Z E F E R
Era consciente de que estaba soñando, pero todo se sentía tan real que incluso podía jurar que las garras de Eleonor poco a poco comenzaron a clavarse en mi piel.
Mes deshice de su agarre y comencé a correr en dirección opuesta, algo que nunca fui capaz de hacer en esa época.
Al alejarme de la aldea el paisaje comenzó a cambiar, la vegetación comenzó a morir con cada paso que daba. Observé a la derecha y vi el cuerpo de mi madre tendido en el suelo, ella sonreía y de sus ojos todavía brotaban lágrimas. Me acerqué hacia ella, pero al escuchar la voz de Giorgio en mis espaldas generó que volviera a correr.
El sonido de su voz estridente comenzó a retumbar por cada rincón de mi mente. Sujeté mi cabeza con firmeza y cerré los ojos con fuerza mientras seguía corriendo. Y lo siguiente que vino a mi mente fue aquel sonido ahogado de la voz de Sirthe que pedía que alguien lo ayudara.
—Zefer... —murmuraron, y luego de sentir que alguien sostenía mi mano desperté.
Abrí los ojos con rapidez y por inercia me terminé soltando de ella. Clematis me observó pausadamente desde su cama y luego volvió a dirigir su mano hasta posicionarla encima de la mía.
—¿Estás bien? —preguntó con la voz apagada mientras me observaba atentamente.
Asentí por inercia mientras acomodaba mi cabello hacia atrás, ella siguió sosteniendo mis dedos mientras realizaba suaves caricias en mis nudillos. Volvió a sonreír y yo correspondí al gesto mientras sentía como mi corazón regulaba su pulso nuevamente.
—Lo siento, no quise despertarte —dijo suavemente—. La expresión de tu rostro me dijo que no la estabas pasando nada bien.
—Gracias por despertarme —sonreí mientras tocaba su mejilla— ¿Te sientes mejor?, al parecer la fiebre bajó un poco.
—Todavía me duele la cabeza y me siento mareada, pero no es nada comparado a como me sentía hace unos días atrás.
—Es bueno oír eso, estás mejorando rápidamente.
—¿Quieres contarme? —preguntó mientras me observaba de forma atenta— Quizás no sepa como ayudarte, pero he tenido pesadillas desde niña y conversarlo con alguien siempre me ha ayudado.
—Solo fue un mal sueño, además ya no recuerdo a detalle que era —mentí, pero aparentemente ella se tranquilizó luego de escucharme.
—Perdón, tal vez estás teniendo pesadillas por no dormir correctamente.
—No es nada, me gusta estará tu lado —respondí con sinceridad—. No me importa quedarme en esta silla durante un par de días con tal de cuidarte.
—Gracias por esto, lo aprecio mucho.
Clematis y yo nos quedamos conversando durante un poco hasta que fue hora de su medicina, luego de que la ayudé a tomarla al igual que otras veces ella poco a poco comenzó a cerrar los ojos.
Después de que ella se durmió ya no quise volver a dormir así que aproveché el momento para ir a la cocina y tomar alguna de las cosas que dejó Trya para el desayuno.
Al llegar al cuarto comencé a buscar las cosas. Tomé una bandeja de madera, la que normalmente usaba Clematis para desayunar, y sobre esta fui acomodando las cosas. Trya nos había dejado alimentos ya preparados para que solo tuviera que tomarlos, ni ella ni yo confiábamos en mis habilidades culinarias, y luego de que casi hago explotar su cocina optó por no dejar que la encendiera aunque esto significara apretar un solo botón.
La primera vez que vi esa estufa quedé maravillado, los habitantes de Demarrer habían logrado hacer cosas curiosas e increíbles, incluso la pesada tarea de encender los leños cada vez que tenías que usar alguna de las hornillas había quedado atrás gracias a la famosa electricidad.
—Bien, me dijo que hoy le de la mermelada de frutas para evitar que se eche a perder.
Tras decir esto comencé a buscar el frasco que Trya había situado en la alacena y una vez lo tuve, tomé una cuchara y comencé a untar una generosa cantidad sobre las hogazas de pan que recién había cortado. Para cuando terminé situé todo encima de los platos de la bandeja y lo siguiente fue exprimir las naranjas para obtener el dulce líquido que estas brotaban.
Al darme cuenta el sol ya se encontraba en lo alto. Eso era una de las cosas que tenía que mejorar. Perdía demasiado tiempo buscando las cosas en la cocina. En cuanto llegué a la habitación deposité la bandeja en el mueble de madera junto a la cama, observé por la ventana como la cascada que entraba desde la superficie caía, y luego de varios minutos escuché como Clematis se removió.
—Hola —le dije mientras la ayudaba a sentarse.
—Estoy llena —soltó de repente intuyendo lo que le iba a decir.
—Debes comer, Trya dijo que esas medicinas eran muy fuertes para tu estómago así que debes alimentarte.
—De acuerdo —murmuró con pena—, gracias por siempre hacerme el desayuno.
—No hago gran cosa —confesé—, tan solo dejo los platos sobre la bandeja.
—Que tengas la intención de hacerlo es suficiente para mí —confesó—, ninguno de nosotros nace sabiendo hacer las cosas.
—Siendo franco, nunca hice esto por alguien que no fuera mi madre —ella se sonrojó levemente luego de escucharme—, pero me siento feliz de poder hacer esto por ti.
Clematis me dedicó otra de sus hermosas sonrisas y yo no pude evitar devolverle el gesto.
Amaba disfrutar de primera mano de aquella expresión que tanto me gustaba observar a la distancia. Fui demasiado estúpido al tratarla mal. Jaft tenía razón en cierta forma, ella ya había pasado por muchas cosas y no necesitaba a un patán como yo haciéndola sentir menos o recordándole cada cierto tiempo lo que había perdido.
—¿Tu exprimiste las naranjas? —preguntó.
—Sí, ¿sabe mal?, lo siento, no encontré el aparato que usaba Trya.
—No, al contrario, me gusta. Creo que soy de las pocas personas que disfruta sentir la pulpa de la naranja dentro del vaso, mi hermano la odiaba, siempre tenía que colar el jugo para poderlo beber.
—Es bueno saber esto, gracias por compartirlo conmigo.