—Dominó es fácil —Sky reparte las piezas—. Pero está bien, será cuestión de la fortuna.
James y Paris se han ido, dijeron que tenían que ir con sus dos perros a pasearlos antes que sea más tarde. Durante la comida ellos se veían asquerosamente cursis. Terminan las oraciones del otro, se sostienen de la mano sobre la mesa y se miran todo el tiempo.
Mamá me avisó que iba a llamar a mi hermano por video llamada, estaría en su habitación.
Ahora estoy con un desconocido jugando dominó. ¿Podría haber algo mejor que esto? (Esa pregunta está cargada de sarcasmo)
Nos ha repartido siete piezas a cada uno. No sé si esas son las reglas del juego o si siquiera hay reglas para jugar esto, de todas formas solo tienes que conectar los puntos y ya. No es la gran cosa.
—Bien, empieza tú —pide.
Aunque si recuerdo una regla. — ¿No se supone que tiene que comenzar la persona que tiene dos casillas iguales y que sean del mayor numero?
Ni siquiera sé si se le dice casillas, pero en caso jamás hayas visto una pieza de dominó, te lo explico. Es un rectángulo dividido en dos y hay varios puntos que pueden ser solo uno o hasta seis. Aunque hay algunas piezas en blanco.
Sky me señala. —Tienes razón, ¿Tienes doble seis?
No tengo doble nada, pero esas son las reglas. —No.
Sky coloca una pieza en el centro, doble seis. —Bien, creo que sigo pero no tengo otro seis, tu turno.
Tengo un seis, lo coloco debajo de uno de los cuadros con seis puntos. — ¿Si tengo dos de lo mismo puedo seguir? No lo recuerdo.
Sky sonríe. — ¿Por qué elegiste dominó si no sabes jugarlo?
Suelto un suspiro. —Porque es lo más rápido.
Él señala las piezas. —Bien, como sea, tu pon otra si tienes un seis o un dos.
Niego, no tengo nada de eso. —No, ¿Tu si?
Asiente, coloca un dos ahora. —Tu turno.
Ahora hay un uno, por suerte tengo dos piezas con un uno. —Ya.
Sky ríe. —Tengo la sensación que estamos haciendo algo mal, ¿no lo crees? Siento que sí, como sea, tengo uno en blanco.
Cuatro. No tengo un cuatro, tomo otra pieza y no sale un cuatro, sale un tres y un cinco. La siguiente es doble cinco. La siguiente es doble tres. ¿En serio? ¡La siguiente es cinco y tres!
Sky ríe. —Ah, ya veo, perderás rápido sin duda.
Le doy una mirada, es tan infantil. — ¿Y si no sale de esos números?
Niega. —Sí saldrá, solo sigue buscando.
Mi mano se ha llenado de piezas, él tiene muy pocas ahora. Está por ganarme, lo sé. —No tiene caso, ya ganaste.
Rueda los ojos. — ¿No que no eras mala perdedora?
Solo quiero estar en mi habitación, cerrar los ojos y olvidarme de todo. Miro el reloj, me pregunto a qué hora vendrá papá. Conociéndolo está en algún restaurante con sus amigos viendo algún partido del deporte que sea. Él es así.
—Pero no tiene caso, ya me llevas ventaja —digo viendo su mano.
Sky coloca las piezas sobre la mesa. —Pero podrías ganarme, si colocas la pieza correcta podría ocurrir —afirma—. Si levantas otra más ahí quizás cambiará el juego.
Yo sé que habla del dominó pero en mi vida no funciona así. —Como sea —tomo otra, finalmente sale una con un seis.
Lo coloco.
Sky se lleva las manos a la cabeza, exagerando un poco. — ¿Qué? No puede ser, ¿Cómo lo hiciste? Ahora yo tengo que sacar más piezas, mira que si no encuentro… —toma otra—, no, necesito otra.
Pero esa sí tiene, coloca otra dejándome un tres. De esos tengo muchos, coloco el doble esperando que él no tenga un tres.
Sky vuelve a sacar piezas, toma cuatro más hasta que finalmente encuentra una para colocar. Desde aquí el juego ya no me parece tan aburrido, no es lo más divertido del mundo pero me distraigo un rato. Sky y yo vamos casi iguales, cualquiera podría ganar.
Cuando solo nos quedan dos piezas y la mesa se ha llenado de líneas con puntos en todas direcciones, coloco un doble uno. Veo a Sky, rueda los ojos y niega. Coloco mi última pieza, dejando mi mano vacía.
Sonrío, he ganado.
Sky aprieta su puño con sus últimas dos piezas y se toca la frente. —Entonces, ¿Esto se siente perder? —suspira—. Bien, supongo que tenía que ocurrirme algún día, no pensé que sería hoy y no pensé que sería con la chica de las flores.
Muerdo mi labio para dejar de sonreír. —Ahora ya no vas a molestarme con tus juegos de mesa.
Entorna sus ojos. — ¿Qué? —niega sonriendo—. Por supuesto que sí, esto es solo el comienzo y la siguiente ronda será Jenga. Nadie es mejor en el Jenga que yo.
No he jugado Jenga desde la secundaria cuando James y mis compañeros teníamos un periodo libre. Lucy, una de nuestras compañeras llevaba la Jenga de su hermano menor y jugábamos sentados en el suelo mientras alguien dejaba sonar una lista de reproducción con todo el volumen de su teléfono.
Mamá baja de su habitación y mira hacia nosotros con una sonrisa. —Oh, ¿Siguen jugando?
Sky voltea hacia el reloj, sus ojos se abren. —Oh, no me di cuenta que hemos estado aquí un rato, será mejor que me vaya —comienza a recoger las piezas y las guarda en la caja mediana negra—. Pero esto no ha terminado, ¿Bien?
No le contesto, solo acerco unas piezas hacia él.
Sky termina de guardarlas. —Muchas gracias por la comida, señora White. Me encantó.
Mamá asiente. —No es nada, Sky. Sabes que son bienvenidos aquí cuando quieran, me encanta cocinar.
Sky me mira y levanta su mano para despedirse. —Adiós.
Asiento una vez. —Adiós.
Sky sale caminando un poco rápido, cuando cierra la puerta siento la mirada de mamá sobre mí. Es momento que me vaya a mi habitación antes que las conversaciones serias comiencen otra vez. Me coloco de pie y sin decir nada, doy un par de pasos.
—Petal —mamá me detiene.
Respiro profundo. — ¿Sí?
Mamá me mira en silencio, estoy segura que está a punto de hacerme muchas preguntas. No quiero responder ninguna de ellas. — ¿Me ayudas mañana a decorar lo que me falta?