto. Te quiero, y justamente porque lo hago, considero que sería muy insensible de mi parte el que fingiera que nada pasó.
—No tienes que darme una respuesta… —respondí afligido, ella negó con la cabeza.
—Debo hacerlo —añadió mientras apretaba con fuerza mis manos—. Lo único que te pido es que me des tiempo para darte mi respuesta.
—Lo entiendo… de verdad no quise incomodarte de es…
—Argon, tan solo… dame tiempo.
Ella volvió a sonreírme y yo accedí a su petición.
Clematis no estaba lista para soltar a Zefer, y yo mejor que nadie era consciente de esto, pero aún así, aquella petición que me hizo me daba algo de esperanza y generaba que mi corazón palpitara con más fuerza, pero a su vez, esperar por una respuesta provocaba que un nudo se hiciera en mi estómago y me dificultara respirar.
No pudimos hablar con normalidad después de ese momento así que di por terminada la velada.
Antes de abandonar por completo el cuarto vi como ella contemplaba con mirada perdida la fogata mientras abrazaba sus piernas para entrar en calor, e incluso en ese estado, me parecía la mujer más hermosa que alguna vez pude conocer.
En cuanto llegué a mi habitación me tiré sobre el colchón de la cama, tomé una de las almohadas y ahogué un grito para evitar que el resto me escuchara. Mi corazón no dejaba de palpitar, mis manos continuaban temblorosas, y mis piernas ahora también tenían pequeños espasmos.
—Mierda…mierda, mierda.
Nunca antes me había declarado a alguien. E incluso si me ponía a pensar brevemente, podría jurar que nunca antes me había enamorado de esta forma de ninguna persona.
—¿Uno siempre se siente de esta forma luego de hablar?
El nudo de mi estómago se apretaba con más fuerza cada vez que recordaba la suave textura de sus labios sobre los míos, pero inmediatamente el panorama cambiaba y la veía a ella alejarse luego de que me rechazara.
—Odio esto —dije a la nada, y tan solo el ruido del viento golpeando mi ventana fue lo que respondió.
Cerré los ojos. Mi cuerpo comenzó a sentirse cada vez más ligero, y mientras acompasaba la respiración con el ruido del reloj que había en mi habitación, poco a poco fui quedándome dormido, y aunque hubiera deseado despejar mi mente, durante toda la noche lo único que se repitió fue el beso que le di a Clematis.
C LE M A T I S
Los días pasaron con rapidez desde aquella noche y pronto transcurrió más de una semana.
Nuestra rutina claramente se vio afectada luego de eso. Argon comenzó a supervisar con mayor frecuencia los trabajos en el muro, y yo siempre estaba dentro del palacio planeando algunas estrategias con los concejales. Por la noche, cuando la cena estaba servida, él siempre procuraba aparecerse luego de que yo hubiera terminado, y aunque siempre me proporcionaba un gentil saludo, todavía sentía la fricción entre los dos.
Sabía que él aguardaba mi respuesta, pero era todo un caballero. Nunca me presionó más de la cuenta. Y aunque deseaba decirle cual era la resolución a la que había llegado, esta incluso me era esquiva a mí misma.
Desde esa noche medité profundamente en todo lo que había pasado.
Las señales siempre estuvieron allí. Claras, inconfundibles, pero siempre había optado por ponerme una venda a los ojos, aunque muy en el fondo guardaba la esperanza de que estuviera equivocada y todo se tratara de un simple malentendido de mi parte.
Argon era una persona invaluable para mí. Lo amaba, desde luego, pero no de la forma romántica que él y que todos los que me conocían esperaban que lo hiciera. Y la pequeña voz en mi cabeza que siempre me recalcaba mis errores, me repetía una y otra vez que era tonta por no amarlo.
Lo sabía, no era necesario que alguien me lo dijera.
Pero la mente no domina el corazón, y el mío aún le pertenecía a alguien más.