Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XXXII: Luz y Sombra.

Nación de My — Trent (Burdel de Madam Fiora)

Las calles de la nación se hallaban en completo silencio. Tenían el invierno a puestas, por lo que esto provocaba una baja considerable en la actividad del negocio. Si bien, el clima no era igual al de Velmont, las constantes lluvias repentinas y la carencia parcial del sol por las mañanas, generaba que sus habitantes no desearan salir del interior de sus moradas.

Pero, aunque la actividad cesara, «La casona de mármol», como se le conocía al burdel de Madam Fiora, siempre estaba abierta y dispuesta a recibir a los visitantes que desearan retozar sobre el lecho de aquellas flores que vivían allí.

Aquel lugar era el mejor de todas las naciones, y no era para menos, la excelente calidad en los servicios y la belleza despampanante de las damas de compañía, era algo nunca antes visto en los demás burdeles.

Madam Fiora adquirió el negocio a una edad muy temprana. Ella había sido la hija de dos nobles de My—Trent, quienes la forzaron a comprometerse a la tierna edad de los doce años. Pero en sus planes nunca estuvo el ser la esposa de alguien, así que robando la dote que le correspondía, acudió a la antigua dueña de ese negocio y le compró el establecimiento

A los dieciséis años ya era una Hanoun independiente y la fama del burdel comenzó a crecer más y más, sus padres, no pudiendo tolerar la vergüenza por administrar ese tipo de lugares, escaparon de su nación con rumbo desconocido, y a la fecha Fiora no volvió a saber de ellos.

Fiora tenía todo cuanto quisiera. Era la Hanoun con mayores influencias en My—Trent y sus aliados, era rica, no al nivel de un regente, pero si podía considerarse que ella estaba a penas unos pasos abajo de la familia Wolfgang. Y no solo eso, sino que Fiora era portadora de una belleza atípica.

Según los rumores, innumerable cantidad de regentes habían buscado la manera de cautivar su corazón, ya sea con regalos, dotes de dinero, o promesas de matrimonio para que se haga acreedora de terrenos. Pero ella era una comerciante ocupada. No había tiempo para el romance en su ajetreada vida, y no estaba dispuesta a renunciar a su libertad únicamente por obtener comodidad.

Ella jamás rechazaba un trato que le trajera beneficios. Pero hace unos años, dos nobles llegaron con una oferta a su puerta, y por primera vez en su vida, Fiora dudó en aceptar el trato.

—Madam Fiora.

La pelirroja detuvo su caminata y volteó a una de las habitaciones, justo debajo del marco de la puerta había una híbrida que solo tenía puesto sobre los hombros una delgada capa de tela. Fiora miró dentro del cuarto, y entendió lo que su querida flor deseaba comunicarle.

—El tiempo con el amo ya finalizó, pero bebió tanto del macerado que no logro despertarlo.
—Déjalo dormir, Katyus —le dijo mientras con una de sus manos acomodaba los mechones rebeldes de la rubia—. El amo Lio siempre paga muy si se lo deja reposar con tranquilidad.
—¿Debo hacerle compañía? —preguntó ella a la par que colocaba los brazos debajo de su pecho.
—No es necesario, está demasiado ebrio como para notar que no estás en la habitación. Déjalo dormir—diciendo esto, Madam Fiora volvió a continuar con su recorrido—. Si gustas puedes ir a reposar a tu alcoba, no tienes más clientes esperando.
—Sí, Madam —la híbrida reverenció ligeramente a la Hanoun mientras se marchaba y volvió a entrar a la habitación para recoger sus prendas.

 

Fiora pasó por el comedor principal y vio a todas reunidas en la gran mesa, estaban probando algunas de las nuevas fragancias que amablemente sus benefactores, les habían obsequiado.

Al ver a Madam Fiora, las híbridas alzaron las manos en el aire y las saludaron con efusividad. Contrario a lo que uno pensara, ninguna de ellas había sido obligada a estar allí, Fiora constantemente iba a las ventas de los esclavistas y liberaba a las híbridas que en peores condiciones estaban. En agradecimiento, ellas las seguían hasta el burdel y trabajaban bajo su cuidado.

Tras su ronda acostumbrada, Fiora subió unos escalones hacia una habitación separada del resto de las híbridas. Al abrir la puerta, el olor a incienso y tabaco se coló en su nariz. Observó en dirección a la cama, y allí vio recostada a una joven pelinegra, Fiora blanqueó los ojos, y luego de ingresar a su dormitorio pasó de largo en dirección al espejo de su tocador.

Su inesperada compañía era la única Hanoun de todo el burdel, y al ser quien más tiempo había pasado con Fiora, se ganó el título de la engreída de la dueña.

Fiora la observó a través del reflejo del espejo mientras se peinaba, la muchacha por su parte, al sentir la mirada de la pelirroja viró sobre su cuerpo hasta que estuvo boca abajo. Alzó el rostro, y sus ojos bicolores quedaron expuestos, le sonrió a Fiora, y ella imitó el gesto.

—Pensé que había cerrado mi alcoba —le dijo mientras retocaba su maquillaje.
—Pues usé la llave —le respondió ella con calma.
—Ya te he dicho que no entres cuando no estoy aquí, las demás se ponen celosas por el trato que te tengo.
—Pues que lo hagan —soltó ella mientras se encogía de hombros—. Soy tu favorita, no tiene nada de malo.
—¿Mi favorita? —preguntó ella con diversión.
—Eso les escuché decir hace unos días.
—Lo eres —respondió mientras volteaba a observarla—. Pero debes de tener en cuenta de que soy la que cuida de ustedes, y no puedo permitir que se genere discordia. Este lugar se vendría abajo si comienzan a discutir por quien tiene más mi atención.
—Vamos, Fiora. No seas aguafiestas. Hemos estado juntas por tanto tiempo que hasta te podría considerar mi familia —dijo a la par que colocaba una pipa sobre sus labios para dar una calada.
—Elinor, no compartimos lazos sanguíneos.
—Por suerte no, a ti te quiero más que a mi inexistente familia.

Fiora, luego de terminar de retocarse se puso de pie y caminó a uno de los sillones que estaba cerca de la chimenea. Se recostó y mientras cerraba los ojos colocó su brazo sobre estos. No pasó mucho para que comenzara a oír pisadas por la habitación, y al cabo de unos segundos, sintió el peso de Elinor sobre su cuerpo.




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