Extraña complicidad [1]

CAPÍTULO VIII

Como si tuviera amnesia cada noche, regreso cada lunes al mismo circulo silencioso y solitario, ese que cree sin ser ancla de nadie. Vivir a veces en tu propio mundo llega ser el mejor y peor escape, puedo encontrar la paz y llenarme de ruinas a veces. Es una continua supervivencia de seguir y tratar la mayor parte de no caer en el intento.

El lunes sería el mejor día para empezar, sino fuera porque me guie por impulsos de escapar de casa y terminar en la camioneta blindada de Herian, sin olvidar los hombres de negro que lo custodiaban al salir. Al final terminé desvelándome, cayendo en las pastillas y terminando tendida en la alfombra, con las ganas de existir casi quebradas.

Me aparecí en la entrada de mi colegio a pleno amanecer, cuando noté en la ventana del segundo piso, en la sala del director, el cabello carbón de Herian y la curva capa de piel del directo, donde se enfrentaban cara a cara. Noté como la discusión tocaba fondo. Junté mis labios en una línea. Seguramente esa vieja chismosa de la profesora ya le dijo al director que me escapé.

Luego de aquello, encontré a Herian salir de su oficina con esa mochila negra. Me escabullí entre unos de los basureros, mirando con los ojos entrecerrados mientras la cara relajada de Herian se contraría con el ceño fruncido del director. Aquello llevo una sorpresa de mi parte, ¿por qué discutes con el director, Herian? Ese chico es sumamente admirado por todos los profesores y ahora, se lleva una parte de ellos que no reconozco. Bajó las escaleras en dos y siguió de pasillos entre pasillos. La curiosidad atrapó al gato, así que lo seguí. No era de esas personas que se interesaba en los demás, pero me estaba matando la curiosidad. Cada metro que lo seguía el avanzaba a grandes zancadas, pasillo por pasillo dando casi la vuelta al campus. El pecho se me aceleró cuando traté de alcanzarlo y de repente algo cayó de golpe. Giré de improvisto hacia la esquina de los últimos pasillos de la escuela y nada. Desapareció de la nada, en pleno pasillo donde la luz apenas era perceptible, donde el frio calaba los huesos.

—¡Te atrapé! —Salté de inmediato, dando un grito y la risa burlesca de Ryan se sintió en mi espalda.

Me giré de forma agresiva, notando lo idiota que fui al hacer esto. Golpeé su pecho y lo empujé.

—¡Estúpido, idiota! —Me regresé por donde iba.

Esto fue una muy mala idea.

—¡Oye, espera! —Caminé a fuertes pisadas mientras lo sentí seguirme el paso por detrás—. Espera, Leyna.

Me regresé al campus para ir por mis libros. Idiota.

—¡Te dije que…! —Y el mundo se detuvo cuando vi a Herian en pleno pasillo, abriendo su casillero, notándolo de espalda como sacaba sus libros y esa libreta negra en su mano.

—Herian, chico extraño —Ignoré comentario—. Noté que aún no se te le declara.

—Imbécil —Me crucé de brazos, ignorando lo mal que me cae este idiota a veces—. ¿tienes algo más que fastidiarme?

—No, la verdad es que no. Solo te encontré en ese pasillo oscuro, ¿qué hacia allá?  —Hubo un silencio y se acomodó sobre la pared cruzado de brazos—. Olvídalo, ¿cómo pasaste la noche del viernes?

—Durmiendo como un roble —Mentí y él lo notó en mi voz.

Podemos ser un choque de personalidades, pero es como mi hermano.

—Mi mamá llegó tarde el viernes, además de que su aliento apestaba a alcohol y tu madre yo creo que estaba en el mismo estado, Leyna —Me reafirmó lo que presentí, porque no la vi desde el domingo por la mañana—. Siempre me tendrás, lo sabes.

—¿Estás bien cursi, eh? —Entrecerré los ojos—. ¿Me quieres pedir algo?

—La tarea de cálculo, supuse que tu novio la tiene… —Me crucé de brazos—. ¿o quieres que vaya por él y se los pida a golpe?

—Atrévete a tocarlo de nuevo, idiota —Subí un dedo amenazándolo—. No vuelvas a tocarlo, es mi conocido.

—Aún no lo presentas oficial, Leyna. Eres la peor novia.

—Se la pediré, pero solo para protegerlo.

—Bien, lo que tú digas.

—Ahora, vete.

—Okay, ya me voy —Pasó por mi lado—. Nos vemos en la cena del miércoles.

—Espero estar con dolor estomacal para no verte la cara.

—Pero igual me amas, preciosa.

Me atosiga siempre que puedo servirle de algo y por muy tonta que soy, se lo consigo porque, aunque nuestros insultos sean del peor calibre, somos como hermanos. Tengo tantos secretos de esa bestia como él de los míos. Prácticamente nos confiamos uno al otro, pero de igual forma, no tengo nadie con quien compartir mi soledad, puedo ser muy abierta con mi pensamiento con él, pero sigo sintiendo el vacío de mis palabras, como si nadie entendiera que soy o que estoy haciendo mal en este lugar.

Quise llegar luego a la sala luego de recoger algo entre el casillero y también para evadir posibles altercados. Apenas llegué, lo encontré a plena luz de día con ese color pálido en el rostro mientras caía rendido en la madera del pupitre. Me senté a su lado y la fragancia varonil se escapó entre mis narices, huele a perfume costoso y a pequeños toques de menta.

—Oh, vaya. La bella durmiente aún no le han dado el beso para despertar —Me burlé de él mientras seguía roncando como una marmota.

Me ignoró toda la mañana con ese aspecto tétrico en la cara. Me inmuté como si viviera en su sarcófago y la única manera de que saliera de él, es porque tiene una obligación con el estado.

A la hora del timbre, todo comenzó al alborotarse en la sala y por primera vez me dediqué específicamente a ver cada cara y una llamó mi atención con mucha más fuerza, Candy Foss. Una chica de renombre en el colegio por su extraña forma de vestir y por mandar dos veces a la mierda al director por esos colores inapropiados en el cabello. Viene después del mes en que las clases inician y por alguna extraña razón, nunca cae en castigos como yo. Chica lista, muy por el contrario de mí.

Tomé un leve respiro y miré a Herian por casualidad, ahí sus ojos se perdían por la chica gótica que tomó tres asientos más adelante. La forma tan densa en que sus ojos se perdían por ella, como si el maldito mundo no existiera, dejó de serlo para mí. Me pilló en la línea de la verdad de que tal vez, él no era el experimento de nuestra clase, tal vez esta clase no era el escape del maltrato hacia él… Tal vez era por una chica, tal vez llegué a entenderlo tarde porque por primera vez reconozco el cariño que una persona tiene por la otra.




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