Las catapultas que se encontraban más lejos de los soldados de Giorgio fueron las primeras en ser derribadas, los soldados que se habían quedado resguardándolas poco o nada pudieron hacer contra esa horda de forasteros.
El muchacho, que aparentemente era el líder ya que venía dando indicaciones, dirigía el frente del ataque, las extrañas carrozas metálicas recogieron a los cansados soldados provenientes de la aldea de Ian y Rik, y los subieron.
El jefe de la guardia gritaba desde atrás para que emprendieran la retirada, ya que los mismos aldeanos de Velmont, como si la llegada de aquellos extraños les hubiera devuelto la esperanza que creían perdida, habían comenzado a reponerse y estaban sacando a los intrusos de su hogar.
El sujeto comenzó a retroceder a tropezones debido a la cantidad de nieve, los soldados que lo seguían desde atrás aguardaron a que los enemigos estuvieran en su rango de visión para disparar, pero la velocidad con la que se movían debido a las máquinas provocaba que los disparos terminaran perdiéndose en medio de la nieve.
—¡Retirada! —gritó uno de los subordinados, el jefe volteó a observarlo con profundo odio y lo sujetó del cuello.
—Peleen malditos enclenques —los amenazó a la par que les proporcionaba una patada— ¡Cumplan con su deber!
Las carrozas rodearon a los soldados que no habían escapado, el jefe seguía firma en medio de todo el caos que se venía formando a su alrededor.
El líder del otro bando, alzando un puño en el aire ordenó que se detuvieran, de un ágil movimiento terminó sobre la nieve que le llegaba hasta casi las rodillas, el jefe de la guardia no perdió tiempo, se lanzó al frente, pero antes que lograra herirlo con sus garras el joven terminó desenfundando su arma y disparó, el proyectil terminó impactando en medio de las cejas del jefe y la nieve debajo de su cuerpo poco a poco se terminó tiñendo de color carmín.
Los soldados de Velmont no tardaron en llegar y apresar a los enemigos, el líder de la guardia caminó al frente y se posicionó delante del joven que acaba de dejar a la vista su cabellera y el parche que bordeaba su ojo.
—Lamento la demora, el clima no favoreció a los vehículos.
El guardia lo reconoció de inmediato, era el muchacho que había venido hace medio año acompañando a la regente Clematis, joven el cual le recordaba mucho a su amo Rier Hanton cuando fue joven.
—Muchas gracias por defender nuestro pueblo —añadió el sujeto mientras hincaba una rodilla en el suelo.
Los demás soldados, en señal de agradecimiento con sus salvadores hicieron exactamente lo mismo.
—Póngase de pie, por favor, solo vinimos a ayudar.
—No —respondió otro que estaba más atrás—, acaban de salvar muchas vidas en este día, lo que menos podemos hacer por ustedes es mostrarles nuestra gratitud.
—No tienen porque agradecernos, por ahora lo mejor será tratar a los heridos —añadió el muchacho mientras obligaba a los guardias a ponerse de pie.
Los soldados de Velmont asintieron e inmediatamente guiaron a los forasteros dentro de la ciudad, dejaron los vehículos guardados dentro de los almacenes del palacio, y el salón principal fue usado para poder comenzar a curar a los heridos.
—William, ha habido bajas considerables aquí —añadió el joven castaño mientras observaba el panorama—. Estuve hablando con las sacerdotisas, y me dijeron que si demorábamos un poco más en llegar, la mitad de la población pudo haber muerto.
—Mierda —masculló él mientras observaba a todos lados, aparentemente estaba buscando a alguien, pero el no encontrar a esa persona en cierta forma le traía cierta paz—. André, debemos estar alertas, sin el muro existe una posibilidad de que regresen a atacarnos.
—Pierde cuidado, los demás se han quedado cerca a los muros.
—Disculpe, joven, me gustaría saber su nombre —interrumpió el guardia, quien seguía asombrado por lo que estaba presenciando.
En un inicio había pensado que los forasteros eran Hanoun’s provenientes de naciones aliadas, pero hasta que todos se retiraron la protección de la cabeza, se había podido percatar de que eran humanos.
Los humanos no solo habían hecho retroceder al feroz ejército de los Wolfgang, si no que también acababan de salvarlos a ellos.
—Me llamo William Garyen, soy hermano de la regente Clematis.
—Mucho gusto, soy Lucciano, jefe de guardia.
—Un placer —le dijo con sinceridad mientras colocaba una mano sobre su hombro—. Escucha, Lucciano, necesito un recuento de armamento —el guardia asintió, enseguida corrió en dirección a uno de sus subordinados y juntos se fueron a revisar la cantidad de armamento disponible.
—Por nuestra parte solo perdimos tres unidades en el camino —añadió André, intuyendo lo que William estaba a punto de ordenarle—. Sin embargo, si nos quedamos aquí durante más tiempo, los otros autos terminaran solidificando el combustible y será imposible moverlos.
—Tendré que pedirles que partan a My-Trent cuanto antes, yo no puedo irme de Velmont.
—¿Te quedarás aquí? —le preguntó.
—Debo hacerlo... estuve hablando con otro de los guardias, aparentemente no quieren que el resto sepa que Rier nunca regresó de la boda de Clematis y Argon —él suspiró—, lo que han dicho hasta el momento es que ha sido herido por una de las balas del ejército y se encuentra dentro del palacio.
—¿Y en verdad creyeron eso?
—Con el caos que ha sido todo para ellos desde hace meses, sí, la gente no sospecha que actualmente Velmont no tiene un gobernante, Lucciano ha hecho lo mejor que ha podido, pero es un militar, no un regente, no sabe manejar muchos de los asuntos que implica el cargo, a esto se le suma el hecho de que no tenemos tampoco información de Argon.
—Es verdad, las noticias que nos dieron en Wyrfell tampoco fueron demasiado alentadoras, todo es un caos, no tenemos forma de saber si él está vivo y donde se encuentra Clematis ahora —André sujetó el puente de su nariz y emitió un pausado suspiro—. Giorgio no tenía ninguna intención de quedarse con Velmont, quería borrarla del mapa…. Estoy seguro de que si no hubieran hecho que los humanos escaparan con los niños, todos ellos hubieran muerto…