Tras mudarse a la universidad, Matvey sintió que había llegado un período de estabilidad en su vida. Pero incluso en un nuevo entorno, donde parecía que todo sería más fácil, los problemas no remitieron. Al contrario, tomaron nuevas formas. Matvey observó cómo la amistad, el código de honor y las obligaciones, que se transmitían con tanta facilidad entre sus nuevos conocidos, siempre conducían a algún tipo de prueba.
Un día se enteró de que su amigo Vadim, con quien estudiaban juntos, fue humillado por un chico llamado Stepan. Este, aparentemente sin motivo alguno, lo golpeó brutalmente: le rompió la nariz y, lo peor de todo, lo insultó llamándolo "chica", solo porque Vadim parecía más elegante y atractivo. Esta humillación golpeó a Vadim, y aunque intentó defender su honor, era mucho más débil que su oponente.
"¡Tú, Vadim, no eres una chica!", gritó Matvey desesperado. "Él responderá por esto".
Matvey, incapaz de aceptarlo, decidió darle una lección a Stepan. Lo invitó a una pelea, uno contra uno. Stepan, confiado en su fuerza, aceptó encantado.
—¿Contra qué quieres pelear? —sonrió Stepan, que medía menos de dos metros y tenía un físico imponente.
—Sí, te mostraré quién es la "chica" —Matvey se puso de pie con confianza, y la determinación se leía en su mirada.
Porque, aunque Matvey era más pequeño, tenía una vasta experiencia en peleas callejeras, y esta experiencia le bastó para contraatacar incluso al más grande y fuerte Stepan. Aunque tuvo que emplear mucha fuerza, aun así lo derrotó.
—Discúlpate con Vadim —dijo Matvey, de pie junto a Stepan, quien ya respiraba con dificultad tras la derrota—. ¡No toleraré semejante insulto!
Stepan, aunque enojado, se vio obligado a acceder a la exigencia. Se disculpó antes de volver en sí.
Pero ese no fue el final del conflicto. Cuando Matvey estaba a punto de irse, Stepan le dio una bofetada brutal a Vadim cuando este no se lo esperaba.
"¡Estás loco!", murmuró Matvey con rabia, al ver cómo Stepan, de repente, le daba una bofetada brutal en la mejilla. "¡No estás aprendiendo, nada cambiará en tu vida!".
"¿Qué? ¿Lo quieres otra vez?", amenazó Stepan, pero Matvey no le dio más oportunidad.
Decidió no responder a las provocaciones y simplemente le ordenó a Stepan que se disculpara por el golpe, dándose cuenta de que ya no tenía sentido seguir discutiendo con él. Era difícil, pero Matvey no quería involucrarse demasiado en situaciones aún más peligrosas. Sobre todo porque Stepan se había disculpado.
Pero incluso con esta lección, aprendió una cosa: pasara lo que pasara, siempre respetaría su honor y el de sus amigos, incluso si eso significaba hacer cosas impopulares. Esa era su convicción interior.
Después de un tiempo, ocurrió otra situación que cambió aún más la actitud de Matvey ante la vida. Durante uno de sus paseos nocturnos por una discoteca, presenció el robo de un hombre borracho, al que Vadim decidió robar.
"¡Dame el dinero ahora mismo!", ordenó Vadim, apartando al hombre que apenas podía mantenerse en pie.
Matvey se quedó atónito, pero no participó en el robo, aunque observó desde la barrera. Esto le disgustó. Incluso le dijo a Vadim unas horas después:
"Esto es repugnante. Tú mismo has dicho más de una vez en el pueblo que no puedes hacer esto. ¿Qué te ha pasado?"
"¡Solo fueron unos cientos!" Vadim lo descartó con un gesto. "Hago esto para alimentarme de alguna manera".
Pero Matvey no podía aceptar esa lógica.
"Nunca volveré a participar en algo así. Este no es nuestro camino", declaró con firmeza, y decidió no volver a contactar con Vadim en situaciones como esta.
Tras estos acontecimientos, Matvey empezó a valorar aún más su independencia y a afrontar con firmeza cualquier reto. Cada día en la escuela le presentaba nuevos retos, pero se mantuvo fiel a sus principios, aunque comprendía que algunas cosas no podían cambiarse de la noche a la mañana ni en absoluto.