Solo he estado enamorada dos veces en mi vida. La primera fue cuando tenía diecisiete años, la segunda fue cuando tenía veintidós años. Ambas historias terminaron y ambas personas se quedaron dentro de mi corazón, en un espacio oculto que jamás he vuelto a visitar.
Pero no esperaba que en estas fiestas navideñas, ambos volverían a mi vida de una forma muy inesperada.
James McAllen, el primer chico que se robó mi corazón, vive justo al lado de la casa de mis padres. La que dejé hace muchos años. Ahora tiene una linda esposa, dos perros Golden Retriever y su vida ideal.
Gust Larwell, el segundo chico de quien me enamoré, ahora ha vuelto a mi vida pero de la peor manera posible. Gust y mi prima Carmen están saliendo y se ven tan patéticamente felices.
Mientras tanto, yo: la chica que les enseñó a que debían ser mejores, la chica que recibió todo lo malo de ellos para que la siguiente en su camino se encontrara con la mejor visión de ambos.
La chica que tiene un hermano mayor, casado y con un bebé en camino. La chica que dejó la universidad en el último año porque se dio cuenta que esa carrera la iba a hacer sentir miserable el resto de su vida. La chica que jamás ha logrado nada bueno, la que nunca es suficiente y la que desea que el mundo deje de ser tan alegre.
Y ahora, el año está en sus últimas semanas. Las personas se han vestido con suéteres y botas. Los niños corren para acercarse a los arboles gigantes en los centro comerciales y las plazas. Muchos hombres vestidos de Santa Claus se colocan en las calles, en las tiendas, en todas partes deseando felices fiestas.
¿Cómo quieren que me sienta feliz en estas épocas? ¿Acaso el mundo olvida que hay personas como yo? Algunos de nosotros no tenemos espíritu navideño. Algunos de nosotros no tenemos nada que celebrar ni un buen motivo para sentir que esa fecha es diferente a las demás.
Porque después del veinticinco de diciembre, sigue un aburrido veintiséis de diciembre. Esa es una buena descripción de mi vida. Yo no soy más que esos días entre el veintiséis de diciembre y el veintinueve, esos días que las personas no celebran.
Me pregunto, ¿Será para siempre así? ¿Viviré toda mi vida con este sentimiento?
¿Por qué no puedo sonreír como los demás? ¿Por qué tengo que ser siempre la persona que pierde para que otros ganen? ¿Por qué nunca puedo tomar las decisiones correctas?
Faltan cincuenta y cinco días para navidad. Una vez más tengo que ir a todas las reuniones navideñas intentando lucir tranquila cuando recibo las miradas de lastima. Intentando no sentir envidia al escuchar todos los logros de mis primos.
Intentando no sentirme tan diminuta como un copo de nieve.
¿Feliz navidad?
Necesitaría un milagro para que esta navidad fuera feliz, pero esa palabra y yo jamás nos hemos conocido. No hay felicidad, solo ilusiones y espejismos de ella.
No es una feliz navidad.