Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XXIV: Incertidumbre.

Z E F E R

Una vez que terminé de conversar con Argon me dirigí al inmenso árbol del patio. De un solo saltó llegué a las ramas superiores donde siempre meditaba, y una vez allí, cerré los ojos e inhalé la fragancia que traía la fresca brisa nocturna.

La luna acababa de ser opacada por las nubes de lluvia y la penumbra que me rodeaba provocaba que mi corazón se sintiera acongojado.

Argon me había dado su palabra de que todo seguiría siendo igual que antes, pero no podía evitar sentir cierta angustia en mi interior. Y me odiaba por sentirme de esta forma.

Tenía miedo de que Clematis recordara todo cuando partiera a Wyrfell. Y si esto pasaba, me daba pavor solo imaginar que cuando ellos convivieran surgiera un sentimiento más fuerte que el de una amistad. Porque era perfectamente consciente de que yo robé el lugar que debería pertenecer a Argon.

Mi vida siempre fue de la misma manera. Cada vez que me encontraba en lo alto del cielo y creía haber alcanzado finalmente la felicidad, el golpe crudo de la realidad era lo que terminaba arrastrándome de regreso a la tierra. Y dolía mucho más cada vez que esto pasaba.

Para alguien como yo el amar era un lujo. El que se me permitiera expresar mis emociones… era un privilegio del cual Giorgio me privó hace mucho tiempo.

—Zefer...

La voz de Eleonor me sacó de mi ensimismamiento. Cuando dirigí mi vista al suelo ella se encontraba allí, sonriente y radiante. Un suspiro involuntario se escapó de mis labios, estaba demasiado cansado para querer lidiar con ella.

—¿No planeabas saludarme? —me preguntó con inocencia mientras bajaba, cuando estuve a su altura ella se aprisionó contra mi cuerpo, sus pechos sobresalieron levemente de su escote—. Te extrañé mucho. 
—Te saludé cuando llegué —me separé y aquella acción la descolocó. Sus orbes bicolores buscaban mi mirada con insistencia, y por primera vez, me negué a ceder a sus caprichos.
—Lo sé, pero no me saludaste como es debido —sus dedos acariciaron mi pecho y comenzó a subir lentamente hasta sujetar mi cabello.
—Te saludé de manera apropia —corregí mientras la alejaba—. No tengo porque dar muestras innecesarias de afecto, ya que vas a ser mi cuñada.
—Aun no estoy casada —soltó ella con un deje de diversión en su voz—. Así que, técnicamente, no soy tu cuñada todavía.
—Iba a ir a buscarte para hablar acerca de ciertos asuntos —Eleonor elevó una ceja en señal de confusión—. Que bueno que hayas sido tú la que me ha buscado,
—Si tiene algo que ver con la humana, no quiero oírlo —respondió cortante.
—Tiene que ver con ella, y su nombre es Clematis, espero lo recuerdes —cuando le dije esto ella se separó por completo, comenzó a golpear el césped con sus tacones mientras se cruzaba de brazos.

Necesitaba poner un alto. Este juego absurdo del que ambos habíamos sido partícipes debía acabar de una vez por todas.

—Las cosas van a ser muy diferentes a partir de ahora —su gesto comenzó a descolocarse a medida que hablaba—. No estoy dispuesto a seguir siendo tu juguete, he decidido tomar otro rumbo, y espero lo entiendas. De igual forma te pido encarecidamente que respetes la posición en la cual te encuentras. Serás la esposa de Jaft, mi hermano—acoté—. No estoy dispuesto a formar parte de un triángulo amoroso.
—¿Estas bromeando, verdad? —ella soltó un bufido, pero la serenidad de mis palabras y la inexpresividad de mi rostro terminó borrando su sonrisa—. Tengo que recordarte algo, Zefer —sus labios se curvaron en una sonrisa mientras enredaba sus brazos alrededor de mi cuello, sentí su aliento muy cerca de mis labios—. Yo no comparto lo que es mío, y quieras o no aceptarlo, mi amado Zefer. Desde hace muchos años tu pasaste a ser parte de mi propiedad.

Ella tiró de mis cabellos hacia abajo, quería besarme, pero yo no se lo iba a permitir. La retiré con brusquedad, al punto que ella trastabilló y terminó cayendo sentada al suelo. Contrario a todo Eleonor no gritó ni nada, solo se quedó callada sonriendo, y solo cuando dirigí mi vista hacia el interior pude darme cuenta el porqué.

La muy astuta me había tendido una trampa.

—Parece que alguien vio y escuchó algo que no debía —Eleonor soltó una risa maliciosa mientras se ponía de pie, con un gesto de su mano movió su cabello hacia un lado y sus rizos me golpearon en todo el rostro.

Me sentía demasiado frustrado. Al haber tenido a Eleonor a una distancia tan corta ni siquiera me di cuenta del aroma de Clematis.

Prácticamente corrí hacia el interior del palacio y antes de que si quiera pudiera continuar me detuve. Ella se encontraba justo en la mitad de la escalera y Argon la estaba abrazando con gentileza. Sabía que estaba llorando, el aroma salado de sus lágrimas se coló a mi nariz. Lo único que atiné a hacer en ese momento fue bordear la pared del salón y esperar a que terminaran de hablar.

—Tranquila. —escuché que le dijo—. Estoy seguro de que todo tiene una explicación —en cuanto me asomé Argon me observó y me reprochó con la mirada—. Hagamos algo, Clematis —ella lo observó y él aprovechó para limpiar las lágrimas de su rostro—. Sube a tu habitación, iré a prepararte un té y te lo llevaré enseguida.

Clematis asintió con desgano y comenzó a subir las escaleras, luego de que Argon se aseguró que ya no estaba cerca, me llamó y yo salí de mi escondite.

—¿Ahora que hiciste? —estaba molesto, su semblante no era para nada tranquilizador— Estás poniendo a prueba mi paciencia.
—No hice nada… —aunque sabía que era verdad no podía evitar sentirme culpable—. Estuve hablando con Eleonor sobre… nuestra situación, pero ella me tendió una trampa, sabía que Clematis vendría. Nos escuchó, sabe que pasó algo entre nosotros.
—¡Con razón se puso así!
—Pero no hice nada, yo la rechacé en todo momento.
—Dudo mucho que se haya puesto de esa manera únicamente porque los vio conversar.
—Bueno… Eleonor trató de besarme.
—Zefer... —Argon sujetó su rostro con fuerza y lo apretó ligeramente. —No pienso entrometerme en su relación. Los problemas de pareja que tengan deben de resolverlos por su cuenta. Sin embargo, si puedo darte uno que otro consejo.
—De acuerdo.
—Primero, ve a la cocina y prepárale una infusión. Segundo, cuando la veas calmada, habla con ella y explícale las cosas. Todo.
—Quieres decir... ¿Contarle todo, todo?
—Sí, Zefer. Dile que tipo de relación tenías antes con ella y con Eleonor. De lo contrario, Clematis se ahogará en un vaso de agua ella sola. —asentí no muy convencido— ¡Pero recuerda! Debes dejar en claro que ese capítulo de tu vida ya se cerró.
—¿Y si se niega a escucharme?
—Simplemente le darás su espacio y volverás a intentarlo mañana—Argon se encogió de hombros restándole importancia—. No puedo asegurar que reacción tendrá, tú eres el que ha pasado más tiempo junto a ella así que deberías saberlo.




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