Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XVII: ¿Qué es lo que decides?

 

Z E F E R

Desde el momento en el que ella despertó fue para mi imposible apartarme de su lado.

La ayudaba en cada cosa que podía, dormía en una silla posicionada justo al lado de su cama y me cercioraba siempre que no tuviera fiebre. Iba a buscar sus alimentos, nunca fui bueno cocinando, los sirvientes siempre hicieron todo por mí, así que le pedía ayuda a Trya para preparar cosas simples, y la mejor recompensa que recibía por eso era el ver su sonrisa en el rostro.

Había momentos donde la comparaba con Eleonor, pero ambas eran completamente diferentes. Clematis era sencilla, calmada, cándida, fresca como la brisa de la primavera; mientras que Eleonor era salvaje, explosiva, intensa, como una tormenta eléctrica.

No entendía como Clematis había logrado introducirse con tanta rapidez en mi corazón sin siquiera proponérselo. Lo único que hizo fue estar allí, y solo me bastó mirarla para que comenzar a sentir estas emociones dentro de mí.

Mi corazón se sentía en calma junto a ella, jamás me había pasado antes. Sentir sus manos sostener las mías provocaban una sensación extraña en mi estómago, como lo que me pasaba cuando la observaba desde lejos en la biblioteca.

Hasta ahora no había tenido oportunidad de acercarme, y soy consciente de que fue enteramente mi culpa. Pero en este breve tiempo descubrí que ella era alguien graciosa, divertida, culta, y por sobre todo, hermosa.

Pero por las noches la sensación de culpa era algo que me carcomía el alma. Temía por Clematis, ya que cuando volviéramos a My—Trent, no solo tendría que afrontar el hecho de que su madre estaba muerta o su aldea destruida, mi mayor preocupación era Eleonor. Siempre que ella se sentía amenazada era capaz de cualquier cosa para impedir que alguien me apartara de su lado.

***

Conocí a Eleonor en un día común y corriente en el pueblo.

Era una época complicada, acababa de asesinar a mi madre y el estar encerrado en esos muros provocaba que aún la sintiera por los pasadizos. La culpa me invadía y sentía deseos de morir.

Giorgio y Jaft no contribuyeron a mi paz mental, mi hermano siempre buscaba la manera de recordarme lo que había hecho, y la indiferencia de Giorgio simplemente aumentó luego de ese suceso.

Eleonor me vio leyendo un libro debajo de un árbol y se acercó de forma tímida, con las mejillas enrojecidas. Para mi representó una visión divina, el encontrar a alguien que sentía que tampoco encajaba en su realidad hacía que no me sintiera tan solo en el mundo.

Jamás me dijo porque siendo alguien de casta pura se sentía de esa manera, ni mucho menos me dijo su nombre, pero bajo una inocente promesa de vernos al día siguiente, la dejé ir sin hacer más preguntas.

Allí fue donde comenzó el tormento, la persona que vi a la mañana siguiente era completamente diferente. Posesiva, celosa, intensa; ella tenía esa facilidad de elevarme al cielo, pero también lograba empujarme de allí y me hacia caer a la tierra.

Poco a poco ella me fue acostumbrando a su manera de manipularme, a esa forma enfermiza de arrastrarme a su lado, normalicé muchas cosas que estaban mal, pero ese es el problema de unir a alguien que está roto con alguien que sabe cómo actuar. Pero a pesar de todo esto de lo que era consciente, yo me sentía feliz, porque sentía que alguien me amaba… y eso me impedía poner un alto por mi propio bienestar.

Fue la única a la que no le importó que fuera el segundo en línea, o eso creía. Los nobles, incluso los mismos regentes siempre me observaban por debajo del hombro a diferencia de Jaft, ya que yo nunca tendría derecho a dirigir mi nación.

Las tardes a su lado eran entretenidas, me olvidaba de muchas cosas y las horas se iban con suma rapidez. Corríamos en medio del bosque, gastábamos algunas bromas a los nobles, y antes de partir, ambos nos uníamos entre caricias y besos a escondidas del resto.

Pero como cualquier noble que fue criada bajo lujos Eleonor solía pedirme cosas muy caras. Simplemente no podía negarme, me gustaba ver que sonriera, me gustaba sentir que me quisiera, e inconscientemente esta fue la única forma que hallé para que jamás se fuera de mi lado.

Sin embargo, conforme fuimos creciendo aquella exclusividad que ambos teníamos se fue deteriorando. Ella frecuentaba muchos nobles, quienes, desde luego, al verla tan hermosa no podían negarse a caer en sus encantos.

Me hería verla junto a otro, pero no podía hacer nada para detenerla, ya que, si Giorgio se enteraba que la quería, era capaz de arrebatarla de mi lado.

Al cumplir los quince años decidí alejarme, claramente ella no tomó mi decisión de buena manera, pero se mantuvo quieta todo el tiempo. Hasta que sintió que alguien más me estaba apartando definitivamente de su lado.

Ella tenía una amiga llamada Allin, era una noble sencilla y de buen corazón, a veces me preguntaba incluso porque alguien tan buena como ella siempre estaba cerca de Eleonor. Jamás quise aprovecharme de ella aunque sabía que estaba enamorada de mí, pero comencé a frecuentarla un poco más, y aquello bastó para que Eleonor actuara y me demostrara de lo que era capaz.

Después de dos meses de aparente tranquilidad mientras iba al pueblo vi un tumulto de gente reunida en la plaza central, me acerqué con curiosidad y quedé horrorizado con lo que vi. Allí, parada en el podía estaba Allin, con el rostro empapado en llanto, con grilletes en las manos, esperando su ejecución.




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