Nación de My — Trent
La lluvia cesó sobre la nación y se llevó consigo a las nubes oscuras, dejando tras de si el cielo completamente despejado. La luz de la luna llena alumbraba la penumbra y permitía ver con nitidez el suelo mojado.
Los habitantes de My—Trent se encontraban durmiendo, pero en el palacio real, uno de los habitantes aún se mantenía despierto. Sus pisadas fuertes indicaban que estaba de mal humor, y nadie que fuera mediadamente inteligente se atrevería a pedirle silencio.
Giorgio iba de un lado al otro caminando en medio de los pasillos, sus ojos ambarinos brillaban en medio de la oscuridad mientras seguía, aparentemente, su incierto trayecto. Luego de un largo rato finalmente llegó a su destino, una puerta antigua olvidada de color blanco. Sujetó el picaporte y la abrió, las bisagras antiguas rechinaron en cuanto lo hizo, y solo cuando se aseguró de que estaba completamente solo se encerró dentro.
Aquel cuarto estaba atiborrado de cosas: vestidos, joyería, cuadros, muebles y una larga pila de libros tirados en el suelo, los cuales se encontraban cubiertos por una capa de polvo. Su vista reparó en uno de los retratos de Lyra, su ex esposa, que abrazaba a un muy pequeño Zefer de aproximadamente dos meses y justo a su derecha salía Jaft quien tenía un par de años más. Giorgio la observó únicamente a ella por un promedio de cinco minutos, pero por momentos sentía como Lyra le devolvía la mirada y esto provocaba que cierta incomodidad dentro de su cuerpo surgiera.
Luego de retornar a la realidad continuó con su camino. Moverse dentro era una hazaña ya que el espacio era demasiado reducido, pero el sabía exactamente por donde caminar para evitar que todo cayera encima de su cuerpo.
Cuando finalmente logró esquivar el último de los objetos tirados en el suelo, se detuvo frente a uno de los escritorios que usó Lyra cuando estaba viva y comenzó a empujarlo, al hacerlo una pequeña compuerta subterránea quedó descubierta. Abrió la trampilla de madera y comenzó a descender por los escalones de metal hacia la parte inferior y únicamente cuando su cuerpo ya se encontraba del todo dentro se encerró para evitar que alguien lo escuchara.
Al llegar a la pequeña habitación subterránea tocó un botón que estaba posicionado en la pared, un sonido emergió de una bombilla y la habitación se iluminó por completo. Giorgio caminó hacia una extraña máquina, era un enorme monitor que estaba empotrado en la pared, y justo al centro de aquella pantalla vio una luz centellando. Sus dedos se posicionaron sobre los botones del tablero y digitó unas cuantas cosas antes de tomar asiento y mover una palanca, en cuanto lo hizo una pequeña compuerta se abrió y un micrófono y un tablero color verde emergieron del centro.
Giorgio antes de colocar la mano sobre el tablero se limpió con un pañuelo los restantes de polvo y cuando puso la palma encima de este, una voz emergió del centro de la pantalla y dijo: «Identidad confirmada, Giorgio Wolfgang.»
—Leer mensaje —luego de decir esto Giorgio se acomodó aún más en la silla donde se encontraba esperando que aquella máquina cumpliera con sus órdenes.
«Amo Giorgio, es grato para mi informarle que el plan sigue avanzando según lo planeó. Ya hemos logrado duplicar la producción de armamento y puedo confirmarle con toda certeza que el trabajo se encuentra en un ochenta por ciento.»
Tras oír esto Giorgio no pudo evitar sonreír, involuntariamente sus dedos comenzaron a tamborilear sobre el posa brazos de la silla. Luego de acomodarse debidamente sobre el asiento, digitó algo más en el tablero y enseguida una línea de color verde apareció sobre la pantalla de color negro.
—Llamar a Polakov —ordenó, y la voz robótica le informó que la llamada estaba siendo realizada. Al cabo de unos segundos, la imagen de un Hanoun canoso fue la que apareció en el monitor de la pantalla—. Mi querido amigo, veo que me has traído buenas noticias el día de hoy. Supongo que está demás decirlo, pero estoy más que complacido por los avances que estamos teniendo.
—Mi señor —el viejo Hanoun hizo una pequeña reverencia al verlo del otro lado del monitor—. Según mis cálculos, a finales del ciclo lunar de este año tendremos todo perfectamente preparado. Los soldados están más que dispuestos a entregar su vida por usted.
—¡Excelente! —sonrió— El que demuestren lealtad con el descendiente de Kyros lo hubiera hecho muy feliz. Necesitamos gente capaz de cumplir órdenes sin estúpidos sentimentalismos, no toleraría gente incompetente bajo mi mando.
—Mi señor —el viejo se removió algo incómodo antes de continuar con su plática—. Perdone la osadía, pero quisiera saber que sucedió con los Jackal, las vylas trajeron el mensaje, pero imagino que habrá algo más detrás de todo.
—Jackal se quiso pasar de listo —Giorgio se removió en la silla a medida que apoyaba su cabeza sobre la palma de su mano—. Estaba a punto de delatarnos con el consejo. Por suerte, la mujer que tenía hizo una estupidez y fue la excusa perfecta para ponerle fin a su patética existencia.
—No puedo creer que Jackal se hubiera osado a traicionarlo —el anciano estaba molesto, de tan solo pensar que alguien hubiera sido capaz de traicionar a su amo y señor Giorgio hacía que la sangre le hirviera—. No era nada más que un idiota de dudosa moral.
—Jackal nos sirve más muerto que vivo —el pelinegro se encogió de hombros restándole importancia—. No necesitamos blandengues en nuestra causa. De momento, toda la rama Wolfgang esta firme en su posición, somos muchos, y somos fuertes. Tener el poder de todo dejará de ser un sueño cuando los preparativos estén listos.
Antes de que pudieran continuar con su charla la imagen de Polakov se fragmentó en la pantalla y un mensaje de “Llamada entrante” apareció en el monitor. Giorgio elevó una de sus cejas al ver el nombre que figuraba allí, y luego de chasquear la lengua, ordenó a la máquina que aceptara la llamada.