Los primeros rayos de luz comenzaron a asomarse por en medio de las cortinas de la sala, abrió los ojos mirando todo a su alrededor, contemplando por primera vez la belleza de ese lugar, se estiro perezosamente en el sillón donde había pasado la noche, se quedo recostado mirando el techo, pensando en aquella chica, a pesar de que ella había sido muy amable en dejarle quedar en su casa, Franz tenía muchas dudas.
─ ¿Qué hará una chica sola en medio del bosque? ─ se decía mientras estiraba las manos hacia el techo, jugando con la distancia y la perspectiva ─ ¿Por qué habrá dejado quedar a un completo extraño? ─ Sobre paso sus pensamientos con la duda mayor, ¿se quedaba para hablar con ella o se iba sin decir nada?
» No puedo irme de esta manera. ─ empezó a razonar en voz alta levantándose del sillón, el tener que hablar con ella lo puso nervioso haciendo que caminara de un lado a otro en la sala ─ pensará que soy un delincuente.
Recordó la situación en que la había conocido, y no quería que ella pensara lo peor de él ─ tengo que tratar de explicarles las cosas, ─ seguía hablando para si cada vez más agitado ─ pero ¿qué le puedo decir?
Volvió a sentarse en el sillón llevando las manos a su cabeza apoyando sus codos en las piernas por un tiempo mientras ordenaba sus ideas.
» Buenas, soy Franz, y entré a tu casa sin permiso porque no quería mojarme ─ agitó su cabeza entrando en un estado de desesperación ─ ¡claro que no puedo decir eso, idiota! ─ su respiración varió y las manos empezaron a sudarle ─ ¡¿porque no puedo hablar con normalidad con una chica linda?! ─ alzó la voz queriendo encontrar la respuesta en la parte más oculta de su mente.
─ ¿Con quién hablas? ─ Franz escuchó que le hablaban, logrando que diera un gran salto por el susto, mirando a la chica para en la entrada de la sala con el bate.
─ No me mates. ─ soltó sin pensar, al tiempo que caía al suelo al verla ahí con el bate.
─ No. no lo hare, pero si me voy a defender. ─ respondió desafiante.
─ Perdón, no quise entrar en tu casa. ─ es lo único que pudo articular mientras se cubría la cabeza.
─ ¿Estás solo? ─ su voz empezó a suavizarse.
─si estoy solo, lo juro─ levantó la cabeza con cautela para verla mejor.
─ Pero te escuche hablando.
─ Hablaba conmigo mismo, es un defecto que tengo. ─ cuando escuchó su risa suave y melodiosa, hizo que se sonrojara.
─ Estas mal de la cabeza. ─ siguió riendo.
Se quedó mirándola reír, tenía los dientes blancos, de verdad era muy hermosa, llevaba una bata encima, ahora, de día, podía verla bien. Tenía el cabello rizado, era de un color castaño, algo rojizo, por la forma como le quedaba la bata se notaba que tenía muy bonito cuerpo, rápidamente desvió la mirada, no quería que lo tomara por un pervertido.
─ Me llamo Jimena, tu eres Franz ¿cierto? ─ le tomó por sorpresa que supiera su nombre.
─ ¿Desde cuanto has estado parada ahí? ─ le preguntó, lo que hizo que ella soltara una gran risotada.
─ Desde que empezaste a conversar contigo mismo. ─ se quedó callado lleno de pena dejando que ella terminara de reírse al verlo sonrojarse ─ perdón. ─ le dijo tratando de controlarse.
─ No hay problema. Sí, soy un poco raro. ─ las palabras le salieron sin pensar aún más nervioso, ya que quería caerle bien y que continuara riendo, pero la broma no hizo el efecto esperado, al contrario, hizo que ella se pusiera seria.
─ Ya amaneció, es hora que te vayas. ─ sus palabras sonaron frías al tiempo que se daba vuelta y se alejaba de la sala ─ por tu bien, tienes que irte. ─ esto último lo dijo como un susurro.
─ ¿Acaso vendrá alguien? ─ le pregunto, pero no respondió, esas últimas palabras retumbaron en su mente por un largo rato mientras seguía parado en medio de la sala, analizando a qué se refería sin poderse sacar de la mente la tristeza y seriedad de la mirada cuando se fue.
Las aves empezaron con su habitual canto, sacándolo del letargo; ─ A lo mejor debería irme. ─ empezó a debatirse ─ pero quiero volverla a ver. ─ volvió a sentarse en el sillón, revisando su mochila, preparándose para partir, dando vueltas y vueltas, buscando algo que sabía que no encontraría, se paró y dio vueltas a la sala abriendo las cortinas para que entrara la luz, el día al parecer estaba despejado, era un excelente día, volvió a la mochila en busca de algo que ni el mismo sabía que era.
─ Debiste irte cuando la lluvia terminó. ─ sus palabras lo sacaron de sus pensamientos haciendo que saltara de nuevo dejando caer su mochila, ella rio.
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Editado: 24.03.2019