Extraña complicidad [1]

CAPÍTULO XXVI

Tomé un poco de aire casi al filo de los nervios. Miré a Joe para tener un poco de aprobación para que me dejara hablar con él y asintió. Saqué mi delantal, tomé su mano y nos fuimos detrás del cine, en el callejón.

—¿Qué quieres? —Pregunté a la defensiva.

—Estás extraña, ¿lo sabias? —Negué de inmediato y él hizo una mueca.

—¿Tengo trabajo, Herian?  ¿Qué necesitas? —Me crucé de brazos—. Dímelo rápido que debo regresar.

—Necesito pareja para el baile de invierno —Abrí los ojos y en microsegundos me relajé.

Aquello me alivió, ¿Era eso de lo que quería hablar?

—¿Cuándo será?

—Será dentro de dos semanas.

—¿Por qué te gustan esos bailes?

Casi con asco me sentí al oír la propuesta. Odio la gente y él me llevará donde está todo el mundo.

—Porque tenemos que ir y yo quiero ir con mi pareja.

—Yo no sé quiera… —Estaba por negarme, pero recordé las palabras de Candy y no tuve más opción que seguirle la corriente—. Está bien, recógeme puntual.

—Ve bonita.

—Iré como más me acomodé y además soy bonita —Solté una sonrisa forzosa—. Ahora vete de mi trabajo que necesito terminar lo nachos.

Pensé que se iría, pero se me quedó mirando como si fuera un maleante a quien apresaron.

—Estás extraña, Leyna.

Arqueé las cejas.

—¿Por qué lo dices?

Se llevó una mano a su mentón estudiándome, algo que me colocó bastante nerviosa.

—Por nada, pero cada cosa que suceda yo lo puedo averiguar por mi cuenta.

Gruñí, odio esa soberbia en su cara.

—Pues vente entrando que no encontraras nada —Me fui por detrás de su espalda y lo empujé lejos—. Vete.

—Sí, sí, ya me voy —Me besó los labios y se sintieron cálidos.

—No quiero ver ningún chico detrás de ti —Giré mis ojos.

—Tengo uno ahora detrás de mí y es un dolor en el culo.

—Tengo la sensación de que hay más que solamente yo —Dijo más serio.

No quise perder el coraje a sus ojos, así que me encogí de hombros.

—Tal vez.

—No durará mucho —Volvió a besar mis labios, pero esto fue con más impaciencia. Y apenas terminó el forcejeo con mis labios, se despidió—. Te veo mañana.

Se fue por el mismo callejón que lo vi aparecerse alguna vez y yo regresé a mi trabajo con las dudas que sembré en su cabeza por culpa de mi necedad de provocarlo. Coloqué el queso en los nachos y me quedé divagando toda la tarde sobre nuestra conversación.

Horas atrás Carter y esto ahora.

Resoplé con fastidio, tomé mis cosas para irme apenas salí del trabajo y por suerte el autobús que daba mi recorrido, apareció puntual. Lo cogí y apenas puse mi tarjeta de transporte, la lluvia comenzó a caer torrencial. Me apoyé en los vidrios de unos asientos atrás y dejé que el tiempo siguiera su curso.

Ya en casa, no cené y fui directo a mi habitación a encerrarme. Miré el techo oscuro por el atardecer, mis parpados cayeron de golpe y de un susto abrí los ojos. Sentí que alma se me fue por unos segundos. La puerta de mi ventana estaba golpeando la pared. Mi corazón palpaba intenso, las persianas volaban por el viento y las gotas de lluvia caían por la alfombra. Corrí a cerrarla descalza y noté el patio trasero en completa oscuridad. Apenas podía distinguir todo, sino fuera por las escasas sombras que noto.

Después de cerrar las ventanas, regresé hacia mi mesita de noche. Caminé descalza, tropezando con mis propios zapatos y encendí mi lámpara, una de papel con la ampolleta dentro, solo para no ocasionar de nuevo ese accidente. Solté un suspiro al verla y me senté sobre mi colchón, miré hacia mi estudio y solté un pequeño grito apenas un relámpago cayó. El sonido fue perturbador. Me dejó helada cuando toda la habitación se dejó iluminar, sobre todo por él. Fue como ver un espectro con capucha negra. La respiración hizo de las suyas que tomé el inhalador. Le pegué dos pufs y apenas terminé, lo encaré.

—¿Qué haces aquí, bestia? ¿Quieres matarme? —Pregunté asustada.

—¿Me llamas bestia cuando llego a tu cuarto en plena tormenta? —Dejó caer su capucha hacia atrás y el pequeño aro que lleva cuando sale de casa relucía en su oreja izquierda.

—Estás propasando todo —Chillé bajo—. No tienes respeto por nadie.

Tomé un almohadón y se le tiré al cuerpo, pero lo esquivó

—Esto está mal, tú… —Había una rabia tan contenida que no sabía qué hacer. Solo tomé mi otra almohada y la llevé a mi boca chillando en ella para contener las ganas tan ardidas que tenía por estrangularlo.

—No deberías hacer esto —Solté mi almohada, mirando lo cerca que estaba. Apenas noté cuando se acercó. Miré hacia mi lámpara por inercia—. ¡Oh! No, no harás eso dos veces.

—¿Quieres apostar?

—Yo sabía que esa chica asustada y drogadicta, no eras, cisne negro —Se mordió el labio evitando sonreír—. Eres un arma peligrosa, pero hermosa.

—Es viernes, Carter —Me acerqué con enojo y tomé su cara cegándome en lo oscuro que se ven sus ojos a la escasa luz de habitación. Un relámpago sonó y apreté con fuerza su cara, ocasionando que sus manos se envolvieran en mis muñecas—. Es un maldito viernes.

Le gusta esta juega, adora jugarlo.

—Si es viernes, lo sé —Sus labios se movieron y mi punto de vista bajó hacia ellos, luego la volví a subir. Mi pecho se comenzó a calentar, mi mente decía lo repulsivo, lo insano que estaba ocurriendo. Era mi habitación, mis labios besaban a un chico hace solo horas atrás y ahora mis sentimientos me engañan, no puede ser cierto—. No haré que esto avance, no seré el primero en dar del gatillo si eso quieres.

—Cállate por favor. No puedo pensar —Le ordené segada, perdida e inmóvil en la misma posición. Mi mente dejó de funcionar, me está engañando, me está usurpando y yo no puedo controlarlo—. Cállate de una puta vez. 

—Tú y yo nunca terminaremos bien.

—Lo sé, sé que es cierto, pero no puedo evitarlo —Me encogí de hombros—. Sabes lo disfuncional que es mi cabeza. Yo no quería, yo no quiero. Pero soy este desastre el cual tú quisiste participar.




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