Para cuando Giorgio terminó de hablar los tres se quedaron el silencio. El mayor de ellos siguió calando el humo de su pipa mientras aguardaba la reacción de su menor hijo. Jaft, quien logró recobrar un poco antes la compostura le dirigió una mirada atenta a su hermano esperando alguna reacción explosiva de su parte.
Zefer, quien se encontraba sujetando el picaporte terminó bajando los brazos nuevamente. Tardó un poco en procesar la información, pero cuando finalmente cayó en cuenta de que lo que había oído era real, tan solo atinó a apretar sus puños con fuerza, Jaft, quien se encontraba más lejos detectó de inmediato el olor ferroso de la sangre, Zefer se acababa de perforar las palmas.
Jaft lo vio acercarse a gran velocidad, por puro instinto se puso de pie y se interpuso entre su padre y Zefer, el pelinegro, quien era sujetado por su hermano, tan solo golpeó el escritorio con fuerza provocando que el rubio se sobresaltara. Y un pequeño frasco que tenía un líquido extraño no tardó en caer sobre el escritorio empapando los papeles de su padre.
—No dejaré que se la lleve —replicó entre dientes mientras Giorgio enmarcaba una ceja— ¡No puedes hacerlo!
—Ya lo hice —respondió él de forma desinteresada mientras inclinaba la cabeza hacia un lado—. Tengo la autoridad suficiente como para deshacer ese compromiso —Jaft logró mirar de soslayo como Giorgio se puso de pie inclinándose hacia el frente—. Soy el regente de esta nación, lo que digo se cumple. No estoy pidiendo tu permiso, Zefer, he sido lo suficientemente considerado de informarte primero que es lo que pasará para que lo tengas presente cuando llegue el momento.
—Padre, creo que…
—La humana esa ya trajo demasiados problemas —dijo antes de que Jaft pudiera continuar—. No quiero que vuelva a estar cerca de ti, es una mala influencia. Por su culpa arriesgaste tu cuello tontamente allá afuera.
Jaft se encontraba en medio de ellos únicamente para evitar que se maten y que Zefer fuera ejecutado por asesinato, pero lo que más quería era largarse de allí, se sentía lo suficientemente incómodo como para respirar el mismo aire que esos dos. Zefer y Giorgio nunca habían compartido un lazo afectivo, pero lo que su padre acababa de hacer era un golpe demasiado bajo.
—Esta vez no pienso obedecerte —tras escucharlo Giorgio no pudo evitar cruzarse de brazos—. Ya no soy un cachorro, puedo decidir que hacer con mi vida, y elijo quedarme con ella.
—¿Realmente crees que eres dueño de tu vida? —le preguntó—. Si que eres estúpido. Yo, soy quien decide a donde se dirige tu patética existencia. Yo, soy quien toma las decisiones aquí. No tú.
—No tienes ningún derecho de decidir por mí.
—¿Por qué te quejas tanto? —Zefer bordeó el escritorio y Jaft nuevamente tuvo que atajar a su hermano—. Antes hubieras saltado en un pie con la noticia. Que denigrante —soltó con asco—. Y pensar que logró enredarte de esa manera. Mira que sentir algo por alguien de su calaña es patético, te enamoraste de un sucio humano.
—Lo que sienta o no, no te incumbe.
—Tienes razón, no me incumbe. Y esa es otra de las razones por las que no tomaré en cuenta lo que tengas que aportar, Zefer —Giorgio le sostuvo la mirada, ambos no decían nada, Zefer observaba a su padre con odio, quería que él sintiera cuanto lo detestaba, pero esto le importó poco a Giorgio—. Ambos entrarán en la contienda y tú tendrás una nueva prometida. Fin del asunto —sentenció con dureza—. Ahora, lárguense de mi vista.
—Padre, todo este asunto no tiene pies ni cabeza —tras la respuesta Giorgio resopló con fuerza—. Es decir, lo de la contienda es un sin sentido al igual que lo del nuevo compromiso ¿No podemos apelar?
—Jaft ¿En que idioma estoy hablando? —le preguntó y el rubio agachó la mirada— No puedo creer que haya pagado maestros durante tantos años para que tengan una nula comprensión. ¿Te asusta la competencia? , ¿No tienes la suficiente confianza?
—No es eso... es solo qué...
—Entonces, si no tienes nada más que decir. Largo los dos.
Giorgio no estaba dispuesto a seguir con la conversación, había tomado una decisión y no habría poder en el mundo que lo fuera ha hacer cambiar de parecer.
Zefer le dedicó una última mirada de resentimiento y azotó la puerta al momento de abrirla, Jaft, por su parte se quedó un poco más en el despacho esperando hacer cambiar de opinión a su padre, pero al darse cuenta de que este no estaba de buen humor optó por salir mientras agachaba la cabeza.
Zefer se metió dentro de una de las habitaciones vacías y lo escuchó tumbar algunas cosas en el piso. Sabía que estaba molesto, incluso a él mismo le había generado cierto malestar la noticia, pero el preocuparse por terceros ahora no era nada productivo. Estaba en problemas. Siempre dio por sentado que él sería el heredero, es por eso que siempre priorizó el entrenamiento mental al físico, y si se comparaba con Zefer pues… tenía muchas cosas que perder. Aunque le molestara admitirlo, su hermano menor lo superaba en combate y en muchos otros aspectos. Zefer era alguien ágil, fuerte, diestro y confiable, si su hermano hubiera querido desde hace mucho tiempo habría peleado por reinar la nación, pero jamás había surgido ese interés de su parte. Aunque ahora las cosas eran completamente diferentes, tenía un motivo por el cual pelear el puesto y ese era Clematis.
—¿Qué demonios puedo hacer? —preguntó a la nada mientras mordisqueaba sus garras.
Caminó hasta su habitación mientras meditaba que era lo que haría. Quizás podía llegar a una especie de acuerdo con Zefer, si le prometía libertad, tal vez él le pusiera las cosas más fáciles durante la contienda.
Era la única manera en la cual ambos podían salir ganando muchas cosas. Dudaba mucho que Argon se hubiera ofrecido a ser el nuevo compromiso con una segunda intención. Él era consciente de que Clematis fue constantemente acosada por el bruto de su hermano, la actitud del Hanton debía deberse a un acto noble a favor de la vida de la joven.