Extraña complicidad [1]

CAPÍTULO XIX

NOTA IMPORTANTE

Antes de iniciar la lectura

Sé me hizo idea de hacer un juego.

Cuando llegue a las 20 ESTRELLAS, voy a subir 2 CAPÍTULOS.

Todo está peor que antes, y no es que mi negativismo me lleve a cada parte deseado que el mundo termine y que no vea una puta arcoíris al final rio. Esto se está convirtiendo más que un reto. Herian, jodida sea en la hora en que te conocí, me encariñe y ahora... ¿me das la espalda? Estrujo el lápiz en mi pupitre mientras repaso en la mirada como se las ingenia por quedarse con Candy, la chica del pelo rosa.

Las cosas están acabadas, destrozadas y rotas a pedazos. Ya del simple hecho de que nadie se acerca al otro porque somos tercos, ha causado este distanciamiento. Antes era la mejor dupla, yo inútil y él haciendo el trabajo, pero ahora decidió irse a otro lugar. Traición, eso era y además eran en química, donde me va pésimo la materia. En las buenas y en las malas, seguro. No pasó siquiera una mala y ya está como norteño sobre Candy que parece disfrutar de su compañía, estúpidos.

—Señorita, Leyna —Me llamó la profesora enojada.

De seguro es para fastidiarme o dejarme entrever que falté a clases con Carter, porque a mi juicio, si pierdo la compostura es con Carter, maldigo a los padres que crearon a ese chico guapo. Me levanté de la silla y caminé mientras la chismosa mirada de algunos me seguía hasta la silla de la profesora. Los ignoré y al estar parada frente a ella, comenzó a golpear sus uñas contra la madera de su mesa.

—Faltaste por segunda vez —Me dio a entender, vaya deducción—. Carter te esperó toda la tarde.

—Tengo psicóloga los lunes —Comenté con dureza.

—Lo cambié a los jueves y tampoco llegaste.

—Tengo trabajo.

—Una persona que tiene trabajo, ni siquiera estudiaría en esta escuela, Leyna —Sus labios se alinearon que tomó su teléfono y me mostró el calendario—. Es mentira y sé que faltas porque quieres, y ya que Mahoma no va a la montaña, entonces... —Negué con fuerza, la puerta sonó al abrirse y casi todas las miradas se giraron hacia lo que había detrás de mi espalda—. La montaña va a Mahoma.

—No puede ser cierto —Ese calor, una alta figura se acomodó al lado de mí.

—Gracias, por venir esta semana Carter.

—Un gusto, señorita —Su voz, diablos.

Casi caigo al piso, mis piernas flaquean.

—Acompaña a Leyna a su puesto y trata de explicarle el trabajo en grupos —Me miró sin que si quiera pensara en darme la vuelta para verlo a él—. Ve y trabaja.

—Sí.

Casi ignorando esa presencia cerca de mí caminé de regreso a mi puesto, me senté y el pecho me galopaba al punto del paro cardiaco. Bajé las manos a mi falda de abuela y ese perfume exquisito, casi a la naturalidad de Herian, acaricio mis fosas nasales. Tomé aire y lo vi sentarse a mi lado. Lo nervios me recorrieron como capas difusas de sensaciones desastrosas, esto no terminará bien.

—Hey, te sucede algo, Leyna —Me habló.

¿Me recuerdas? Me giré y esos ojos avellanos hicieron contraste con aquel cabello negrizco que tiene, nariz perfilada y unos labios sonrosados, listos para besar. Jamás pensé volver a entablar algún vinculo después de esos 12 años en que mi vida no era tan caótica como ahora. La vida sorprende y este es el vaivén que necesité para volver a desencajonar mis terrores.

—No.

—Jamás pensé volver a verte —Me sonrió para luego sacar unos libros de materia—. Es curioso, ¿no?

—¿Qué?

—Estás diferente.

Claro que estoy diferente, contigo soy el peor de los desastres. Giré mi cabeza hacia otro lado tratando desviar lo incomoda que me encontraba y sin creerlo, noté a Herian mirándome. Achiné mis ojos con rabia, si él no estuviera con otra tal vez no estaría en esta posición por este chico.

—Oye de acá se ve cuando voy al gimnasio —Comentó al ver por la ventana. Mi giré y lo noté curioso viendo por el vidrio—. Es extraño que cada vez que me detengo en ese lado, siento la mirada de alguien —Nos miramos y mis mejillas se enrojecieron. Esto no debía pasar, la vergüenza me invadió. Quise desesperadamente enterrarme en la tierra y volver a hacerlo, para cavar más hondo—. Descuida me gustan las admiradoras.

—¿Así que tienes muchas? —Pregunté curiosa.

—Solo a una que conozco bien... —Me sonrió, guiñándome el ojo—, y que sabe guardar un secreto.

—Claro... —Apenas articulé.

—Comencemos.

¿Se puede sentir paz en este preciso momento?

Tal vez sí, pero yo no era de esas en que la paz la abunda. Más bien soy de esas chicas que no pueden mantener los nervios, estos calan como una escalera hasta llegar a la cima y caer al precipicio. Sin embargo, ahora estoy a una vena de reventar por culpa de ese idiota, ¿cómo puede estar sonriendo como un jodido payaso, mientras yo estoy viviendo la peor de las pesadillas? Carter, es lo imposible en mi vida, según la ley de la vida, él y yo nunca nos deberíamos cruzar, pero aquí está, haciéndome clases, dejándome con una incomodidad más grande que un buque y jodiendome la existencia. Es un idiota y Candy también por seguirle el juego, son unos promiscuos.

—Bueno, los enlaces covalentes es cuando dos electrones se atraen...

¿Enlaces covalentes? ¿Atracción? Será que Herian y su prima se atraen en verdad y hacen cochinadas juntos. ¿Será siempre así para la mezcla de franceses y rusos? No lo creo, pero, ¿por qué tanto coqueteo? Sin dudas es norteño, no me cabe duda. Maldita sea la hora en que dejé que un chico se acercara a mí. Idiota, Herian. Maldigo la hora en que te conocí.

—Así no aprobaras, Leyna —Giré el rostro al instante.

No sé cuánto tiempo estuve mirando a Herian o más bien matándolo con la mirada.

—Colocaré más atención.

—Gracia o no me darán puntos extras.




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