Extraña complicidad [1]

CAPÍTULO XXII

La transformación del agua es sorprendente, cuando se convierte en hielo es dura como una roca, fría, sin sentimientos y nadie la rompe, ni siquiera un chico llamado Carter. Pero ahora es líquido, es maleable al gusto, no es densa, se mueve fluidamente y cambia la temperatura de sus sentimientos a cada rato. Herian, era responsable, ese chico gótico era el principal cambiante de mi estado. Su fría forma de ver al doctor, esa singular forma de presentarse a los demás como si no le importara nada lo que pensarán de mí, porque sí yo soy un desastre, pero soy el desastre que está junto a él y parece no importarle nada.

La noticia del doctor cuando me regreso fue lo que me trajo con papá quien llevaba siempre mi inhalador después de que llegué a EE.UU. No era fácil de perseguir mis recuerdos a la llegada de aquí, era April. Una cara pálida como la mía, las uñas carcomidas casi a la raíz, rasguños en las piernas y con cicatrices largas en la espalda, cruzando la espina vertebral. Una horrible apariencia para alguien que a duras penas cumple 10 años todos solitarios. Ya no existía la niña de las calificaciones buenas, era la chica que tuvieron que colocar en ese colegio costoso, en la clase más baja porque sus notas en su semestre últimos no era lo suficiente para los altos estándares de las clases avanzadas.

­­­—Sufre de ansiedad y eso está empeorando —Le dijo a Herian y mente solo viaja a esa noche cuando noté la sangre del venado en mis manos, ¿es un sueño? ¿es real? ¿qué es real?

Comencé no tener aire, mi mente viajaba como torbellino. La necesidad de quitarme la ropa era palpable, necesito respirar, necesito tomar algo, necesito que esta sensación de querer dañarme disminuya la necesidad inquebrantable que me ocurre cuando vuelvo a pensar en esa maldita noche, en esa bala y como el venado murió. Comencé a arañar mis piernas. Miré a Herian, pero sé que él no lo comprende.

—Necesito irme, necesito salir de aquí —Miré a Herian desesperada.

—Así es cuando actúa una persona que no está 100% bien —Mi pecho comenzó a tomar más fuerza, deshabilitarse—. Tiene que ser intervenida por un hospital psiquiátrico.

—¡Usted es un hombre está completamente loco! —Vociferé al levantarme de la silla, miré a Herian con una clara intención de irme, necesito correr de aquí, ir donde pueda llevarme paz, donde necesite de algo para alivianar la necesidad de querer quietarme la vida.

"Papá tiene que viajar por la noche" Mis recuerdos llegan, ¿por qué tuviste que irte?

—Siéntate, Leyna, Por favor —Me pidió Herian, tomándome de la mano, pero eso no basta para saciar la necesidad que tengo por destrozarme, por dejar que esa mierda que me consuma se calcine conmigo.

—Eres un estúpido —Tomé mi cabello mirando con odio a Herian—. Eres un idiota que no piensa en mí, como mierda no preguntas si quería venir aquí.

No esperé respuesta y me fui corriendo con mis cosas en la mano. Evadí a cualquier doctor, enfermera que pasara por mi lado. Los gritos de Herian y algunas personas se hicieron notar mientras yo corría como una desesperada para tomar de esa droga que, en ese momento horrible y asqueroso, me dejó fuera de la nada, fuera de sí misma. Tomé un bus devuelta a casa, mis manos sudaban como si corriera un maratón mientras mi teléfono era intervenido a cada rato por las llamadas que entraban de Herian, pero mi cabeza era inconsciente, casi impulsada a llegar a su destino, correr escaleras arriba y dejarse caer en la alfombra mientras ese medicamento hipnótico me llevaba a la luna por un momento.

Los minutos se hicieron eternos, hasta que llegué al frente de la casa, la decoración no había cambiado. Toqué el timbre, una mujer me abrió cuando di un nombre falso, al abrirme y verme al frente de la puerta la hice a un lado con fuerza y corrí escaleras arriba. No había cambiado nada en las paredes, era la misma personalidad disfraza de buena familia. Mi desesperación me hizo dejar atrás los detalles y abrí la puerta con desesperación, encontrándolo tendido en la cama aún con el uniforme de esa maldita escuela, de ese horrible desastre. Su vista fue de confusión al verme frente a su puerta, con las mismas ganas de querer terminarme. Mis iris se llenaron de heridas tratando de salir del pozo, corrí a la cama y me lancé sobre ella mientras sus brazos me acogieron.

—Repite... —Me dice contra mi boca apenas decidió levantarme el mentón para que lo viese—. No hay dos.

—Solo una, sola una —Me hundí en su pecho enterrando todas las lágrimas en esa camisa larga que llevaba puesta—. No quiero que vuelva.

Mi vulnerabilidad, lo hizo abrazarme con más fuerza.

—Ella desaparecerá —Tomó mi mentón viéndome a los ojos, ese par de ojos que lo único que sabe es la verdad, verdad que no se oculta, es la verdad que oculta—. Regresé a destruirla por ti.

—No hablo de ella.

—Es él —Susurré con dolor.

—¿Qué quiere hacer él?

—Quiere enviarme a otro lugar.

Me hundí más en el pecho acogedor y la vista se nublo como si tocara el cielo. El cuerpo dolía, la mente recordaba con más fuerza. Escuché un grito de auxilio y abrí los ojos con fuerza. El olor a hospital me trajo de nuevo a la realidad, él estaba sentado en una silla, dormido. Me miré y me vi en bata. No sé cómo llegué aquí, los recuerdos se fueron borrando como si una capa densa pasara por mis ojos tapándome la vista. Hospital, le grité al doctor, tuve un sueño extraño con alguien y luego nada.

—¡Ah! te despertaste —Abrí los ojos.

—Pensé que ya no lo habías notado —Fingí demencia y bajé la mirada encontrándome en ¿cama? Miré mis brazos una punzada se sintió en el izquierdo.

Mi pecho comenzó a hiperventilarse, pero, ¿qué hago acá? ¿me hicieron daño? ¿Quién me tocó? ¿Me volvió a quebrar? Me daño, él me dañó. Mis miedos de pronto volvieron a revivir como un hielo erizándome la espalda. La nieve, ese olor asqueroso a remedio para evitar el dolor.




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