Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XX: Solo importas tú.

Z E F E R

Desperté sintiendo el cuerpo pesado, y al abrir los ojos la cabeza comenzó a darme vueltas. Tardé algunos minutos en recordar que es lo que me había pasado y donde estaba, pero no recordaba como llegué hasta este lugar.

Estaba dentro de una cabaña, mi cuerpo se hallaba tendido en una especia de cama de tela; el techo estaba elaborado de una mezcla de paja y lodo, unos metros más allá vi una puerta rústica de madera elaborada con cañas de bambú que permitían que una brisa fresca entrara al recinto, pero no podía percibir olor alguno.

Necesitaba encontrar a Clematis. No quería imaginar que atrocidades podrían estar haciéndole justo ahora.

Me senté sobre la cama y al tratar de estirar mis brazos me percaté de que estos se encontraban sujetos por sogas y grilletes, pese a que traté de zafarme por todos los medios simplemente se me hizo imposible hacerlo, aún seguía demasiado atontado como para reaccionar correctamente. Comencé a analizar mi entorno y decidí ponerme de pie para ir en dirección a la puerta y buscar una salida, pero antes de que si quiera diera dos pasos al frente esta se abrió y ella entró al recinto, inmediatamente me brindó una sonrisa cálida y yo no pude evitar sentirme agradecido con la vida. Por suerte estaba a salvo.

—¡Zefer! —se acercó corriendo hasta donde estaba y me rodeó con sus brazos, por inercia pegué mi rostro a su cuello y me removí a modo de caricia.
—¡Que bien, ya despertaste! —la irritante voz de aquel sujetó se coló a mis oídos, observé al frente y allí estaba él, con esa estúpida sonrisa en el rostro.

Por inercia coloqué a Clematis detrás de mi y comencé a gruñirle mientras mostraba los dientes, el sujeto retrocedió un poco mientras alzaba las manos en señal de paz.

—¡Oye! Tranquilo, no pienso hacerte nada —dijo con cinismo— ¿Te sientes mejor? —preguntó.
—Estaba bien la primera vez que desperté —respondí con notoria molestia en mi voz.
—Lamento haberte sedado nuevamente ¡Pero te comportaste como un loco! Si no te detenía el resto hubiera entrado y te hubiera amarrado de pies y manos —alcé las cejas con incredulidad tras oírlo y luego me di media vuelta para que viera los grilletes que traía—. Bueno… al menos solo fueron las manos.
—¿Qué pasó para que lo ataran? —preguntó ella mientras tocaba las sogas y los grilletes.
—Cuando despertó trató de golpearme —bufó—. Por suerte no logró ni siquiera tocarme un pelo —la sonrisa de satisfacción que traía en el rostro era enfermiza.

Un simple humano había sido capaz de evadir todos mis golpes. Ni siquiera los Hanouns de My—Trent me habían podido hacer frente en una pelea.

—Por cierto, no me presenté, me llamo Ian —el castaño elevó ambos pulgares con diversión, yo me limité a mostrarle los colmillos.
—Quítame ya estas molestas cosas, Ignacio.
—Te acabo de decir que me llamo Ian —lo vi blanquear los ojos mientras se acercaba hacia mí. Me quitó los aparatos y una vez que sentí el cuerpo más liviano volteé a observarlo—. Es enserio —esta vez él miró a Clematis— ¿Cómo lo soportas? Si yo tuviera una pareja tan distraída y violenta hace mucho habría escapado —ella rio y yo no pude evitar sentirme incómodo ya que ella si había escapado por cómo me comportaba antes.
—¿Quiénes son?, ¿Por qué nos raptaron? —le pregunté para evitar la tensión.
—No los raptamos...
—¿No nos raptaron? —bufé— Primero nos corretearon en medio de la noche por el bosque. Segundo, nos alcanzaron y nos lanzaron una malla de cadenas y dardos. Y por último, nos trajeron a un extraño lugar —Ian se rio con nerviosismo mientras enseñaba los dientes—. Perdón, pero si hubiera sabido que querían invitarnos a tomar algo hubiera venido de buena manera —repliqué con sarcasmo.
—Bueno, admito que la manera de traerlos no fue la mejor. Perdón por eso—Ian desordenó sus cabellos conforme hablaba— Pero únicamente tratamos de ayudarlos, los estaban siguiendo en el bosque ¿No te diste cuenta de eso? Eran guardias de Wyrfell, si los atrapaban, quien sabe que les hubieras hecho.

Ante lo que dijo no pude evitar sorprenderme, por culpa del maldito bosque ese no había podido percibir nada a mi alrededor. Clematis había estado en peligro y no me había dado cuenta de eso.

—Estoy seguro que la mujer de Elian fue la causante de eso —murmuré entre dientes—, ya verán cuando llegue a My—Trent.
—Zefer… —Clematis me observó a modo de reproche y yo únicamente me limité a suspirar.
—Lo siento, me alteré.
—Bueno, el que no hayas podido oler nada en el bosque es en parte por nuestra culpa —Ian sacó un pequeño frasco de su bolsillo y lo extendió en nuestra dirección—. Nosotros los humanos hemos descubierto que existen algunas plantas que atontan su sentido del olfato, dentro de este frasco estás viendo la esencia que usamos para escabullirnos sin ser detectados.
—Mirella y Lupe —Clematis habló bajo, pero Ian si alcanzó a oírla. 
—¡Oh! así que sabes la formula —él se acercó hacia ella y palmeó ligeramente su hombro— ¿Eres primogénita? —metí mi cuerpo entre ambos y separé la mano de Ian de su cuerpo—. Por lo santo y sagrado, que carácter —exclamó mientras rodaba los ojos.
—No, soy la segunda hija de mi familia. Pero recuerdo que alguien me dijo acerca de lo que sucedía si mezclabas ambas flores.
—¿Eres una segunda hija? —estaba sorprendido, Ian alternó su vista entre ambos y luego, habló—¿Entonces por eso ambos escaparon?
—No, la secuestraron y yo fui a rescatarla.
—Tú eres... Zefer Wolfgang ¿No es verdad? —asentí—, y me imagino que tú debes ser Clematis Garyen... —él la observó de manera compasiva, intuía que le diría algo referente a su aldea, pero al interponerme nuevamente entre ellos, lo observé y con la mirada le supliqué que no dijera nada.
—¿Nos puedes enseñar dónde estamos? —Ian me observó atento y luego asintió, había entendido el mensaje—. Digo, estar acá encerrado me volverá loco.
—Seguro, vamos.




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