Luego de que nuestra relación comenzara sentía como los días se hacían cortos, y las noches sin ella se hacían largas y tortuosas por la espera. La vida adquirió un nuevo color para mí, ella fue la que pintó el cuadro gris que era mi vida, y lo transformó en una obra de arte digna de apreciar. Yo, vivía únicamente por y para ella, sabía que todo esto era prematuro, pero la simple idea de imaginarla a mi lado en un futuro, era lo que me hacía esforzarme mucho más.
Giorgio había partido desde hace dos meses, pero el tiempo prácticamente pasó volando y el momento de su retorno ya había llegado. Sin embargo, pese a que lo esperé tal y como habíamos acordado, él jamás volvió a ir al punto de encuentro.
No dejó señas, no dejó un indicio de algo, se esfumó sin más durante varios meses. Me sentía triste, ya que deseaba compartir con él aquellos lo feliz que me encontraba en ese momento, pero eso nunca pasó.
Un día, mientras Lyra y yo nos encontrábamos disfrutando de la naturaleza, le comenté la preocupación que tenía. Al oír el nombre de Giorgio ella se puso en modo defensivo, y me hizo llegar sus preocupaciones.
Giorgio representaba para ella un verdugo, me dijo que el día en que asesinaron a sus padres fue él quien efectuó la ley, esto yo no lo sabía, Giorgio únicamente me dijo que Madai, su padre, fue el que condenó a esos pobres Hanouns a muerte únicamente por haber ayudado a los humanos.
—El día en que mis padres murieron, él no dejaba de mirarme mientras sonreía —me dijo—. No sabes cuanto miedo llegué a sentir en ese momento.
Cuando Lyra me comentó eso no quise creerle, el Giorgio que yo había conocido distaba mucho de un Hanoun tan retorcido de mente, era alguien completamente diferente a lo que ella me estaba contando. Traté de hacerle cambiar de opinión, quise que su perspectiva sobre él dejara de ser tan negativa, pero ella jamás cedió, y fue lista en hacerlo. Yo, por mi parte, en ese momento jamás pude desenmascarar a ese lobo con piel de cordero.
Esta fue la tercera cosa que debió haberme alertado que algo no estaba bien, tanta quietud y paz no era algo propio de mi vida. Debí haber desconfiado de él, debí haber visto todas las señales que se me fueron presentando una a una, pero quise ser ciego, y ese es la peor equivocación que uno puede cometer.
Hijo mío, sé que eres consciente de que los matrimonios en nuestra especie son arreglados, muy pocas son las parejas que logran enamorarse en la marcha, pero los primeros años son muy difíciles de sobre llevar. Es por eso que cuando conocí a Lydia, tu madre, he de admitir que sentí como el mundo se me venía abajo. Yo ya estaba enamorado de Lyra, quería mi vida junto a ella, pero Heros, mi padre, anhelaba que su hijo se casara con una noble de nuestra casta.
Estoy a punto de contarte el desenlace de este triste relato. El recordar todo esto, vuelve a traerme a flor aquel dolor amargo que sentí en su momento.
—¿Joven Rier? —una de las sirvientas llamó a mi puerta, como siempre, me estaba preparando para salir a ver a Lyra.
—¿Si? —le respondí mientras terminaba de colocar una pequeña loción de esencias naturales.
—Joven amo, perdone que lo interrumpa —ella hizo una pequeña reverencia al ingresar al recinto—. Pero el amo, Heros, solicita su presencia inmediatamente en la sala principal. Fue muy específico en sus órdenes, me pidió que le escogiera ropa elegante.
—¿Por qué tengo que estar elegante, va a venir alguien?
—Lo siento joven, no lo sé.
—Está bien, iré presentable, pero no es necesario que me escojas la ropa, puedo hacerlo por mi cuenta.
—Pero...
—Tranquila—le sonreí—, no le diré a mi padre, y si me pregunta, le diré que cumpliste con tus deberes.
—Está bien...—exclamó ella dubitativa mientras sonreía no muy convencida.
Luego de que la sirvienta se marchó, me dirigí hacia mi armario y tomé la mejor ropa de gala de la cual disponía. Era muy extraño que Heros mandara a llamarme, por lo general, no compartíamos muchos momentos en el día, salvo que él tuviera algún tipo de emergencia.
Al llegar al salón principal, Heros se encontraba conversando de forma amena con una pareja y una señorita bien vestida, ambos Hanouns sonreían con gozo, y yo no lograba entender que era lo que estaba pasando. En cuanto repararon en mi presencia, Heros volteó a observarme y esbozó una amplia sonrisa mientras se ponía de pie. Sentí escalofríos, no estaba acostumbrado a verlo expresar ese tipo de emociones tan a la ligera. Para cuando estuvo junto a mí, colocó una mano sobre mi hombro y me obligó a acercarme hacia la pareja, los tres se pusieron de pie y reverenciaron en cuanto estuve a escasos centímetros de distancia.
—¿Me mandó a llamar, regente? —le pregunté ante su quietud y silencio. De por sí, el que me tocara con cierto afecto no representaba muy buena señal.
—Sí, solicité que vengas porque necesito hablar acerca de unos asuntos muy importantes—dijo él de manera pausada mientras sonreía al frente—. Como bien sabrás, hijo mío, ya estás en una edad en donde tienes que sentar cabeza, incluso yo a tu edad ya llevaba un año de compromiso con tu madre.
—Disculpe, mi señor, pero no logro entender a dónde quiere llegar—le respondí dubitativo, él simplemente esbozó una sonrisa de lado.
—Necesito que dejes de jugar por aquí y por allá —apretó su agarre, y sentí como sus garras se clavaban en mi piel—. Es hora de que dejes de juguetear por aquí y por allá. Llegó el momento de sentar cabeza
Al oír esto, los nobles rieron, la felicidad que sentían no cabía en ellos. La muchacha por su parte, trataba de mostrarse serena, pero su vista terminaba alternando entre el suelo y en mí. Era bella, lo admito, pero para mi no había criatura más hermosa que Lyra.