Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XXII: El inicio de la contienda.

C L E M A T I S

En cuanto dije esto todos se me quedaron mirando. Al parecer estaban procesando mis palabras. Luego de algunos minutos, Ian, Rik y Forke se alejaron un poco y nos dejaron a mi y a Zefer a solas para que pudiéramos conversar. Pude darme cuenta que él se tensó ya que acarició mi mejilla, pero antes de que si quiera lograra decirme algo lo detuve.

—Oíste bien —respondí intuyendo cuál sería su pregunta.

De alguna manera durante este viaje ambos habíamos adquirido la capacidad de saber lo que el otro estaba pensando antes de que pudiera decirlo. Era algo extraño, pero muy reconfortante. Aunque claro, en situaciones como estas resultaban ser muy agridulces.

—No tienen que irse —oí que gritó Ian desde atrás, Rik, en un intento por callarlo le colocó las manos sobre la boca—. Somos fuertes —añadió—, podemos defenderlos.
—No me malentiendan —suspiré sintiéndome agotada—. No estoy dudando de su capacidad, estoy priorizando el bien de la aldea. Estoy segura de que podrían acabar con el grupo que está en Wyrfell pero ¿Qué pasaría si Giorgio manda más soldados? La probabilidad de que vengan aún más preparados es muy alta. No quiero que las familias que viven acá paguen por mis deseos egoístas.

Ian apretó los puños a cada lado de su cuerpo mientras observaba al suelo. Sabía que ellos nos querían aquí, pero también era consciente de que la seguridad y el bienestar de su gente era lo primordial en este tipo de situaciones.

—¿Están seguros de querer hacer esto? —preguntó Rik mientras apretaba el hombro de su pareja con fuerza, Ian colocó su mano sobre la de él.
—No... —replicó Zefer, él me abrazó con suavidad mientras depositaba besos sobre mi cabeza.
—Yo sí lo estoy... —acaricié con suavidad su espalda mientras le dedicaba al resto una sonrisa forzosa—. Gracias por hacernos sentir parte de este hermoso lugar.
—Ustedes siempre serán parte de esta aldea, Clematis... —Ian se acercó y me abrazó con fuerza, yo le correspondí—, si algún día deciden volver, nosotros los esperaremos con los brazos abiertos.
—Gracias por todo, Ian —el nombrado se acurrucó aún más entre el espacio de mi cuello y mi hombro—. De igual manera, gracias por todo lo que hicieron por mi Rik, y Forke—ellos asintieron desde sus posiciones.
—No olvides practicar lo que te enseñamos—me dijo Rik mientras sonreía de forma lineal.
—Eres una gran persona —dijo Ian cerca de mi oído—. Eres mi mejor amiga, no quiero que nada malo te pase —asentí tras lo que me dijo—. Pase lo que pase, no dejes de luchar.

En cuanto dijo esto algo dentro de mi se revolvió. Dentro de mi sentía que antes ya había escuchado esas palabras, pero no sabía con exactitud quien me las había dicho.

Mi cabeza me comenzó a doler, una pequeña mueca de dolor se posicionó en mi rostro, pero tuve que disimular para no preocupar al resto. Me despedí de los demás con naturalidad, pero no podía evitar sentirme extraña. Mi vista se mantuvo fija en un punto y una serie de imágenes de un bosque oscuro comenzaron a pasar rápidamente frente a mí. Oí gritos, podía sentir como mi piel recordaba la fresca brisa nocturna.

—Es hora de irnos —Zefer fue el único que pudo sacarme de mi ensimismamiento. Volteé a observarlo y él tenía su mano extendida en mi dirección.

Cuando comenzamos a descender la montaña caímos en cuenta de que pronto volveríamos a la realidad y odiábamos sentirnos de esa manera. Para cuando terminamos de cruzar el bosque vimos el campo de flores que habían comenzado a cambiar producto de la estación, el paisaje de cierta manera era un reflejo de nuestros sentimientos en estos momentos.

—Estamos cerca —murmuré al ver el muro de Wyrfell a tan solo unos metros de distancia.

Al dar un paso al frente Zefer me detuvo y sostuvo mis manos con fuerza, no entendí que era lo que le pasaba, pero lucía muy acongojado.

—En verdad… lo siento —susurró, pero alcancé a oírlo—. Todo esto es mí culpa. En verdad quería que viviéramos en esa aldea... perdóname, Clematis.
—No tienes que pedirme perdón, Zefer —mis brazos lo rodearon, necesitaba confortarlo de alguna forma.
—Por mi culpa has tenido que dejar atrás lo que más querías —acotó.
—Fui feliz en ese tiempo que vivimos allí —añadí—. Pero seré igual de feliz en cualquier lugar donde estemos, lo que en verdad importa para mi es que permanezcamos juntos, como una familia.
—Pienso lo mismo —Zefer se acercó hacia mí y depositó un suave beso sobre mis labios, luego, se separó y pegó su frente a la mía—. A veces siento miedo… —soltó de pronto.
—¿De qué? —pregunté.
—De que veas la clase de persona que soy y te vayas de mi lado.

Tras decir esto Zefer dio media vuelta y sonrió. Lo vi contrariado, pero no añadió nada más. Su mirada buscaba decirme algo, pero fue prácticamente imposible que pudiera descifrar que exactamente. Y antes de que si quiera pudiera preguntarle, el enorme portón de Wyrfell se abrió y dejo salir a un grupo de diez soldados quienes reconocieron inmediatamente a Zefer.

—¡Joven amo! —exclamó con euforia, Zefer me colocó detrás de él— No sabe cuan feliz estamos de haberlo encontrado sano y salvo. El amo Jaft está que lo espera en Wyrfell.
—¿Jaft? —el cuerpo de Zefer se tensó ligeramente— ¿Por qué Giorgio mandó a Jaft a Wyrfell?
—El amo Giorgio ordenó que el amo Jaft encabezara el pelotón de la guardia real. Quizás no lo sepa, pero los Jackal le habían tendido una trampa.
—¿Entonces Giorgio tomó la nación?
—Correcto, joven amo. Wyrfell ahora le pertenece a My—Trent.
—Ya veo —fue lo único que dijo Zefer mientras entrelazaba sus dedos con los míos para comenzar a avanzar.

—Puedo mandar a traerle un carruaje, joven amo, no es necesario que camine —aunque el sujeto tratara de disimular el que Zefer hubiera hecho tal gesto lo había descuadrado por completo.
—No iremos en carruaje —sus palabras salieron con firmeza, aparentemente también se había dado cuenta de como el sujeto nos miraba—. Iremos a pie.
—Pero, señor…
—Dije que iremos a pie ¿Entendido?




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