Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XXVII: Después de la tormenta viene la calma.

C L E M A T I S

Había pasado una semana desde que regresamos a My—Trent, y en este tiempo, Zefer, Argon, y todas las personas que trabajaban en el palacio me habían comenzado a mirar de una forma extraña. En más de una ocasión le hice notar a Zefer la incomodidad que esto me generaba, pero él siempre me decía que todo estaba bien y cambiaba de tema.

Desde que Giorgio le había informado a Zefer de la competencia que debía hacer contra Jaft él comenzó a pasar cada vez menos tiempo en el palacio. Se iba muy temprano y regresaba muy entrada la noche, había momentos en los cuales incluso tan solo cruzábamos dos palabras porque él se quedaba dormido casi inmediatamente.

Me sentía demasiado sola. No había nada que hacer dentro de estas murallas, tenía prohibido ayudar a los sirvientes y tenía prohibido salir fuera del palacio. Extrañaba el pueblo de Ian y Rik, pero Zefer tenía obligaciones que cumplir aquí, en su hogar, y jamás me hubiera permitido que algo malo le pasara a las familias que vivían allá.

—Clematis —escuché como Meried susurraba, estaba en la entrada de la puerta—. Perdona que te moleste, pero llamé a la puerta y no respondías, pensé que te quedaste dormida.
—Descuida —le respondí mientras cerraba el libro que tenía encima de las piernas, desde hace media hora no había podido pasar de la página donde me encontraba— ¿La cena está lista? —ella asintió tras mi pregunta, pero luego se encerró dentro conmigo en la habitación.
—En realidad, quería preguntarte si deseas que te traiga la comida aquí. Verás, la señorita Eleonor se encuentra abajo, y pues…
—Bajaré a cenar, no tengo porque esconderme en mi cuarto. Si vamos a vivir ambas aquí debemos aprender a llevar la fiesta en paz.

En cuanto dije esto ella formó una mueca extraña en su rostro, siempre que tocaba el tema de mi permanencia en este lugar era lo mismo, todos cambiaban la expresión. Me quedé callada esperando alguna respuesta de su parte, pero ante mi mirada, ella se tensó y entre abrió los labios.

—¿Sucede algo? —pregunté de manera calmada mientras ella negaba con la cabeza— Meried, me he percatado de cómo me miran todos ¿Necesito enterarme de algo?
— No me corresponde decirlo... —fue lo único que dijo antes de dar media vuelta y salir de la habitación.

Sus palabras se quedaron instaladas en mi mente. Si a ella no le correspondía contarme que era lo que estaba pasando ¿Entonces quien debía hacerlo?

Zefer no me decía nada, no tenía demasiada confianza con Argon ni con Jaft, a Eleonor no la toleraba y preguntarle directamente a Giorgio era impensable, le tenía demasiado miedo como para tratar de establecer algún tipo de conversación con él.

Al llegar a la planta baja escuché como Eleonor reía por algún extraño motivo, Argon, por su parte únicamente le brindaba ciertos monosílabos. Entré por la puerta del comedor y se quedaron callados de golpe, solo estaban ellos dos dentro, Eleonor, al verme se irguió más en la silla y me observó con un cierto deje de superioridad.

Ignoré por completo su actitud, ya había aprendido como tratarla para que se quede callada. Eleonor detestaba que la ignoraran y no dieran pie a su engreimiento, o al menos de eso me había podido percatar. Pasé de largo y me senté al lado de Argon, quien, por desgracia, estaba sentado justo al frente de ella.

Argon me comenzó a preguntar algunas cosas sobre uno de los libros que estaba leyendo, y luego de intercambiar algunas ideas, Wylan no tardó en aparecer con el carrito que traía la comida en la parte superior y comenzó a servir nuestros platos con los manjares que habían preparado ese día.

—¿No deberías estar comiendo con la servidumbre? —me preguntó Eleonor de manera maliciosa. Cada vez que ella abría la boca era únicamente para soltar una dosis de veneno.
—No habría nada de malo en compartir la cena con ellos, pero de momento prefiero estar aquí en el salón —respondí mientras me llevaba una cucharada de la crema de verduras que habían preparado a la boca.

Argon reprimió una carcajada, y para disimular la risotada que por poco se le escapa tuvo que tomar un poco del jugo de moras que estaba servida en su copa.

—Eres una atrevida —replicó ella con molestia en su voz, pero luego, volvió a sonreír, como si nada hubiera pasado—. Pero bueno, lo dejaré pasar por esta vez. Después de todo, tan solo faltan tres días más para que te largues.
—Eleonor, cierra la boca —exclamó Argon con notoria molestia en su voz, ella lo observó enmarcando una ceja y luego volteó a observarme mientras entreabría los labios.
 —¿Qué? —resopló divertida mientras colocaba delicadamente la palma de su mano sobre sus labios aparentando inocencia— Ohhh... ¿Nadie te lo ha dicho? —replicó con sorna—. Pero mira que son gente mala, no puedo creer que nadie te lo haya informado.
—¿De qué estás hablando? —en ese punto ya estaba hastiada, todos, hasta Eleonor sabían lo que estaba pasando pero nadie decía nada— ¿Qué está diciendo ella, Argon? —sus ojos me esquivaron y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
—Si, Argon ¿Por qué no le dices lo que está pasando? —él se tensó mientras tras su pregunta, lo observé directamente, pero no pudo sostenerme la mirada—. Y asumo que si nadie te dijo lo que pasará en tres días, imagino que tampoco nadie te informó que tu compromiso fue anulado.

Sin querer terminé soltando la cuchara y el sonido que hizo al golpear la loza terminó retumbando por todo el comedor, Argon sujetó el puente de su nariz con fuerza mientras que Eleonor comenzaba a reír a todo pulmón.

—Clematis, deja que Zefer te lo explique, por favor... —fue lo único que Argon se limitó a decir antes de que me levantara bruscamente de la silla y prácticamente corriera hacia las escaleras.

Comencé a caminar aún más rápido, necesitaba huir de allí lo antes posible. Llegué a mi habitación y me encerré dentro, caminé hasta estar en el balcón, y únicamente cuando me percaté de que estaba completamente sola, me permití llorar. Pero aunque tratara de tranquilizarme, el sonido de su risa aún se mantenía presente en mi mente.




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