Extraordinario en la vida ordinaria

Capítulo 17 La difícil vida de Mateo. Corrupción en el deporte.

Matvey continuó con sus competiciones, y en cada una de ellas logró resultados sobresalientes. Su nombre ya era conocido a nivel nacional: ganó competiciones importantes para el deporte soviético. Sin embargo, a pesar de sus numerosas victorias, Matvey no pudo clasificarse para las competiciones clasificatorias para defender su título de maestro deportivo. La razón era simple, pero increíblemente dolorosa: la corrupción.

—Bueno, hermano, ¿esta vez todo sigue igual? —preguntó Vitaly, su compañero de entrenamiento, durante un calentamiento en el estadio.

Matvey suspiró profundamente.

—Sí, como siempre. Tienes que dar diez mil para defender, ¿y de dónde los sacaré? Ni siquiera tengo para comer, y mucho menos para un soborno. Pero incluso si lo tuviera, no lo habría dado. Porque entonces, ¿cómo puedo vivir con el hecho de que me compré un título de maestro deportivo?

Vitaly guardó silencio, porque él mismo comprendía perfectamente lo injusto que era este sistema. También intentó ganarse un lugar en el deporte, pero la corrupción lo azotaba cada vez más.

—Lo logras todo: tanto en las competiciones como en los entrenamientos —comentó Vitaly—. Y esto… esto es absurdo. ¿Victorias a nivel nacional y no puedes defenderte?

—Solo soy un caballo de batalla —respondió Matvey con tristeza, sin dejar de concentrarse en el entrenamiento—. Ganar es bueno, pero no sirve de nada si no puedes defenderte. Solo por presumir. Y con estos sobornos… es un círculo vicioso.

Matvey se sentía atrapado. En las competiciones, mostraba buenos resultados, pero por falta de fondos, no le permitían pasar a las siguientes etapas. Esto no solo devaluó sus éxitos, sino que también le dio la sensación de formar parte de un sistema en el que nadie puede ser honesto.

La vida se volvió difícil y agotadora. Su rutina diaria era la misma: cross por la mañana, calentamiento, entrenamiento (tres rondas de lucha de sombras), estudio y, por la tarde, un entrenamiento de dos horas. Matvey empezó a notar que ni siquiera su propia fuerza era ilimitada. Las mañanas empezaban con dolor muscular y por la noche sentía que las fuerzas se agotaban gradualmente.

Pero no había lugar para la debilidad.

"¿Cómo estás?", preguntó el entrenador durante uno de los entrenamientos, al notar que Matvey trabajaba sin el entusiasmo de antes.

Matvey levantó la cabeza, apretando los dientes de dolor.

"No te preocupes, entrenador. Es solo que últimamente ha sido duro. Pero no consigues nada, tienes que trabajar. Para defender el honor de la facultad, porque para eso estoy aquí".

El entrenador se encogió de hombros, pero se podía ver comprensión en sus ojos. Esta fue su observación sobre muchos atletas que, por un lado, estaban dispuestos a llegar hasta el final, y por otro, caían cada vez más en la trampa de este sistema corrupto.

—Bueno, eres fuerte, resistirás. Pero recuerda que no todos estos entrenamientos son tu objetivo. Tú mismo eres más que un simple resultado en las competiciones. Porque una persona siempre será una persona.

Matvey sonrió, aunque no sintió ni alegría ni alivio en su sonrisa. Sabía que el entrenador tenía razón, pero ahora su principal objetivo era sobrevivir en estas condiciones. Y, ante todo, estudiar en el instituto.

Fuera como fuere, no tenía tiempo para su vida personal. Los días estaban a tope: solo los sábados o domingos tenía la oportunidad de descansar, al menos un poco para recuperar fuerzas. Las relaciones con las mujeres eran superficiales. Matvey, según le parecía, había perdido la capacidad de tener relaciones serias y duraderas. Le costaba concentrarse en algo que no fuera el deporte y los estudios.

Un día, durante una de las sesiones de entrenamiento, un conocido, Alexey, que trabajaba en otra sección de deportes, se fijó en él.

— Matvey, no quieres ser solo un "caballo de batalla", ¿verdad? Puedes hacer más. Te mereces más que eso. Pero para triunfar, tienes que cambiar algo.

— Lo sé, Alexey —respondió Matvey, ajustándose el mono—. Pero no es de eso de lo que estamos hablando ahora. Solo tienes que aguantar. Haré mi parte y luego todo saldrá bien. Tengo que graduarme del instituto y todo va bien en mi trabajo, el rendimiento en la facultad es bueno y aquí no hay gente innecesaria.

Alexey suspiró. Entendió perfectamente lo que Matvey quería decir. El deporte se había convertido en parte de un juego más grande, y la victoria no siempre era resultado de la habilidad o la dedicación. A veces todo se decidía por el dinero y los contactos. Pero Matvey no era el indicado, y no era suyo.

Matvey continuó entrenando, dedicándose cada día a su objetivo, aunque comprendía que la corrupción en el deporte no le permitiría alcanzar su verdadero potencial. Estaba obligado a vivir bajo este sistema, aunque no estuviera de acuerdo con él. Y lo más importante, le disgustaría vivir con el hecho de haberse comprado un maestro del deporte.

Ya había terminado su segundo año, pero sentía que su lucha apenas comenzaba.




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