Extinción, nuestra última esperanza.

CAPÍTULO XXXV: Prometo vengarte.

C L E M A T I S

Volví a observar mis piernas y tiré mi cabeza hacia atrás mientras la comenzaba a golpear contra el muro. Las punzadas de dolor no disminuían en lo absoluto, y con cada segundo que pasaba iban en aumento. De un momento a otro comencé a sudar frío, mi cuerpo temblaba y la visión estaba comenzando a fallarme.

Me sentía deshecha, mi corazón dolía con la misma intensidad en que lo hacía mi cuerpo. Comencé a llorar con mayor fuerza mientras apretaba el césped que había bajo mis palmas, arranqué un poco de este por lo largo que se encontraba, y cerré los ojos con fuerza mientras reprimía un grito.

Él se había ido, mi hijo se estaba yendo, aquel pequeño o pequeña que estaba esperando con tantas ansias se había marchado sin que tuviera la oportunidad de conocerlo.

—¡Clematis! —alcé mi vista y vi a Argon parado frente a mí, su figura se estaba tornando borrosa, pero claramente vi el gesto de horror que puso en el rostro—. ¡Por Kyros! ¡Necesitamos ayuda! —Espera... —mi voz sonaba débil; con mi mano temblorosa sujeté su muñeca para impedir que se marchara—. Adentro no, por favor, Argon. Llévame al pueblo, o a algún otro lugar. No quiero que nadie me vea así.  —¡No estás en condiciones de caminar! —se agachó hasta donde estaba y sujetó mis manos. Comenzó a besarlas mientras yo estaba allí, temblando, tiritando de miedo— Necesitamos buscar ayuda urgentemente, Clematis. —Te lo pido, por favor —mi voz sonó entrecortada, mi labio temblaba con fuerza, Argon al oírme lagrimeó—. No dejes que nadie me vea así..., llévame a otro lugar. —De acuerdo.

Aunque claramente trataba de mostrarse sereno, se notaba que Argon tenía miedo de que pudiera morir, y esto lo supe ya que cuando me tomó entre sus brazos para levantarme del suelo, me di cuenta cómo sus músculos temblaban.

Me sujeté lo mejor que pude de su cuello con la poca fuerza que tenía. Él comenzó a correr con gran rapidez en medio de todo el frondoso bosque, y con cada minuto que pasaba, sentía que la vida se me iba.

Mi cuerpo se estaba poniendo cada vez más y más frío, y el único deseo que tenía en ese momento era el de cerrar los ojos para poder dormir. Estaba agotada física y mentalmente.

—Cael... —musité y él me observó—. ¿Dónde está Cael?, ¿Está... bien? —hablé pausadamente mientras entrecerraba los ojos. —Tranquila, lo dejé con Helena. No hables —me dijo con cariño mientras me miraba de soslayo.

Aunque trataba de sonreírme para tranquilizarme podía darme cuenta de que estaba forzándose a hacerlo, y esto solo aumentaba la tristeza dentro de mi corazón.

—Todo saldrá bien —exclamó mientras me movía un poco—. Pero pase lo que pase, te lo pido, por favor, no te quedes dormida. —¿Por qué? —pregunté mientras lloraba con fuerza, sin quererlo mis uñas se incrustaron en su piel, pero aquello no le importó— ¿Por qué siempre eres tú el que me salva?

Argon no respondió nada, su cuerpo se tensó, sus ojos se tornaron aún más tristes, pero lo único que atinó a hacer fue seguir en silencio su marcha.

La fría brisa de la noche golpeaba mi cuerpo empapado en sudor, esto generaba que sintiera aún más frio. Argon trataba de tranquilizarme, lo oía decir que todo estaría bien, pero pese a que trataba de mantener la compostura por todos los medios, sentía como su cuerpo temblaba ligeramente, estaba tenso y muy preocupado, hasta podría jurar que, en algún momento, vi que las lágrimas se escaparon de sus ojos.

Mi visión fallaba cada vez más y más, cerraba los ojos en repetidas ocasiones, el ambiente se tornaba negro, y únicamente cuando lo escuchaba volvía a la realidad. No tengo idea de cuánto tiempo pasó, pero cuando finalmente se detuvo, lo hizo frente a una cabaña alejada de todo.

Me depositó suavemente en el suelo a un lado de la puerta y comenzó a tocar la madera de forma desesperada. Dentro de la cabaña comenzaron a escucharse pasos, luego la luz de una vela apareció del otro lado de la ventana, Argon estaba conversando con alguien, pero no entendía que era lo que hablaban.

Me sentía cada vez más lejos de este mundo.

Él me volvió a tomar en sus brazos, y solo en ese momento vi a la persona con la que estaba conversando. Era una híbrida, ella al verme colocó la mano sobre sus labios y le dijo a donde llevarme. La anciana le dio paso, y cuando llegamos a la habitación que ella le indicó, Argon abrió la puerta de una patada, lo poco que pude ver era que había una pequeña cama allí.

—Vas a estar bien —me dijo a medida que me depositaba sobre el colchón.

Al tener la espalda recta el dolor se acrecentó más, las punzadas en el vientre ya eran incontenibles. Grité con fuerza, y el me sujetó la mano con firmeza para darme algo de consuelo.

—¿Cuánto tiempo tenía? —preguntó la mujer mientras vertía agua caliente en un depósito y buscaba algunas telas en los cajones. —No lo sé... No sabía que ella estaba embarazada. —Tre... Tres meses y medió —exclamé débilmente mientras la señora se mordía el labio.

La anciana me hizo tomar un brebaje y no recuerdo mucho después de eso.

Las imágenes iban y venían de manera confusa, escuchaba a Argon hablándome mientras sujetaba mi mano para darme fuerza, y la anciana que estaba a la altura de mis piernas también me hablaba, pero me costaba un poco entenderla.

Comencé a sentir mucha presión en mi zona baja, la anciana separó mis piernas y me pidió que pujara, y lo hice. Pese a que tenía muy poca fuerza comencé a pujar, y con cada inhalación y exhalación que hacía, me mareaba más y más.

—Ya viene… —escuché que dijo.

Observé hacia abajo, y lo último que recuerdo fue ver un pequeño cuerpo siendo extraído del interior.

El dolor cesó de un momento a otro y sentí como flotaba en medio de la nada, pero contrario a otras veces, no sentía miedo.

«No deberías estar aquí otra vez»

Oí que dijeron en medio de la bruma, y lo siguiente que vino a mi era que alguien me llamaba, pero simplemente me negaba a despertar. La misma voz que había escuchado lloraba de forma desconsolada, pero no lograba reconocer quien era.




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